Graziela
EN ESTAS FECHAS NAVIDEÑAS EN VEZ DE UNA NOCHE DE PAZ, QUIERO DESEAROS QUE PODÁIS MANTENER LA PAZ INTERIOR TODAS LAS NOCHES, QUE CADA DÍA ENCONTRÉIS ALGÚN MOTIVO PARA SONREÍR, QUE VEÁIS EL AMOR A VUESTRO ALREDEDOR, QUE DISFRUTÉIS DE LAS PEQUEÑAS COSAS PARA SER FELICES; QUE NO PERDÁIS LA CAPACIDAD DE EMOCIONAROS Y QUE SOLO LLORÉIS DE ALEGRÍA.
Y ESPERO QUE EL 2011, TODO SEA MEJOR PARA VOSOTROS.

BESITOS DE ESPUMILLÓN, MAZAPANES Y TURRÓN

GRAZIELA

Graziela

















Como ya sabéis que me encantan las flores, en esta ocasión no voy a ofreceros cuentos, sino imágenes de orquídeas tomadas en una exposición que se ha celebrado el domingo pasado en la rosaleda del Parque del Oeste. Espero que os alegren la vista, aunque las fotos no son muy buenas.





















Graziela

INVISIBLE

Hacía tiempo que tenía la desagradable sensación de haberme convertido en un ser invisible. La figura de Marta, mi mujer, me eclipsaba casi totalmente y me acostumbre a forma parte de su sombra, a trabajar para su éxito sin ningún reconocimiento a mi labor, pese a que todos sabían que una parte importante de su carrera se apoyaba en mi trabajo. Me alimentaba de sus logros, sin embargo un sabor amargo me venía a la boca y me recorría entero cuando en las recepciones pasaba desapercibido a su lado, oscurecido bajo el brillo de sus joyas, el color de su maquillaje perfecto, su modelo de diseño y su eterna sonrisa; algunos ni se dignaban a saludarme pasando ante mí sin verme, sin que ella hiciera nada por evitarlo, aunque se diera cuenta, o tal vez ni siquiera lo notara. Marta era la protagonista absoluta y yo su compañero perfecto, de apariencia discreta y anodina, como una tenue presencia que apoya y acompaña. Estaba cansado de los desplantes de todos, de no ser considerado, de sentirme menos que nada en aquel mundo que cada vez me resultaba más ajeno.


Decidí cambiar cuando conocí a Beatriz, ella era entonces el complemento perfecto de un político nuevo en la gran pista de aquel circo en el que ambos nos movíamos, al son que tocaban nuestras respectivas parejas. Dejé de formar parte del patio de butacas de los múltiples eventos que protagonizaba mi mujer, de acompañarla a los estrenos, de preparar sus discursos, sus intervenciones para la prensa. Aunque al principio no parecieron importarle mis ausencias y mi falta de entrega, con el tiempo fue perdiendo su seguridad y empezó un lento declive. Yo mientras profundizaba en mi incipiente relación con la estupenda señora del político de turno, hasta que nos hicimos íntimos y decidimos divorciarnos de nuestros respectivos cónyuges.


Con los beneficios económicos obtenidos al terminar con nuestros matrimonios, ¡alguna ventaja tendría que reportarme ser tan buen abogado! hemos comprado una finca, y nos dedicamos a la cría de caballos, que son bastante más cariñosos y agradecidos que la mayoría de nuestros antiguos conocidos y por supuesto que nuestras parejas. Alejados de los focos hemos dejado de ser invisibles y la sensación es muy gratificante, aunque nos guste pasar desapercibidos.



Graziela


EL ACUERDO

Hoy me has hecho el hombre más feliz del mundo. Nunca pensé que un mensaje, una simple hoja pudiera proporcionarme tanta alegría.

He pensado en aquel acuerdo absurdo y tienes razón, no deberíamos dejar que la suerte decida por nosotros. Llevo meses pensando en escribirte sin atreverme, por miedo a romper nuestro pacto; me he debatido entre el deseo de saber de ti y el miedo a que tú me hubieras olvidado.

Ni siquiera me he atrevido a regresar allí, por temor a no encontrarte. He preferido mantener tu recuerdo intacto.

Todo este tiempo sin noticias he tratado de imaginarte por los lugares que compartimos, los sitios donde nos quisimos. He llegado a verte recorriendo la casa descalza, con tus pequeños pies silenciosos y esa forma de caminar alegre y desenfadada moviendo las caderas con gracia, que a mi siempre me parecían una invitación para abrazarte, para intentar retenerte junto a mi, muy cerca, notando el aroma de tu cabello y la suavidad de tu piel bajo mis manos.

¡Como te he echado de menos! Aún no sé como he podido soportarlo. Soy un cobarde, por no buscarte, y hoy te puedo confesar, que no he dejado de planteármelo ni un momento.

Necesito sentir de nuevo tus manos, el tacto de esos dedos largos y delgados dibujando líneas sobre mi cuerpo, para volverse de pronto, dejándome notar la suavidad de unas uñas esmaltadas deslizándose suavemente por todos mis contornos y en los momentos más apasionados su presión y el placer que me proporcionaba la fuerza de tu abrazo, como si quieras desgarrarme mientras todo estallaba.

He desistido de buscar el sabor de tu aliento, siempre dulce, en otras bocas y tus palabras de ternura susurrándome al oído, que aún me parece escuchar.

Me siento consolado al saber que sientes lo mismo. Quiero verte, necesito verte pronto y hasta entonces sigamos escribiéndonos para conocernos mejor.

¿Sabes? Te he compuesto una canción. Un bolero romántico y cadencioso. Tal vez te pueda parecer cursi, pero me da igual, se llama “Todo me sabe a ti”, en cuanto nos veamos te lo voy a cantar muy bajito, al oído mientras bailamos juntos.

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PLASENCIA SIN TI.

El anuncio de tú enfermedad me cogió por sorpresa, fue como si me asestaran un mazazo en el pecho que me dejó sin aliento, plantando la semilla de la tristeza en mi mente. La reacción inmediata era ir a verte, así que sin esperar decidimos hacer una excursión a Plasencia, una visita como tantas otras, pero con otro ánimo. Recorrimos el camino bajo un diluvio. Sin embargo, al verte animado, dispuesto a luchar con uñas y dientes, tan entrañable como siempre y encantado con la visita, se disiparon las nubes y cuando emprendimos el regreso se asomaba tímido el sol. Pase un día feliz disfrutando de ti, de los tuyos, de la pequeña y sobre todo de estar juntos de nuevo, aunque una sombra negra, como buitres de Monfragüe, planeaba ya sobre nosotros.

No esperaba que el triste desenlace fuera inminente. Solo unos días después hicimos el mismo viaje, pero ya nada sería igual, porque tú no estabas esperando, ni llamabas para ver por dónde íbamos. El encuentro emocionado con tus hijas, con tu hijo, los yernos y Loly, fue tan intenso al sentirme unida a ellos por el dolor de tu perdida, que a veces me costaba respirar. Por encima del dolor que sentía estaban todas las muestras de cariño, de admiración hacia ti. Me impresionó atravesar Plasencia con prisa, desde la Puerta de Talavera hasta la Parroquia de El Salvador, sin contar con tu presencia y tus comentarios sobre fachadas y rincones, sin escuchar tu voz a mi lado relatando algunas anécdotas que hacían la ciudad más cercana. Ya te echaba de menos.

Resultó conmovedor que al terminar la ceremonia, con el “ave maría” retumbando en los muros de la iglesia en una atmosfera de paz, de llantos contenidos, con el sol filtrándose por las vidrieras, centenares de personas pasaran delante de tu familia y de tu féretro cubierto de flores, para rendirte un último y emocionado homenaje.

Sabias extender a tu alrededor amor, como quien esparce flores a manos llenas, siempre pendiente de los demás. Lástima que una persona tan buena tenga que desaparecer prematuramente. Es tan ancho el vació que has quedado… tan grande la pena. Ahora tendremos que aprender a disfrutar de la belleza de los cerezos en flor sin que tú nos muestres los árboles y paisajes más hermosos; alguien tomara tu relevo para que veamos crecer a los niños y nos enviará sus fotos en mensajes de internet y aunque nunca los arroces del Puerto estarán tan sabrosos, ni las puestas de sol con el Peñón de fondo serán tan bellas, intentaré seguir disfrutando de todos los lugares que compartimos, pues tu familia, que ha heredado muchas de tus cualidades, estará conmigo. Yo también espero haber “sacado la pila”, siento orgullosa.

Y como soy de las que piensa, que alguien no muere mientras su recuerdo se mantenga vivo en la memoria de los que le conocieron, hoy he salido a pasear con tu recuerdo por el parque. He visto el otoño con mil matices en las hojas de los árboles, en su desnudez, hacía sol y mucho frio, pero no me he sentido sola. Gracias Nico.

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DESACUERDO

Sí, ya sé que acordamos dejar que el destino nos guiara y no volver a vernos hasta que nuestros caminos se cruzaran de nuevo, por esas coincidencias que solo el azar decide; sin embargo no pude evitar pensar en ti cuando regresé a Vera. Tan solo fueron cuatro semanas, eso sí, vividas con tanta intensidad que me bastaron para saber que algo importante estaba sucediendo entre tú y yo.

Al regresar a Madrid terminé con mi pareja, porque cuando estaba con él pensaba en ti, evocaba aquellos atardeces, los largos paseos por la playa, nuestras charlas; no podía evitar buscar tu mirada en sus ojos, tus besos en su boca, tus caricias en sus manos... Hasta que la situación se hizo insostenible, no pude soportarlo más y forcé la ruptura con excusas absurdas.

Ha pasado el tiempo y sin embargo, aquí parece permanecer en suspenso; otra primavera como aquella. Al llegar, la casa estaba oscura y sin embargo no tuve miedo, algo de nuestra relación seguía flotando en el ambiente. Hice la cama con sábanas limpias y al acostarme, sentí su frescura húmeda abrazándome, y creí tenerte a mi lado, incluso percibí el olor salobre de tu cuerpo bronceado. Me dejé llevar por los recuerdos, rememoré momentos felices con tanta intensidad, que incluso llegue a notar de nuevo el cálido roce de tus manos en caricias soñadas.

Noté como me recorrías entera, palmo a palmo, con dulzura y suavidad; a veces con tal sutileza que tus mimos me llegaban como el aleteo de una mariposa que revoloteara a mi alrededor sin llegar a posarse. Sentí de nuevo tus besos, tu boca cálida y tu lengua inventando caminos, mientras yo me dejaba llevar por nuevas sensaciones guiada de tu mano, hasta otros universos de placer. Pude sentirte de nuevo llegando hasta lo más recóndito de mi ser.

Me he dado cuenta de que bajo este cielo, todo me sabe a ti y esta añoranza hace dolorosa la inmensidad de tu ausencia.

Lo he pensado mucho, no quiero resignarme a vivir sin verte, sin saber de ti. No me importa lo que acordamos en su momento, ya no pienso lo mismo. Además, si tan seguros estábamos de no querer contactar ¿Podrías explicarme que nos llevó a darnos nuestros correos? Tal vez, ninguno de los dos estaba convencido de dejar nuestro futuro en manos de la casualidad. Todo en esta vida es un albur ,y quizás este simple mensaje sea lo único que necesitamos para reencontrarnos. Una pequeña ayuda, un simple empujón para poner de nuevo en marcha algo que no debería haberse terminado nunca.

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HIM

Him, me contó que fue maestra, hasta la instauración del régimen ultraradical y fundamentalista talibán (integristas islámicos) que prohibió cantar, bailar, tocar o escuchar música, hacer deporte, e incluso volar cometas; dejó la escuela pues la mujeres no podían trabajar, no les permitían pasear solas por la calle, ni siquiera podían recibir asistencia médica, salvo en algunos hospitales. Ella era una mujer culta pero eso no la hacía más feliz, al contrario.

Intentó acostumbrarse a usar el burka, obligatorio desde que los talibanes llegaron al poder, pero no soportaba ver cómo su país daba un paso hacia atrás de muchos siglos y ella tenía que confinarse dentro de un pedazo de seda, por muy ricamente adornado que estuviera.

Me resultó sorprendente la historia del burka que se remontaba al siglo XIII A.C. y entonces la religión musulmana ni siquiera existía, después lo utilizaban las princesas y mujeres de clase alta, para “aislarse” del pueblo llano, evitando así sus miradas. Y hubo un rey que a principios de mil novecientos impuso su uso a las doscientas mujeres de su harén, para que la belleza de sus rostros no provocaran a otros hombres. Him sabia esto y muchas más cosas de la historia de su país, por eso no conseguía acostumbrase a su nueva y terrible vida. Su marido cada vez era más radical, más dominante y decía que ella, sus palabras y sus pensamientos le ponían en evidencia, que traería la ruina a la familia. Pensó huir, aunque sabía qué no se lo permitirían y que pagaría con su vida el intento de abandonar de su marido.

Yo sé por ella, que es difícil ver el mundo a través de una rejilla. Saber que no eres nada bajo la tela de seda, soportando un peso tan grande que te impide moverte con facilidad, que no te permite correr. Vivir aislada como un gorrión metido en una jaula de gruesos barrotes, que evitan que la luz penetre. Ser una figura azul que se mueve y que respira, pero que no vive, aunque tenga vida, porque por el simple hecho de haber nacido mujer en Afganistan y por pertenecer a las tribus pashtunes, no tienes ningún derecho. Mientras conversábamos sobre esta y otras escabrosas cuestiones yo notaba cómo crecía el coraje en Him y cuando nos despedidos y abandoné el país estaba convencida de que haría algo y aunque probablemente mi amiga no consiguiera su fin, al menos lo habría intentado.

Pocos meses después volví a saber de ella. Cuando su hermana menor desesperada se lanzó al vacío y aquella seda azul que la cubría se tiñó de rojo, Him tomó la decisión de desaparecer. Salió de casa con su burka, como cada mañana, pero debajo llevaba otras ropas; vestida de hombre todo fue mucho más fácil.

Atrás quedo su país, su familia, su casa y su marido, a los que nunca volvería a ver.

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LILAS

El aroma de las lilas siempre precedía a la presencia de mi madre. Al entrar en casa sabía si ella ya había llegado, sólo por el olor. Aquel perfume dejaba una estela a su paso y la seguía por todas partes.

Yo no me acuerdo, pero dicen que de pequeña tenía pesadillas, me despertaba llorando, asustada, y cuando el ama me quería consolar yo seguía llamando a mi madre, que siempre estaba ocupada o había salido para cumplir con sus frecuentes compromisos ineludibles, nunca se la podía molestar con mis niñerías. Así fue como aquella mujer sabia que me crió tuvo la ocurrencia de poner unas gotitas del perfume de lilas en mi osita preferida, desde entonces mi sueño era más profundo y placentero, sin necesidad de que nadie tuviera que venir a acompañarme, pues aunque me despertara sobresaltada simplemente con aspirar el dulce aroma que emanaba del peluche me volvía a quedar plácidamente dormida.

Fui creciendo y no me entendía con mi progenitora; bueno, en realidad creo que ella nunca quiso saber mucho de mí, simplemente no le interesaba, no formaba parte de sus planes y mi presencia no la divertía en absoluto, aunque yo en cierto modo la añoraba.

Aún era una cría cuando intentaba rivalizar conmigo. Si mi padre decidía que quería que aprendiera a tocar el piano, mi madre contrataba un profesor y empezaba inmediatamente a tomar clases intensivas, aunque se cansaba pronto. Si se planteaba la conveniencia de que yo hablara francés, ella se marchaba tres semanas a la costa azul a descansar y a practicar el idioma.

Creo que cuando empecé a interesarme por los chicos y presté más atención a mi aspecto físico es cuando realmente reparó en mi presencia y no me gustaba ver cómo me miraba. Había odio y envidia en su mirada, cuando me escrutaba y pasara revista a todo lo que me ponía, objetaba mi peinado y hasta la colonia que usaba.

Me sentía observada como un pastel de chocolate entre bocaditos de nata. Tal vez por eso, y por no tener que aguantar más sus críticas ponzoñosas, preferí estudiar en un internado en Irlanda, alejada de sus ojos fríos, perfectamente maquillados, que me parecía que veían hasta lo que pensaba. Por unos años me olvidé del olor a lilas y hasta del color, que siempre formara parte de su atuendo; le fascinaba en todos sus tonos. El servicio la llamaba doña Lila y a mi me hacía mucha gracia, menos mal que ella nunca lo supo…

Cuando me licencié y regrese mi madre no era la misma, la enfermedad la había convertido un una burda copia de lo que fue, ni siquiera su perfume olía igual. Se estaba marchitando, como sus flores, y ella lo sabía y no lo podía soportar. Nunca se quejó y sólo entonces pude disfrutarla, cuidarla, estar a su lado, compartir confidencias. Era una mujer complicada, con mucha personalidad y llena de complejos, sin admitirlo.

Hoy sus cenizas descansan en mi jardín, bajo los lilos, y cada vez que florecen y su aroma perfuma el aire ella vuelve a estar a mi lado y me hace sentir segura, como cuando era niña, aunque sigo odiando el color lila.

(Este relato ha sido publicado en la revista Papirando)

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LA SOMBRA

Hay algo efímero en su mirada

Solo sus pasos tocan tus pies,

Cuando camina, parece alada

Y si te alcanza sabrás quien es.


Busca instalarse en ti, confiada

Vivir latente bajo tu piel

Dispuesta a asirte, mano afilada

Hasta que aflora y se vuelve hiel


Surge la lucha, merma tus fuerzas

Constantemente intenta vencer

Más, si consigues hacerle frente

Cuando te impongas estarás bien.

Graziela
EL AROMA

Acababan de traerle la taza de café. Colocó una señal en la página del libro y lo dejó a un lado.
Cerró los ojos para concentrar su atención en el aroma fuerte y amargo. Aquel olor inconfundible, intenso y penetrante le trasladó a su niñez.
Sintió de nuevo el tacto caliente y tranquilizador de la mano de su abuela, que le sujetaba con fuerza mientras caminaban lentamente. Sabía que estaban llegando a su destino cuando comenzaba a percibir el aroma del café.
Entrar en aquel establecimiento, que ya entonces parecía antiguo, lleno de grandes botes con etiquetas que contenían las distintas clases de café, era como estar en otro mundo.
Ni siquiera sabía leer e iba preguntado que ponía en los letreros de aquellas latas y su abuela con infinita paciencia traduciendo uno por uno todos los cartelitos, que él trataba de memorizar.
Siempre compraban lo mismo “un cuarto de mezcla molido fino”, aquellas palabras en la voz dulce de la abuela resonaron ahora en sus oídos, del mismo modo que recordaba el ruido del enorme molinillo que trituraba los granos hasta convertirlo en polvo marrón oscuro, que era vertido en una bolsa de papel.
El rastro de aquel olor les seguía por la calle hasta casa; donde la abuela lo guardaba en una lata con dibujos chinos. El fuerte aroma, ligeramente amargo permanecía flotando después de que la abuela diera por terminado aquel extraño ritual. Él la observaba mientras cerraba los ojos y aspiraba los efluvios que emanaban del preciado envoltorio, preguntado, ¿Por qué te gusta tanto comprar café?, ella sonreía y con mirada tierna respondía:
-Hijo, nunca sabrás como he echado de menos este olor; durante la guerra no había café y tomábamos achicoria, los que podíamos, aquello parecía agua sucia con sabor a regaliz, por eso me alegra tanto poder ir a comprarlo... y que tú me acompañes –para luego añadir- ¡No me hagas caso, son cosas de la abuela!
Entonces él no entendía nada y ahora, desde algún lugar recóndito de su memoria, le asaltaba aquel recuerdo tan antiguo; debía tener cinco años en esa época, comprendiendo así de pronto porque disfrutaba tanto de cada taza de café que se tomaba, igual que su abuela. Creyó escuchar de nuevo su voz “Hijo, bébetelo ya, ¡que se te va a enfriar...!”
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Graziela

Descubro trazas de tus manos en mi cuerpo; quedan resquicios de tus besos en mi boca y en mis oídos aún retumba el eco de tu voz; en cada yema de mis dedos siguen vivos los poro de tu piel; flotaba en el aire de casa el aroma de tu pelo y, mirándome al espejo hoy, me pareció ver tu sombra esquivarme desde lejos. Las noches frías se hacen eternas cuando busco inútilmente la tibieza de tu abrazo y ni siquiera puedo asirme a tu costado.
Diría que hasta los peces te echan de menos, pues se han ido muriendo poco a poco por la pena, igual que la planta que dejaste. Los cacharros se acumulan en la pila y el armario está vació, no sólo falta tu ropa, yo tampoco tengo nada tras dos meses sin hacer ni una colada. La nevera es un erial y el baño hiede.
Esta vida es un infierno sin ti, ya no puedo aguantar más. Tu ausencia me está matando. Te necesito, te echo tanto de menos…
Vuelve mi amor. Prometo que no te volveré a pegar.
Graziela

Ya estoy de vuelta, como casi todos, trabajando y con calorcito en Madrid. Aunque hemos comenzado las tertulias de TAF, creo que voy a prolongar algún día más el paréntesis que abrí con motivo de las vacaciones de verano, en la labor de escribir y esta semana no os contaré ningún cuento; me encuentro metida de lleno en los planes personales para este nuevo curso que comienza, entre los que está un Primer Nivel de Reiki que tendrá lugar a finales de este mes en el Centro de Terapias Quidea, como siempre. Los interesados podéis encontrar información y apuntaros en http://www.quidea.es/.




Mientras tanto y para los que me habéis preguntado dónde se puede comprar mi novela "Tiempo de violetas", la editorial Atlantis me ha confirmado que ya está a la venta la segunda edición de la misma en "Casa del Libro", como la tirada no es muy grande lo mismo en alguna de sus tiendas no lo tienen y debéis encargarla, pero no hay problema en conseguirla. Espero que os guste.

Besitos de colores y bienvenidos todos.

Graziela
En estas vacaciones he estado ocupada haciendo cosas que no hago habitualmente por falta de tiempo al tener que trabajar; desde julio apenas he escrito unos renglones, y se me ha ocurrido hacer un relato del crucero fluvial que hemos realizado este verano, así además podré enseñaros algunas fotos del recorrido

LO MEJOR DEL RIN

El vuelo desde Madrid salió con media hora de retraso, que curiosamente recuperamos en el trayecto y llegamos a Ámsterdam a la hora programada. Allí, tras recoger nuestras maletas, contactamos con los organizadores del crucero y conocimos a nuestro “guía acompañante”, un tal Xavi, que junto con otros dos compañeros organizaban los grupos de cada barco. Nos dijeron que esperáramos detrás de la salida, donde ellos estaban, que faltaban algunas personas y que pronto nos marcharíamos, eran como las tres de la tarde y solo habíamos comido un bocadillo en el avión. La hora límite para embargar en el “MS Alemannia” eran las cuatro treinta y a partir de las cuatro empezamos a impacientarnos aunque al parecer los vuelos habían llegado, no estaban las personas que esperábamos; los otros grupos se había ido marchando hacía rato y nosotros seguíamos allí, cada vez más cansados e impaciente, de pie pegados al escaparate de una tienda, con todo nuestro equipaje y sin atrevernos a movernos ni para comprar agua, por si salimos. Al final abandonamos el aeropuerto pasada la hora del supuesto embarque y sin las dos personas desaparecidas.
Ya en el autocar el guía nos contó y constató que seguían faltando dos pasajeros del grupo, pero más tarde ya en ruta, cuando fue diciendo los números de camarotes de cada uno resultó que las “desaparecidas” estaban allí y lo habían estado casi desde el principio, pensé que esto pudo suponer un despiste por parte de Xavi, pero más tarde comprendí que este chico, pese a ser estudiante de arquitectura, tenía problemas para contar personas, aunque estuviéramos sentadas muy quietitas.
El “MS Alemannia *** superior” era un barco alemán, lleno de alemanes con 42 españoles infiltrados, entre los que nos contábamos mi marido y yo, lo que implicaba que tendríamos que adaptarnos a los horarios de ellos. El día de nuestra llegada no nos importó, pues llevábamos sin comer nada desde medio día y cenar a las 18,30 supuso un alivio y una alegría para nuestros estómagos que no paraban de protestar. Con la tripa llena, instalados todos en nuestros camarotes, dimos un agradable paseo nocturno por los canales de la capital de Holanda, que una ligera llovizna consiguió deslucirlo un poco. Al terminar, nuestro guía nos dejó en el embarcadero cerca de la estación central de Ámsterdam, para que regresáramos al puerto solos o diéramos una vuelta por la ciudad, pero como la noche estaba desapacible, y el camino a recorrer hasta el Alemannia no nos inspiraba mucha confianza, al tener que atravesar unos túneles mal iluminados y poco transitados, decidimos volver a la seguridad de nuestro barco, acompañando a las señoras que supuestamente desparecieron a la llegada, que se mostraban indignadas por sentirse abandonas por Xavi . Nosotros ya habíamos estado otras veces en la ciudad y conocíamos el barrio rojo, que fue el destino que nos recomendó nuestro guía, pues solo pasaríamos esa noche en la ciudad.



Al día siguiente, domingo, tras un estupendo desayuno realizamos una excursión por Ámsterdam; visita panorámica que Peter, el guía local, se encargó de amenizar, después de contar los que integrábamos el grupo y reclamar a Xavi pues le faltaba una persona, que cuando nuestro guía acompañante preguntó por ella una señora comentó que la ausente había decidido quedarse descansando. Visitamos el casco antiguo, los canales, la Plaza Dam y los edificios del siglo XVI y XVII que la rodean, entre los que se encuentra el Ayuntamiento; la iglesia Nueva, el Barrio Judío, la Casa de Rembrandt.
Incluido en la visita estaba un taller y joyería, donde nos enseñaron como se tallan los diamantes, pues los Holandeses tienen fama de ser los mejores talladores de preciosas piedras del mundo y nos mostraron unos magníficos ejemplares azules y dorados, que lanzaban preciosos destellos con sus cincuenta y tantas caras reflejando la luz, quedándose allí todos ellos pues los precios eran más grandes que sus brillos y abultaban infinitamente más.


Después tuvimos tiempo libre y visitamos el Mercado de las Flores Single, que por ser domingo me pareció que ofrecía menos flor cortada que otras veces y estaba poco concurrido, disfrutamos de un agradable paseo por las calles y canales de la “Venecia de Norte” admirando preciosas fachadas y viendo el ambiente de la ciudad, esquivando algunas de las muchas bicicletas que por allí transitan.
El almuerzo se sirvió temprano a las 11,45 y seguidamente salimos dirección Utrecht.

Paramos en la ciudad solo para recoger a los que habían decidido hacer la excursión a Holanda del Norte.

Como las cenas también las servían muy pronto para las costumbres de los españoles (18,30-19,00) a las 22,00 solían servir un snack para los que tuvieran hambre antes de acostarse, algo ligero (alitas de pollo con salsa, salchichas con beicon, etc.) y siempre había fruta fresca para tomar a cualquier hora, aunque los que más disfrutaba de las comidas a “deshora” eran, curiosamente, los alemanes, que no se perdían ninguna ocasión.

El lunes seguimos navegando hasta las 14,30 que llegamos a Colonia, disfrutando durante la singladura de un paisaje verde, salpicado de campings y pequeños pueblos a ambas orillas del río, muy relajante y agradable. Está es una de las zonas más bonitas de Rin, pues en ambas laderas del rio se encuentras numerosos castillos-fortaleza, muchos de ellos están reconstruidos y reconvertidos en hoteles, hospederías y restaurantes. Desembarcamos en la ciudad y realizamos la excursión a pie, que terminaba en la Catedral, construida en piedra arenisca, muy sucia por el paso del tiempo y porque no se puede limpiar por el tipo de material.

La visita estuvo bien, paseamos por el Barrio de San Martín, vimos la Iglesia del mismo nombre, que había sido reconstruida; el Barrio Judío y el Ayuntamiento del siglo XVI, que fue uno de los pocos edificios que se salvo de ser destruido por los bombardeos. La catedral tiene unas dimensiones impresionante, y preciosas vidrieras y pegado a ella han construido un museo para poder ver unos mosaicos en el mismo lugar donde fueron encontrados, y el edificio es un mamotreto que nada tiene que ver con las demás construcciones de la plaza y parece un pegote.

Toda la ciudad está reconstruida pues con la segunda guerra mundial resultó muy destruida y además ahora se encuentran metidos de lleno en las obras del metro y no se puede ver bien, lo que demuestra una vez más que en todos sitios cuecen habas y en algunos a caceroladas.

Visitamos la fábrica más antigua de agua de colonia, donde se podían adquirir los frascos de la misma a precio de perfume. Acabamos degustando la típica cerveza Kolsch, en la famosa cervecería Fruh y con tanto paseo y tanta cerveza la visita al escusado se hacía imprescindible, llamándome la atención que al tirar de la cadena toda la tapa del inodoro se daba la vuelta completamente y se limpiaba por un extraño artefacto. Como quede tan sorprendida por el invento, que nunca había visto, lo comenté con los compañeros de mesa por si se trataba de un efecto indeseable de la bebida, pero uno por uno pudimos comprobar el ingenioso mecanismo, que no dejéis de ver si vais por aquellos lares, como una curiosidad mas.

No tuvieron que pasar muchos días para que me diera cuenta de que habíamos tenido suerte con los compañeros de mesa, que eran una pareja muy agradable de Oviedo, dos chicas simpáticas y abiertas procedentes de Zaragoza, y una señora con su hijo, de Madrid como nosotros, del barrio de Salamanca, ella hablaba perfectamente alemán, pues aunque había nacido en España su padre era Alemán y eso parecía llevarlo en el carácter, el chico era muy callado. Las comidas y cenas se hacían amenas y divertidas con la compañía, que aprovechábamos para charlar de todo y comentar nuestras impresiones sobre el viaje, los compañeros y demás pasajeros.
Por las noches en el barco había música en vivo y baile, pero como la mayoría de los pasajeros eran alemanes las canciones eran para ese público, y a mi me recordaban el repertorio de la discoteca del hotel de Cala Millor (Mallorca) cuando iba de vacaciones con mi padre, es decir, de hace treinta años, sin exagerar, y además en alemán.

El martes nuestro barco dejaba el Rin para remontar las aguas del río Mosela. La confluencia de los ríos tiene lugar en Koblenz. A media mañana llegamos a Cochem (Valle del Mosela) después de haber visto desde el barco muchos viñedos a ambos orillas, que daban al paisaje la apariencia de un precioso mosaico. Cochem es una pequeña población, con un magnifico castillo El Reichsburg, desde donde pudimos observar magnificas vistas sobre el rio, los puentes, los viñedos, y flores, muchas flores.
El castillo ha sido reconstruido y nos mostraron algunas de sus salas y una terraza voladiza con cristales emplomados que es impresionante por las vistas que ofrece. El casco antiguo del pueblo tiene preciosas calles, originales edificios, placitas encantadoras y tiendas, muchos comercios con aspecto de chiringuitos, que junto con los turistas, que lo llena todo hacen que parezca un pueblo de cualquier localidad costera. Huimos del gentío junto con algunos de nuestros compañeros de mesa: Matilde y José-Marcos, y Elena y Judit, decidimos aprovechar el tiempo libre para caminar hasta un funicular y dar un paseo en telesilla.


La vista desde los miradores de arriba era impresionante, había un bar, dimos una vuelta, hicimos fotos y regresamos, pues habíamos quedado en las bodegas Hieronimi para realizar una cata de vinos. Disfrutamos de los vinos blancos del Rin, que tienen fama mundial y pudimos comprar alguna botella, aunque yo me limité a traerme una mermelada de vino, pues mi maleta no tenía mucho espacio y además siempre suponen un riesgo por su posible rotura.





Miércoles. Habíamos seguido navegando por la noche y pasando exclusas para llegar a Koblenza a primera hora de la mañana. Salimos a conocer la ciudad con nuestros compañeros de mesa, sin la madre y su hijo, que caminaban más despacio. Visitamos la estatua del Kaiser Wilhem I, símbolo de la unificación del imperio germánico, situada frente al lugar donde se unen los dos ríos (Mosela y Rin). Fuimos a conocer la ciudad, muy tranquila a esa hora de la mañana y nos metimos en un pequeño callejón con tiendas de objetos orientales, instrumentos musicales exóticos y en un escaparate pude ver una calimba y me hizo mucha ilusión, pues me acordé de mis queridos tertulianos, aunque no pude comprarla porque estaba cerrada la tienda.
Regresamos al barco y seguimos viaje deleitándonos con el paisaje. Pasamos por el acantilado más famoso de Alemania, la Lorelay, hermosa doncella que se sentaba en lo alto de las rocas para atraer a los marineros, cantando para arrastrarlos a la muerte en los rápidos del rio. El poeta Heinrich Heine escribió una gran obra basada en esta historia, Die Loreley, aunque tengo que reconocer que yo no la vi, pues me quedé dormida con el suave movimiento del barco, pero me dijeron que no era nada impresionante y que había que tener imaginación para verla bien.
Ese mismo día llegamos a Rüedesheim. Un precioso pueblo turístico, que nada tenía que ver con el que habíamos conocido antes. Nos encontramos con unos tunos de Granada y nos cantaron una canción, íbamos los seis de siempre y resultaba un poco raro escuchar clavelitos en aquel entorno. Nos gustó mucho esta visita, recorrimos las callejuelas observando las casas de preciosas fachadas, paseamos por sus placitas y entramos en las tiendas. A mí me encantó una que solo vendía cajas de música, de todo tipo. Pasamos un buen rato escuchando las distintas melodías. Al parecer era una población con mucha afición por la música pues había un museo con un show mecánico-musical, de instrumentos raros, pero no entramos. Preferimos caminar viendo y escuchando a los grupos musicales que actuaban en los distintos locales de copas, que eran muchos, hasta que nos decidimos por uno; en su fachada había un preciosos carrillón que cuando daba las horas salían muñequitos y la gente se congregaba alrededor. Nos sentamos en la terraza a tomar unas cervezas, pues hacía una temperatura agradable que había que aprovechar, dado que a veces el frío y un viento helado hacían su aparición, y pese a ir abrigados eran bastante incómodos.

Jueves. Navegamos hasta Worms y desde allí viajamos en autocar para conocer Heidelberg, una de las ciudades más bonitas de Alemania. A los encantos de esta preciosa ciudad sucumbieron músicos, pintores y poetas de Romanticismo y conociéndola, no me extraña en absoluto. Está situada en el valle de río Neckar. En esta ciudad está la Universidad de Heildelgerg, la más antigua de Alemania y conocimos a unos chicos valencianos que estaban estudiando allí. La zona frente al castillo tiene unas preciosas construcciones, casas que en principio fueron ocupadas por profesores de universidad. El lugar más destacado de la ciudad es el castillo de Heidelber, que además es la ruina más famosa de Alemania; consta de varios edificios, incluida la Dicker Tum (torre gorda).




En centro histórico está muy bien conservado y dispusimos de tiempo libre para recorrerlo. Visitamos la Iglesia del Espíritu Santo con la guía local y luego caminamos por sus bulliciosas calles, contemplando los preciosos edificios, las animadas terrazas, pastelerías y la famosa tienda de “besos de chocolate”.



Esta localidad la recorrí en solitario durante un buen rato, pues entré a comprar un móvil de libélulas en un precioso establecimiento de comida natural y productos artesanales y de comercio justo y como fueron tan pesados en atenderme dije al resto de mi grupo (éramos los seis de siempre) que continuaran caminando para que no tuvieran que esperarle y cuando los quise alcanzar no los encontré. Escuché a unos músicos callejos, hice fotos y caminé hasta la hora de regreso. Fue un poco raro andar sola por una ciudad desconocida, pero disfruté del paseo, pues el centro era tranquilo y encantador. Desde allí nos dirigimos a Speyer y después de cenar salimos a dar una vuelta por la localidad. Atravesamos el gran parque para llegar a la iglesia de dimensiones impresionantes, con magníficas cúpulas, aunque por dentro no me gustó nada. El Ayuntamiento, la plaza y los magníficos edificios; la amplia avenida que cruza la ciudad, jalonada de tiendas de marcas, con una animada terraza llenas de gente nos dieron una idea de la vida nocturna de la ciudad, aunque era bastante tranquila. Se había hecho de noche y de regreso al barco tuvimos que atravesar de nuevo el parque, nos despistamos y nos perdimos. Estuvimos durante un rato extraviados, y aunque todavía íbamos bien de tiempo nos apuramos un poco, unos más que otros, pues a mí me dio por reír; entré en un hotel para preguntar, y es increíble, pero no había nadie. Al final el camarero de un restaurante chino que encontramos un poco más arriba nos orientó y por fin, después de la aventura llegamos al “Alemannia” cuando aún faltaba media hora para zarpar. Desde la cafetería, con unas copas delante vimos como los más rezagados embarcaban y salimos rumbo a Estrasburgo, teniendo por delante varias exclusas.


Viernes. Al medio día llegamos a Estrasburgo (Francia) y después de comer prontito (11,45) salimos de excursión por la ciudad. Su centro histórico ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Es una gran urbe, con un trazado que la hacen fácil de recorrer, en la que se ven muchos contrastes, una ciudad cosmopolita en cuyas calles se puede reconocer la identidad de la región a la que pertenece, Alsacia. Bellos edificios, románticos rincones, estrechas callejuelas con casas preciosas adornadas con madera tallada. El tiempo acompañó, pues hacía un día espléndido para recorrer su casco antiguo, ver el reloj astronómico más completo del mundo en su magnífica catedral gótica, que es considerada una de las mejores del mundo, o disfrutar de un helado en una de las animadas terrazas de la plaza.



La Pettitte France, es uno de sus barrios más tradicionales y hermosos. Era una zona en la llevaban a los enfermos del “mal francés” (sífilis), de ahí su nombre. Edificaciones alsacianas, fachadas de madera con preciosas vistas a los canales. Todo muy cuidado y adornado por preciosos arreglos florales que no pueden pasar desapercibidos. Es una delicia pasear por sus estrechas callejuelas, cruzar los puentes y disfrutar de un ambiente pintoresco e inolvidable.



Sábado. Último día del viaje. Como había subido el nivel del agua el barco no pudo llegar hasta su destino y tuvimos que desembarcar en un pueblo 40 kilómetros antes. En el bus fuimos hasta Basilea para realizar un City Tour. Es el punto donde confluyen Alemania, Francia y Suiza, a orillas del Rin.

Lo que más me gustó de la ciudad fue el claustro de la catedral y las vistas desde el mirador. Estuvimos en la plaza del mercado muy bulliciosa y animada y vimos la fuente con el Basilisco, símbolo de la ciudad. Aquí terminaba el viaje y nos dejaron en el aeropuerto de Zúrich. Como teníamos algunas horas por delante antes de que saliera nuestro vuelo decidimos, los seis de siempre, coger un tren hasta el centro de la ciudad. Fue toda una aventura que terminó muy bien, pues la capital vale la pena verla. Comimos muy bien en la terraza de un restaurante muy original, en el que la carta estaba pegada sobre las tapas de cajas de películas antiguas, enormes; los platos tenían nombres de películas famosas y toda la decoración del local estaba basada en el mundo del celuloide. Después del café dimos un paseo muy agradable que terminó en el río y volvimos a tomar el tren al aeropuerto para dar una vuelta por las tiendas duty-free, que me sorprendieron con unos precios bastante caros, comprando los típicos y exquisitos chocolates suizos, que podremos degustar el primer día de nuestras tertulias.



Ha sido un viaje muy agradable y unas vacaciones estupendas, en las que he visitado pueblos y ciudades inolvidables y disfrutado de todo el trayecto; he conocido a gente encantadora, me he divertido con ellos, haciendo risas y he podido relajarme durante las horas de navegación que he aprovechado para leerme el libro de Vargas Llosa ”Travesuras de la niña mala”, que me apetecía mucho, enganchándome desde el principio, no me ha defraudado en absoluto, pues es una historia muy buena aunque a veces de sabor amargo, además este viaje a sido mejor al hacerlo en compañía de Jesús.

Por último y por si alguno se anima a realizar este crucero fluvial por el Rin, que vale la pena, le recomiendo que elija el itinerario que comienza en Zúrich, porque ir contra corriente, como hemos hecho nosotros, supone más horas de navegación y menos tiempo en tierra, aunque si lo que quieres es descansar… Y cuidado con las avispas, que con tantas flores son muy abundantes y molestas.