Graziela


Cuando amaine el viento y pase la tormenta, se llevará estas nubes plomizas  que nos impiden ver con claridad.  Quedará el olor petricor flotando en el aíre.
Pasado el temporal,  soplará una brisa suave que acariciando nuestros rostros traerá aromas de frescura y renovación. 
Volveremos a saborear la vida, con mayor intensidad.
Una nueva mirada nos permitirá observar el futuro sin sentirnos lastrados por el pasado, sin miedo ya.
La luz se abre paso, se ilumina el cielo pintado de azul. Es momento de soltar el ancla, de avanzar  impulsados por la fuerza de la esperanza y la energía de los que te apoyan.
Aquí estoy, aquí seguiré. Mirándome en ese mar.

Graziela




EN PRIMAVERA

Quiso volar, pero cada vez que intentaba dar un brinco para elevarse y coger altura,  parecía que sus zapatos estaban pegados a la tierra, a la que se sentía unida.
Siguió intentándolo, siempre con el mismo resultado. 
Estaba lastrada.
Fue saltando barreras, derribando obstáculos y perdiendo peso.
Cuando solo le quedaban sus zapatos, se descalzó, caminó deprisa, con decisión. Abrió los brazos, era ligera como un amento. Dejó de sentir la tierra bajo sus pies, para  notar el frescor de la brisa en el rostro y empezó a elevarse. Flotaba ingrávida y al fin voló como siempre había soñado en este viaje postrero.