Graziela


Como cada primavera Josefina, "la profe" de gimnasia del C.C. Buenavista, nos brindo la oportunidad de pasar un día al aire libre para hacer senderismo, y yo no pude negarme a la tentación. Este año preparó una excursión al Ferrocarril del Tiétar.

Se ve que con la ruta, el autocar y los guías también encargó un día primaveral, pues el cielo estaba límpido y prometía mantenerse así durante toda la jornada, lo que ya suponía una alegría después de tantas lluvias y días grises.

Madrugamos, pues la cita era a las 8,15, aunque tuvimos que esperar hasta que estuvimos todos y salimos a la hora prevista.
Por la carretera de Extremadura nos dirigimos al suroeste de la Comunidad de Madrid, a la poco conocida Mancomunidad de Pinares, y la primera parada la hicimos en Aldea del Fresno, para desayunar y tomar fuerzas para la caminata. 



Dimos un paseo por el pueblo antes del café, y pudimos ver el pequeño parque situado al lado de la iglesia. Luego nos acercamos a ver el río, y no sorprendió una playa, en la que imaginamos que en días de veranos la gente aprovecha para disfrutar de un buen baño en el río.


Seguimos una carretera de montaña, que pasa tan cerca del Safari Park en Aldea del Fresno, que desde el autocar pudimos ver a lo lejos avestruces. Llegamos al  embalse de Picadas (Pelayos de la Presa). Este embalse recoge las aguas del río Alberche,  donde comienza de la Vía Verde, que sigue la plataforma del ferrocarril del Tiétar, por el valle del Alberche, que nace en la vertiente norte de Gredos y no del Tietar como sería más lógico pensar. Este ferrocarril fue un proyecto de finales del siglo XIX, que nunca llegó a terminarse, aunque si su trazado que llega hasta el embalse de San Juan, punto en el que termina la ruta.
  

La presa de Picadas fue construida en 1952 y tiene una altura de 60 metros de hormigón . La ruta transcurre por un cañón fluvial.

Un sendero, cómodo de recorrer, nos permitió apreciar el bosque mediterráneo: encinas, robles, pinos, cornicabras (fácil de distinguir porque ramifica desde abajo y por las curiosas formaciones que recuerdan los cuernos de las cabras), pinos, alisos y acebuches.  



Plantas aromáticas (tomillo, cantueso, romero...)

Este bosque mediterráneo también presenta influencias occidentales, con enebros y sabinas. Nos deleitamos con el resultado de las abundantes lluvias de este año, que han hecho brotar en todo su esplendor multitud de flores silvestres,que pintaban el campo a ambos lados del camino de vivos colores: jaramagos, botones de oro, margaritas, narcisos, jaras rosas, etc. 



También pudimos observar a los buitres que nos sobrevolaban y otros pájaros, pues es una zona especial de protección de aves y una de las buitreras más importantes de España se encuentra muy próxima. 

Cruzamos la presa, y buscamos un lugar para hacer un pequeño descanso y tomar un tentempié, antes de continuar. 




 Pasamos el tunel, y tras el frescor que da la piedra y la oscuridad...





De nuevo el agua, el sol, la belleza del paisaje y las pequeñas flores



Y así con los ojos llenos de tonos vivos y luz, y gracias al ligero vientecillo que nos acompaño durante todo el trayecto, llegamos al final de la ruta y vimos el embalse de San Juan, con los pies un poco más cansados al llevar andados 10 km.  Como el senderó era llano y realizamos el camino con tranquilidad, en vez de quedarnos en el merendero que allí había, nuestro guía decidió buscar alguna pradera para poder disfrutar del almuerzo.
Subimos un pequeño repecho y entre los pinos nos instalamos cómodamente para dar buena cuenta de cuanto llevábamos en nuestra mochilas y aligera totalmente el peso de las mismas.




 Al sentarme me di cuenta de que estaba cansada. Compartimos viandas, charlamos y reímos. Después incluso quisimos hacer la competencia a los pájaros que nos habían acompañado con sus trinos, y sin temor a que el maravilloso azul se cubriera de nubes,  cantamos, unas mejor que otras, pero todos con alegría y el buen humor que se siente cuando estás feliz. 
Especial mención merecen Delia, la mayor del grupo que pese a haber pasado un invierno bastante regular se apuntó a la excursión y no solo cantó, sino que también bailó y nos hizo reír; y Carmen, que transmite esa alegría que le caracteriza, y fue la primera en "salir al escenario", y aunque ya no está en el mismo grupo que yo, seguimos siendo compañeras y cuando nos vemos lo celebramos.


Estas salidas anuales que organiza Josefina no sólo suponen un corte en la rutina diaria y una oportunidad para disfrutar de la naturaleza (con lluvia o con sol), sino que también es una experiencia y un modo de conocernos mejor y de compartir algo más que frutos secos, lo que siempre es importante.  


Después de comer y recuperadas del paseo, con buen ánimo levantamos el campamento para caminar el tramo que nos quedaba, sin embargo aún subimos un pequeño tramo para poder contemplar desde arriba la maravillosa vista del Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias, perteneciente a la orden cisterciense desde mediados del siglo XII.


No podía faltar la foto del grupo y pese a los preciosos parajes que habíamos recorrido no se nos ocurrió hacerla antes, así que no quedó muy bien el fondo, pero lo importante en este caso eran las personas, y esas están todas estupendas.


Gracias a todos y en especial a Josefina, por hacer posible que pasara este día tan estupendo y volviera a casa llena de energía, aire puro y un dulce recuerdo.