Graziela




UNOS MINUTOS A SOLAS CON ELLA

             Es verdad que la muerte de mi madre me ha cogido por sorpresa.  Un infarto. Ella que nunca ha padecido de corazón. Pensaba que sería mi padre quien nos daría un susto en cualquier momento, el definitivo, pues llevamos unos cuantos desde que le diagnosticaron la enfermedad.

            Los pocos amigos de mis padres y la poca familia lejana que han venido al tanatorio pensará que todavía estoy en shock y por eso soy incapaz de mostrar toda mi aflicción. ¡Qué triste! No tengo miedo a desmoronarme, ni siquiera estoy haciéndome la fuerte. No me salen las lágrimas.

            Mi padre está destrozado. Imagino que se siente totalmente desvalido sin ella al lado para decirle lo que tiene que hacer. No sé cómo laha aguantado tanto, es un buenazo y,además, la quería.Sin embargo, ella me confesó que nunca se habría casado y que no entraba en sus planes tener hijos, no los necesitaba. Y me lo decía a mí, precisamente.

            Nunca me ha tenido en cuenta; lo asumí, acostumbrada a que solo me prestaran atención cuando me necesitaban. Luego se sentían obligados a regalarme algo, llevarme a comer a un sitio caro, que siempre elegía ella sin tener en cuenta mis preferencias, o a darme dinero. Sabían que con la hipoteca a veces estaba apurada; tenían un piso cerrado en Madrid, pero yo debía aprender a organizarme y comprarme mi propio apartamento, aunque me supusiera andar siempre agobiada de dinero. Menos mal que eso ha cambiado desde que vivo con Luis. Ahora lamento no habérselo contado. Tenía miedo a su reacción. Todavía me escocían sus palabras cuando me decía: “no entiendo cómo siendo como eres puedes gustas a ningún hombre; nadie se va a fijar en ti si lo único que tienes bonita es la melena”, para sacar luego a relucir mi gordura, la falta de estilo, el hecho de que siempre fuera vestida como una cucaracha, con la cara lavada y que no tuviera ni un triste par de tacones en mi zapatero. Por eso dejé de hablarle de mi vida personal.

            Debí decirle que había conocido a Luis, que salíamos juntos, que éramos pareja. Estoy segura que se olía algo, en varias ocasiones comentó que me veía distinta, que estaba más mona y había perdido peso, su eterna fijación. Yo tenía miedo a que Luis no pasara su filtro, aunque como es un amor, seguro que si le hubiera conocido habría intentado coquetear con él.

            Esto no está bien. Estoy mirándola: muerta, bien peinada y maquillada como para ir al concierto; el ataque la sorprendió cuando iban al auditorio, y ese sudario no le favorece nada, no parece ella. Seguro que nos pondría a escurrir a mi padre y a mí por permitir que la vieran así, sin estar perfecta, con sus joyas y su pañuelo anudado al cuello para ocultar la edad, que a medida que pasaban los años, se convirtió en uno de los grandes enigmas del universo. No puedo evitar sonreír, ahora ya no podrá controlarlo todo como hacía siempre.

            Papá dice que quiere que llevemos sus cenizas a Fuenterrabía. La casa de allí le encantaba y la vista desde la terraza de la bocana del puerto pesquero era su preferida. Es el lugar perfecto, decían. Hace que no voy por allí desde que me emancipe y no volví de vacaciones con ellos. Mi madre nunca consintió dejarme las llaves, ni siquiera si le aseguraba que iba a ir sola. Le espantaba que tocaran sus cosas. ¡Era tan rara…!

            La poca gente que ha venido se ha marchado ya. Mis amigos vendrán mañana y Luis también. Necesito un rato a solas con ella. Quiero despedirme, no puedo quedarme así. Con unos minutos será suficiente. Papá dice que quiere hablar con el cura, y aprovecho antes de cerrar y marcharnos.

            Mamá: Esta vez no puedes interrumpirme con tus argumentos, ni querer tener razón, pese a saber que no la tienes. He llegado al convencimiento de que conmigo lo has hecho lo mejor que has sabido, aunque me hayas infringido mucho daño. Gracias a años de terapia he conseguido ir paliándolo. Comprendo que me tratabas así porque me veías como tu peor castigo por casarte con un hombre sin amor, solo para salir de tu casa, por quedarte embarazada, aunque no lo desearas. Siento no haber cumplido tus expectativas y no llegar a ser la hija que esperabas, a tu imagen y semejanza. Hice la carrera que querías sin que me gustara, y nunca llegué a ejercer; disfruto de mi trabajo, con el que según tú nunca llegaría a nada. Ahora, por fin, he conseguido deshacerme del  maleficio de ser y sentirme el patito feo. Me habría gustado ver la cara que ponías cuando te confesara que hace un año que me case por lo civil con un hombre maravilloso, y que pese a no tener esperanzas de ser madre, el mes pasado nos hemos enterado de que estoy embarazada.

            Te doy las gracias por todo lo que me has dado, sobre todo, por lo mucho que he aprendido contigo y pronto tendré ocasión de ponerlo en práctica con mi hijo.

            Solo quiero que sepas que soy una mujer feliz. Nunca seré la triunfadora que esperabas y no me importa en absoluto. Pienso que sin tu mirada crítica y tu sombra sobrevolando mi vida estaré más tranquila.

             Feliz viaje, mamá.

Graziela

 

                                                       Cuadro de Pedro Cano


POR ACCIDENTE

 La gente no entiende que me guste venir aquí cada mañana después de lo que paso. Llego muy temprano, me coloco delante la barandilla de hierro, estoy más seguro si me apoyo en ella. Pensé que nunca volvería a este sitio, bueno, ni a este ni a ningún otro. Fue muy jodido. El accidente me corto la pierna y a punto estuve de desangrarme en la barca. Miro los escalones, a mi pie, con añoranza, con rabia. Durante años los bajaba y los subía cuando íbamos a hacernos a la mar, y cuando volvíamos con las cajas repletas de pescado. Necesito el olor a mar, sentir el salitre en la piel y el viento en la cara para saber que sigo vivo.

Vengo cuando todos han salido y me marcho antes de que vuelvan. No quiero ver la lastima en sus ojos, ni que me compadezcan como a un lisiado cuando me miran. Ellos no saben que aunque el carácter cada vez lo tengo más osco me siento agradecido. Tampoco es tan malo que te falte una pierna. Lo peor es no poder trabajar y estar condenado a días interminables de hastío.

Antes llevaba el pantalón largo, con la patera vacía, que se movía como una bandera a cada paso. No quiero prótesis, me apaño bien con la muleta. No me da vergüenza que me vean el muñón, pero Juana, mi mujer me dice que no es agradable para los demás. Tiene más complejo ella que yo.

Quiere que cuando me den la indemnización nos marchemos a vivir cerca del chico. Dice que ahora con el niño nos necesitan. Yo sé que solo quiere largarse de aquí, no soporta ver a Raimundo, le culpa del accidente y las cosas pasan porque toca. El cable de hierro siempre estuvo allí. Fue mala suerte, no le guardo rencor, seguimos siendo amigo, aunque él me esquive.

La cosa se pondrá mal en casa cuando me niegue a marcharme. Veremos quién gana, Juana es muy buena, pero muy burra y ahora la necesito más que ella a mí.