Graziela




LEYENDAS

   Nací con espíritu aventurero y ambición viajera. Sé que éste no era el destino que mi padre había elegido para mis hermanos y para mí, aunque no me importó.
  Permanecer días sobre una mesilla, esperando que algún desconocido me cogiera, me ponía frenético.
   Una mujer madura fue la primera. Cada noche volvía cansada, se tumbaba en la cama, y yo la observaba, miraba sus dedos, anhelaba sentir su tacto, su calor. No pensé en las consecuencias, me lance al suelo a su paso. Ella me recogió, acarició mi lomo y empezó a leer. Yo estaba tan contento que podría haber gritado mucho más de lo que decían mis palabras. Aquel idilio duró tres días. Lo más cruel es que al terminar de leer doblaba la esquina de la hoja en la que se había quedado, lo que me producía una desagradable sensación y me dejaba para siempre marcado. Al verla guardar todas sus cosas se me encogió el pequeño corazón de papel y tinta. Este fue el principio de mi nueva vida. Hasta me hizo ilusión encontrarme en su bolso, aprisionado entre un sinfín de cosas que no acertaba a identifica. Así abandoné el único lugar en que permanecí durante mi corta vida, exceptuando la caja en la que me trajeron con mis hermanos.
   Estaba un poco asustado al escuchar tanto ruido a mí alrededor.
  Mi salvadora me sacó del bolso, acercándome a la ventanilla para tener mejor luz. Un universo diferente pasaba ante mis hojas a toda velocidad: edificios, coches, árboles, carreteras, montes... Estaba encantado, ¡por fin encontraba mi camino!
   El tren se detuvo, la mujer me depositó en el asiento para recoger sus pertenencias. ¡No podía creerlo! Me dejó allí, solo. La gente pasaba de largo, de nada me serviría tirarme al suelo, así que ni siquiera hice el esfuerzo. Cuando estaba punto de perder toda esperanza, una mano fuerte me sopesó, aireó el papel de mis páginas y me introdujo en su gran mochila.
  Camina durante horas conmigo a cuestas, a veces charla con alguien, es divertido aunque yo no consiga ver nada; cuando se detiene me saca un rato. Lee rápido mientras come, los peregrinos nos saludan, después seguimos viaje hasta que cae la noche.                Compartimos habitación con otra gente.
  Ya me está terminando. Estoy satisfecho, soy feliz porque me ha ofrecido a un señor. Sé que la aventura va a continuar.