PRIMERA
CITA
Quedamos
en un bar de copas, le vi nada más
entrar, su presencia destacaba entre el resto de la gente. Un tío altísimo, muy
delgado y con piel de charol. Llevaba una bufanda con muchos colores, como buen
Jamaicano, que resaltaba más en contraste con su cabello negro, largo y con rastas.
Me hizo una seña con la mano y me acerqué. Nos dimos dos besos en la cara, aunque
llevábamos meses hablando por teléfono y wasap no nos conocíamos en persona.
Pedimos unas cervezas y conversamos. Me gustaba. Tenía grandes ojos y la mirada
dulce, acariciadora. Cuando sonrió sentí que el suelo se abría bajo mis pies. Aquello nunca
me lo habría imaginado. Sus dientes eran como perlas, escasos, solo dos, que
parecían camisetas tendidas separadas en un cordel. Intenté disimular mi
desconcierto y desilusión. Me sentía muy incómoda, no quería parecer indiscreta, mi
mirada buscaba su boca todo el tiempo, sin poder prestar atención a la amable
charla que manteníamos.
Algo
se había quebrado en nuestra incipiente
relación. Me propuso ir a cenar, y yo me
excusé alegando que estaba a régimen, quería evitarme el bochornoso momento de
verle comer. Me acompañó al metro, me besó en los labios y en cuanto llegué al
andén le bloquee.