Graziela


OPATIJA

Opatija está en la Región de Istria, en el fondo de la bahía de Kvarner. Opatija o Abbazi (cuyo nombre viene de abadía) era un pueblo de pescadores y ahora una preciosa ciudad costera. Ahora es destino turístico de la alta sociedad en el Adriático y eso se puede reconocer a simple vista en los hoteles, restaurantes, boutiques, villas privadas y las terrazas de sus hoteles que conservan ese espíritu elegante y lujoso de tiempo pretéritos. 


Fue importante ciudad de descanso de la aristocracia austro-húngara, tanto en invierno como en verano por el benigno clima mediterráneo del que goza.

Llegamos al atardecer al Hotel Milenij, en Opatija y fue toda una sorpresa.
No se si por ser el último y para que todos nos fuéramos con un buen sabor de boca, era con diferencia el mejor hotel de todo el viaje. Un cinco estrellas ubicado en el centro de la localidad, en el paseo marítimo de Lungo Mare. Su decoración actual y el aire tradicional que se respira en él hicieron las delicias de todo el grupo.
En esta ocasión tampoco tuvimos la suerte suficiente como para conseguir una habitación con vistas al mar, lo que me habría encantado, sin embargo, después de cenar nos dimos cuentas de que gozábamos de otros alicientes.
Fue una lástima no disponer de más tiempo para recorrer entero el paseo marítimo, en lugar de dar una vuelta rápida por la zona del puerto, al pie del hotel y asistir en directo a la caída del sol, llegando hasta la playa antes de que se presentara apresurada la noche y la hora de cenar.
Desde la habitación se veía la terraza del edificio de enfrente, un bar con música en vivo, así que disfrutamos de las canciones, tarareamos algunas y hasta pudimos "echar un baile" en plan romántico antes de dormir. Al día siguiente nos esperaba las últimas visitas del programa y ya arrastrábamos muchos kilómetros de autocar, bastantes madrugones y buenas caminatas, la mayoría de ellas al sol, y todo ello se dejaban sentir. 

  
GROZNJAN

Tempranito y después de un buen desayuno salimos hacia Groznjan. 










Un pueblo situado en la cima de las colinas sobre el río Mirna.
Esta pequeña ciudad es famosa por su arquitectura, las galería del arte, y eventos musicales y cinematográfícos, aunque de estos últimos no pudimos disfrutar, pues era tan pronto cuando llegamos que muchas de las tiendas y galerías, que suponían uno de los mayores alicientes del lugar, aun estaban cerradas.

En realidad a mi me pareció un pequeño pueblo pintoresco, con puertas y ventanas de un característico azul, alegre y recoleto, muy bonito.
Las numerosas galerías de arte no me resultaron nada especialmente sorprendente y las tiendas de artesanía tampoco se me antojaron muy originales y artísticas, pues salvo alguna, como la tienda de pañuelos de seda pintados a mano y otra de joyería con cristales y esmaltes, las demás ofrecían cuadros, cerámicas, títeres y muñecos, más o menos curiosos, pero nada del otro mundo; también vendían productos alimenticios de la zona, pastas italianas y exquisiteces de gourmet, aunque no era cuestión de venir cargados de latas que al fin y a la postre podríamos encontrar en Madrid, sin tener que buscar mucho.


Un paseo agradable que se limitaba a un puñado de calles que tardamos poco en recorrer. Había una iglesia, esta si era original, tenía una pintura que ocupaba todo el frontal, tras el altar mayor, que casi mejor no haber entrado a verla pues en mi personal opinión me recordaba a los cromos antiguos por sus colores y dibujos, aunque supongo que allí se sentirían muy orgullosos de ella. Era un susto.

Curioso el caminar por Groznjan, pues al llegar el grupo integrado por unas cincuenta personas se disperso totalmente. Nosotros hicimos la visita con Lola y Rosi, dos señoras muy agradables, y a ratos parecía que estábamos allí solos, sin ver a nadie ni conocido ni desconocido, sin embargo, instantes despueste cruzabas con compañeros de viaje, encontrándonos una y otra vez  los mismos, en distintas calles, al doblar cualquier esquina o al entrar a curiosear en alguna tienda.



Hicimos muchas fotos y fue aquí donde por fin conseguimos ponernos todo el grupo de acuerdo para la instantánea testimonial, perseguida durante los seis días anteriores y que se culmino con un fondo que poco tenía de especial, aunque esto no tenía importancia, pues la verdad es que a estas altura del viaje ya se habían organizado casi todos los grupos y la gente parecía tener muy claro donde y con quien se sentía mejor, porque uno elegía la compañía que  le apetece todo el tiempo, o según el momento. Nosotros creo que fuimos de los que más "nos mezclamos", pues acabamos charlando con todos y yo conociendo por su nombre a la mayoría.

Ya nos advirtió  la guía que la visita a Groznjan sería corta y aunque en principio dijo que teníamos veinte minutos antes de seguir ruta, por las protestas de algunos nos dio media hora, y la verdad es que a nosotros nos sobraron más de diez minutos después de haber entrado en todas las tiendas, que tampoco eran tantísimas, y recorrido cada calle, hasta casi salirnos del pueblo. Así que yo aproveche ese ratito hasta reunirnos en el autocar, que estaba como una sauna,  para columpiarme en un pequeño parque que había en la entrada y estaba desierto, y fue un rato estupendo disfrutando del fresquito y escuchando los pajaritos mientras me balanceaba suavemente.


POREC


Porec (Parenzo en italiano) es el mayor centro turístico de la Península de Istria. Las calles y edificios reflejan parte de su historia en su arquitectura, llenos de vestigios dejados por las distintas civilizaciones que lo dominaron: romanos, bizantinos, lombardos y francos, venecianos, etc.
Al igual que en Groznjan, en Porec también disponíamos de tiempo libre, es decir, que no llevábamos guía a la hora de realizar la visita, aunque contábamos con un el plano de la ciudad para elegir hacia dónde dirigir nuestros pasos.

Nada más llegar vi que era una ciudad de aire mediterráneo, calles empedradas y llenas de gente.
Lo más destacado era la Basílica de Santa Eufrasia, conocida como Basílica Eufrasiana, del siglo VI, y declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y como al parecer la cerraban antes del medio día fue la primera parada que realizamos.
Mientras caminábamos hacia allí disfrutamos de su arquitectura gótica.













La entrada a la Basilica no hacia intuir la belleza y grandiosidad de su interior, que me dejó impactada.

Lo bueno de ser domingo es que nos ahorramos pagar la entrada para conocerla, aunque no pudimos subir a su torre para ver la ciudad desde las alturas. 


La bóveda del ábside esta decorada con una representación de la Virgen María que tiene en sus brazos al Niño Jesús.

La Basílica está dedicada a la Virgen María. Fue construida en el emplazamiento de un antiguo santuario, a partir del siglo VI a petición del obispo Euphrasius, que le da nombre. En su construcción se utilizaron las piedras del santuario anterior y se importaron bloques de mármol de las canteras de la región del mar de Mármara. 
Los mosaicos que adornan las pareces del ábside los realizaron grandes artistas bizantinos, sin embargo el pavimento es obra de artistas locales. 

Salimos de la Basílica dispuestos a caminar tranquilamente por la localidad Y así recorrimos sus calles, atentos a las fachadas, sin perder detalle de los edificios.





La calle principal está salpica de tiendas, restaurantes y en las plazas terraza llenas de turistas, con ventiladores y agua atomizada, gracias a los cuales podíamos seguir caminando, pues el calor era muy intenso a esa hora.
Porec está en una península así que tiene mar por los dos lados, esta es la entrada a una torre que alberga en su terraza un restaurante, a la que algunos subieron para ver desde arriba toda la ciudad.


Dicen que las playas de esta zona son famosas y después de pasear, charlar y reirnos bajo un sol de justicia y con la humedad pegada a la piel, nos acercamos hasta el mar, pero ya era hora de regresar y no pudimos ni sentarnos un rato a contemplarlo.
Abandonamos Porec casi agotados en dirección a Rovinj, última parada del día.



ROVINJ

El almuerzo lo teníamos concertado en Rovinkj y desde el lugar donde nos dejó el autocar a la entrada del casco antiguo de la ciudad tuvimos que recorrer un largo trecho. Hubo personas del grupo que sufrieron un golpe de calor, con bajada de tensión; un señor incluso cayó desplomado, pues pese a que todos procurábamos estar bien hidratados en todo momento, bebiendo agua fresca, llevábamos sombreros y buscando la sombra constantemente, el calor nos afectaba mas de lo deseado y a unos más que a otros.

Durante este trayecto ni siquiera me quedaron ganas de hacer fotos, pues francamente había muchas personas y me sentía bastante agobiada tanto por el calor como por la gente y el temor a despistarme si me detenía.


Un restaurante italiano, frente al mar con ventiladores y agua de vez en cuando nos permitieron recuperarnos. Después de comer mas que un paseo el cuerpo nos pedía una siesta, o un descanso al fresco de cualquier sombra, por eso algunos se quedaron tomando un helado o un café con hielo en una terraza mirando el mar, mientras otras nos paseamos por la ciudad.

Esta es la ciudad de bella arquitectura y colonia artística de muchos pintores de todo el mundo, dicen que es la más bonita de la Región de Istria.
En principio era una isla.
Tiene una zona marítima y otra continental, con el barrio Barroco, de los siglos XVII a XIX.
La parte medieval es una península y un canal que la une al continente.
Situada al norte del Adriático, Rovinj es un importante centro turístico. Su puerto pesquero está a poca distancia de navegación del histórico puerto italiano de Trieste, lo que justifica la numerosa colonia de italianos instalados en Rovinj y que ésta sea la ciudad de Croacia que más estilo italiano tiene.  Casas estrechas y muchas chimeneas, pues vivían muchas familias.











Primero pasamos por el arco de Balbi, de la época veneciana, dejando atrás la plaza principal del mariscal Tito, cerca del barrio del puerto, con edificios destacados como el Ayuntamiento o el Palacio Califfi. Desde allí comenzamos la subida hacia la parte más alta de la ciudad, en la que se encuentra la Basílica de Santa Eufemia.
Nos dejamos llevar por las calles empedradas sin mas guía que la torre de la catedral.


Tiendas de artesanía, alguna minúsculas, patios, fachadas, escaleras, flores... era fácil distraerse, quedarse absorta contemplando cuando encontrábamos a nuestro paso, por eso tal vez sean muchas más las fotos que los textos en esta parte del viaje, pues una imagen vale más muchas frases. Además, no es fácil describir las sensaciones que me producía el frescor de las calles angostas, la contemplación del mar desde lugares cada vez más elevados, mientras caminábamos.



Antes era un pueblo de pescadores y se dedicaban a la piedra caliza. También hubo aquí una tabacalera, aunque ahora ya solo queda el edificio en el que estaba instalada.


Como nos deteníamos con frecuencia para hacer fotos y observar cualquier detalle, la subida por callejuelas empinadas fue agradable, sin reparar mucho en las cuestas.
Encontramos algunos restaurantes y me recordaba todo mucho a Italia.




Y  por fin llegamos a la cumbre de la ciudad coronada por Santa Eufrasia, patrona de la ciudad.

Resultado de imagen de basilica de santa eufemia en Rovinj

Es un templo barroco, el más grande de Istria, con un trazado como el de la Basílica de San Marcos de Venecia y una altura de 60 metros.
La imagen de la santa también adorna la cúspide de la torre de la Basílica con una estatua a modo de veleta.
La catedral fue construida en 1736, cuando la isla servia de baluarte de la flota veneciana.

Dentro de la Basílica, hay ocho altares y el sarcófago de la santa en su capilla, con pinturas que narran su historia. 
Uno de esos altares está dedicado a San Sérgio.

Si soy sincera a mi la catedral no me gusto especialmente, me dejó fría, aunque lo cierto es que con el calor que habíamos pasado sentarte un poquito dentro y respirar el silencio  me vino bien.


 Desde allí arriba se veía el mar por todos sitios, pinos y tejados rojos. Una delicia.






Nos sorprendió este enorme cartel.


Volvimos por otro camino, que también desembocaba en la misma plaza de la que partimos, animada y cosmopolita. Desde allí fuimos despacio caminando hacía el punto de encuentro con el resto del grupo. Pasamos por el mercadillo: muchas frutas y verduras, que le daban una apariencia muy colorista, todo tipo de quesos y miel, mucha miel y abejas  revoloteando por todas partes, zumbando con fuerza, así que para evitar una posible picadura nos alejamos de allí.















Paramos un ratito en la playa, que a esa hora casi no tenía gente y me llevé aquella imagen del mar pegado a los edificios con ropa tendida que me recordaba a algunas película antiguas italianas y al fondo, sobresaliendo la torre de la Basílica. 
Ya nos esperaba el autocar y la tardía siesta que muchos hicieron de camino al hotel.

No podíamos marcharnos sin darnos un baño en el Adriático, que tanto me atraía. Quedamos en encontrarnos en la playa con Ana, Nieves, Montse, Celi y Rosa y también nos reunimos allí con Mariano y su mujer para sumergirnos en el fresco azul y darlos un prolongado y placentero baño, aunque lo de entrar y salir era otra cosa, pues aquí las playas son de piedras y no precisamente cantos rodados, por eso una vez dentro no veía el momento de salir.  No había olas, estaba tan sereno que a penas había necesidad de nadar, pues flotabas dulcemente.

Desde allí, aún mojados, visitamos la piscina del hotel, de la que no habíamos podido disfrutar aún. Me encantó también este momento de relax y diversión, pues una parte de la piscina estaba dentro del edificio y otra en el exterior a pocos metros del mar. Impresionante.


La Villa Angiolina, es una de las antiguas y hermosas villas de la localidad, en ella se han hospedado numerosos personajes ilustres.  
 Era la última noche, el viaje tocaba a su fin y por eso después de cenar, apurando ya las horas dimos un paseo por la ciudad.
Fotografía de Celina.



Me encantó, aunque como ya era de noche no pude tomar fotos. Paseamos por el parque, vimos la instalación del cine de verano, el paseo marítimo que estaba muy animado, la famosa mujer del pájaro, estatua situada sobre las rocas, de cara al mar con una gaviota en la mano. Las terrazas de los hoteles y restaurantes estaban muy concurridas, y había algunos puestos callejeros frente a la playa. Tranquilidad solo interrumpida por la música de algunos locales.
El regreso lo hicimos por la calle comercial, más solitaria a esas horas pues muchas de sus tiendas permanecían cerradas ya.


 A la vuelta una última copa en la terraza del hotel, con una confusión por parte de Ana que nos hizo reír durante un rato y aún cuando lo recuerdo no puedo evitar volver a sonreír ante el malentendido.

Últimas imágenes desde el hotel, salimos de allí casi al amanecer en dirección a Pula, ciudad de la que lamentablemente solo vimos el aeropuerto, no teníamos tiempo para más antes de salir nuestro vuelo de regreso a Madrid.
Desde el autocar
En resumen: un total de 1.600 kilómetros recorridos en autocar, más de 12 excursiones y casi otras tantas ciudades en siete días de viaje; un montón de imágenes, recuerdos, anécdotas que me unen a gente nueva, amistades y diversión que atesorar.
 Afortunadamente, dedicándole bastante tiempo y trabajo, pues para mi resulta complicado subir tantas fotos e intercalarlas con los texto, ya que mi blog parece tener vida propia y colocas las cosas de modo que quede más o menos bien y el se ocupa luego de hacer que salgan de otra forma, de cualquier modo, gracias a la serie de cinco entradas publicadas he podido ordenar el maremágnum de fotos (574), de lugares con nombres difíciles de recordar y en algunos casos hasta de pronunciar.  

Así que no me queda más que agradecer los días que pasé en Croacia con Jesús, mi compañero de vida, al que no le gustan nada estos viajes organizados y sé que lo hizo por mi, y a la gente que conocí, con la que compartí gratos momentos. Así que con los ojos aún llenos de azul, GRACIAS.