Graziela


Parece que el 31 de diciembre, cuando toca despedir el año, todos hacemos memoria para recordar lo que nos ha deparado el que se va, que dentro de nada, y por el simple hecho de cambiar el 2 por el 3 nos resultará más lejano. Mi balance es muy positivo, pues aunque he tenido sobresaltos, disgustos, decepciones, adversidades; he visto la enfermedad pasar cerca, y he compartido la pena de los que han perdido a alguien, he procurado sacar una enseñanza de todo ello, y también he disfrutado mucho y he sido feliz. 
Durante el 2012 he aprendido cosas nuevas, he recuperado actividades que tenía casi olvidadas, he viajado y conocido lugares estupendo, disfrutando también del paseo con mi compañero de viaje; he escrito mucho y estoy muy satisfecha de algunos de los cuentos que pronto veré publicados. Sigo ahondando en mi y avanzando pasito a pasito; he dado y recibido amor y sobre todo he compartido todo esto y muchas cosas más con mi familia, amigos y la gente que a ratos o durante mucho tiempo me acompañan en este camino que es la vida.
Quiero daros las gracias desde el corazón a todos, por vuestro apoyo, comprensión, ayuda, compañía y cariño, que me hacen querer ser mejor.

Os deseo que en el año que empieza riáis más, juguéis de vez en cuando, hagáis cosas que os resulten gratas, y disfrutéis de todo lo que cada día os depara, aprendiendo de las malas experiencias y gozando de las buenas. 

Empieza un nuevo año, un nuevo comienzo que podemos aprovechar para renovarnos, para que puedan producirse cambios a nuestro alrededor con una actitud más positiva y alegre.


FELIZ AÑO NUEVO CON AMOR Y LUZ.
Graziela

FELIZ NAVIDAD


Es fácil desear paz y un mundo mejor, aunque no resulte tan sencillo ver cumplirse estos deseos. 
Me entristece que este año, ni siquiera en las felicitaciones navideñas seamos capaces de evitar hacer referencia a la situación económica, y a las medidas políticas del momento, que para algunos parecen ser lo que rige nuestra existencia.  Tampoco me gusta que otros nos acerquen al miedo y quieran hacernos creer en un inminente final catastrofistas y apocalípticos.  
Yo por mi parte quiero darle un nuevo sentido a estas fechas, marcadas por el consumismo de muchos y las apreturas y carencias de muchos otros. Mejor dicho, quiero recobrar el  significado de la palabra navidad como 
"nacimiento de la vida en ti", sin necesidad de entrar en creencias o religiones. 
Aprovechar cada momento; disfrutar de la alegría de estar con tu gente, de los reencuentros, de compartir comidas, de los pequeños regalos que recibimos cada día, aunque no estén envueltos en papeles brillantes con lazos de colores, de ser obsequiosos, de pensar en los demás, y en definitiva, agradecer lo que tenemos.
Para conseguir un mundo mejor empecemos por cambiar nosotros, desde dentro. Es un buen momento para plantar una semilla de amor en nuestro interior, cuidarla día a día, alimentarla con cariño y comprensión, y mimarla para que crezca. Desde el corazón. 
FELIZ NAVIDAD PARA TODOS, Y MUCHOS BESITOS DE COLORES.

Graziela

Algo tierno para esta fechas


OJITOS

Yo de pequeña era muy alocada, inquieta, de las que no paran de jugar. Nunca he tenido vocación, pero como mi madre y mi abuela fueron estupendas en su trabajo, se suponía que yo, llevando sus genes, también debería serlo.
Me sacaron de mi hogar y me introdujeron en una familia, que sería la encargada de educarme. Eran afectuosos y amables conmigo, aunque no dejaban de corregirme constantemente. Sin embargo, notaba que no querían encariñarse conmigo. Intentaban mantener cierta distancia y cuando yo me emocionaba con algo, lo que ocurría con mucha frecuencia, y me mostraba entusiasmada, besándoles, haciendo bailecitos o dando brincos, inmediatamente me tranquilizaban hasta que se me pasaban las alegrías. Poco a poco, me acostumbré a su forma de ser, a cómo funcionaban las cosas en la casa, a que yo no era el centro y a que todo tiene su momento. Gracias a ellos, fui creciendo y madurando, mi carácter se hizo más afable, y me convertí en un ser tranquilo, obediente y responsable, y cuando empecé a sentirme contenta en mi piel, sin los altibajos de algarabía y depresión más propios de la adolescencia, me empezaron a llevar a la escuela.
Allí conocí a compañeras estupendas, pero la educación era personalizada y apenas si teníamos actividades en grupo, así que no pude hacer grandes amistades. Estaba visto que esa iba a ser una constante en mi vida. La soledad.
Me enseñaron todo lo que consideraron que debería conocer. Además de controlar mis instintos más animales, podía moverme con facilidad por la ciudad. Respetar las normas de circulación; utilizar el transporte público; caminar entre la gente, como si fuera distraída y, sin embargo, pendiente en todo momento de adelantarme a posibles peligros.
Yo no conseguía ver un sentido a todas esas enseñanzas y tampoco resultaba especialmente divertido, pues tenía que mantenerme alerta en todo momento. Lo mejor del día era cuando me dejaban tiempo libre en el parque, que yo aprovechaba para correr como una loca por el césped, pero esos ratos de expansión cada vez resultaban más breves y controlados.
A veces, me sentía triste al ver cómo otros congéneres disfrutaban jugando y, libres de ataduras, se revolcaban por la hierba o chapoteaban en la fuente llenos de barro.
Mi vida cobró sentido el día en que me la presentaron. Tímidamente, comenzó a tocarme la cabeza; su mano suave se deslizaba por mi pelo, palpaba mis grandes orejas y me recorría el cuello. Con cuidado, sus dedos largos dibujaron los contornos de mis ojos, el morro y la nariz y vi que sonreía confiada mientras me acariciaba el lomo y tocaba mi rabo, que yo no dejaba de mover como un abanico. Me estaba reconociendo. Yo la identifiqué al instante. Era ella, Lucía. Toda mi vida había estado preparándome para ella.
Me llamó Ojitos y no Rita, como todos. En pocos meses nos hicimos íntimas amigas, inseparables. Ya casi no la veo llorar, está contenta, se le nota más segura y hasta ha empezado a maquillarse. En el parque hemos conocido a otra pareja como nosotras; él es muy agradable y yo tengo un olfato extraordinario para estas cosas. Nora y yo también nos llevamos bien, es gratificante compartir un rato con alguien que tiene el mismo trabajo, que te comprende y con la que te entiendes sin necesidad de decir nada. Se nota que ellos se gustan y como Lucia confía plenamente en mí, en cuento les veo a lo lejos la encamino hacia allí. Luego mientras hablan, Nora y yo echamos unas carreras y les dejamos solos un rato. Se ve que se están enamorando y yo disfruto viendo a mi chica feliz.



Etiquetas: 4 comentarios | edit post