Graziela
 CHAPINERÍA


Pronto terminará el curso y, aunque este año no pensábamos hacer la excursión, al final Josefina, la profe de gimnasia, la ha organizado, con menos tiempo de lo habitual, pero ha resultado igual de agradable que en ocasiones anteriores.
Chapinería ha sido el lugar elegido, un pequeña población a solo 51 km. de Madrid. A las 8,30 horas, puntuales todas a la cita, salimos por la M-40,  para coger la M-501. La primera sorpresa de la mañana se presentó nada más abrir las puertas el minibús y ver la amplia sonrisa de  Inma, su conductora, con la que ya habíamos coincidido cuando fuimos a Valverde.
Entre las compañeras estaba Carmen, que esperaba con especial interés y algo nerviosa llegar al pueblo, para rememorar las largas temporadas pasadas en él con sus abuelos, que eran de allí; a todas nos contagió su expectación por recorrer lugares conocidos, que no sabía si sería capaz de reconocer con el paso de los años.
La dinamizadora del Ayuntamiento de Chapinería, que nos acompañaría en nuestro recorrido y nos explicaría su historia, curiosidades y características también se llamaba Inma, nos esperaba en la plaza, donde aprovechamos la ocasión para entrar en un bar y tomar un café; bueno, en mi caso fue un zumo, pues hacía mucho calor.
Chapinería, uno de los términos municipales más pequeños de la Sierra Oeste de Madrid, cuenta con 25,4 kilómetros cuadrados. La piedra berroqueña es la construcción típica chapinera.

Además es Zepa 56, lo que indica que estamos en una zona de protección de aves. Dimos un paseíto por el pueblo y las construcciones y lugares más destacados, entre los que se encuentra la Iglesia de la Concepción, Virgen de Rosario, aunque no pudimos verla por dentro porque se encontraba cerrada en ese momento. Fue construida en el siglo XVIII y la torre, que es posterior, data del XIX.


Después visitamos el Palacio de los Marqueses de la Sagra, del siglo XVII, que en principio fue utilizado como pabellón de caza por sus dueños, aunque posteriormente se instalaron en él para vivir; durante la guerra se convirtió en polvorín y más tarde se usó como preventorio, para alojar a los leprosos.
Carmen estaba muy contenta, pues se acordaba del sitio y vinieron a su memoria anécdotas de tiempo pretéritos que nos fue relatando.
En la actualidad se celebran en su patio los conciertos, y observamos el escenario que tenían instalado.  Ha sido ubicada en ese mismo palacio la biblioteca, que juega un papel muy importante en la vida cultural de la villa que, como pudimos comprobar, es bastante activa. Aunque sus puertas estaban cerradas, tuvieron la gentileza de abrirlas para nosotras y mostrárnosla. Era más grande de lo que imaginaba, con ventanales que daban a un parque; con modernas instalaciones, una parte dedicada a los más pequeños, otra con ordenadores y acceso a internet; también zona de préstamos de películas y de música. Un lugar muy agradable que invita a la lectura y recorrimos deteniéndose cada una en la parte que más llamaba su atención.
Pudimos disfrutamos de una interesante exposición de fotografía con imágenes antiguas y al lado otra instantánea del mismo lugar en la actualidad. Entre ellas aparecían rostros de habitantes de gentes que vivieron allí en lugares emblemáticos para que se pudiera a apreciar la diferencia. Entre aquellas viajas fotos nuestra compañera creyó reconocer a su abuela y fue un momento especialmente emocionante para todas.
Nuestra guía nos contó que la zona había recibido el premio María Moliner, de lo que como es lógico se sentían muy orgullosos.


Seguimos viendo las casas y sus construcciones, Becerriles. Por el camino de Calvario llegamos a El Bombo, un lugar para albergar caminantes, que tiene la característica que está construido sobre la roca, sin cimientos.

Después vimos la Ermita del Santo Ángel, un lugar muy solicitado para celebrar ceremonias, pues al estar enclavado en alto resulta muy bonito. 







Parque del Pozo Airón, con su laguna.

Pensábamos seguir una ruta que comienza al final de aquella calle; Inmaculada comentó que había otra de aproximadamente la misma extensión, en torno a los 4,5 km., que tenía un poco más de dificultad, pero que a ella le resultaba más bonita, "Senda de las Lagunillas" y decidimos cambiar el itinerario; nuestra conductora, siempre dispuesta a ayudar, nos llevó hasta allí en el minibús, pues estaba justo al otro lado del pueblo.


La vista desde el mirador, de un gran encinar y monte bajo, era estupenda en el Centro del Águila, y desde allí comenzamos la ruta.




Un camino agradable para la vista, aunque debido a las altas temperaturas la vegetación primaveral no se mostraba en todo su esplendor,  y la floración de retamas y cantuesos, que siempre alegra tanto el campo con pinceladas de amarillo y morado, ya estaba un poco pasada, aunque vimos escaramujos en flor, zarzas, acebuches y florecillas unos preciosos cardos, que ponían la nota de color entre tantos tonos trigueños de la hierba seca, y muchas encinas. 




Es una zona con mucha caza, pues descubrimos los agujeros de los conejos y además la ruta está adaptada preparada para personas con dificultades visuales, pues tiene a lo largo del camino unas cuerdas, para que los senderistas puedan agarrarse a ellas y caminar de forma más tranquila a lo largo de la ruta.

Hacía mucho bochorno y tuvimos que detenernos en diversas ocasiones, primero para beber agua, luego para reponer fuerzas con fruta o frutos secos y por último para volver a beber, pues el día estaba siendo muy caluroso y a esas horas del mediodía apetecía sentarse en una roca bajo las encinas y disfrutar del paisaje.
                     
Después de terminar y descansar un rato, volvimos al autocar y nos detuvimos en un bar para comprar bebidas frías, y algunas aprovecharon para tomarse una cervecita o un refresco, que bien merecido lo teníamos después de la caminata.

La comida la hicimos en un parque muy agradable, con unos patos que se acercaban a pedir. Después de dar buena cuenta de los bocadillos, compartir chocolates, frutas y dulce hicimos unas risas, con divertidos juegos y cantamos, animadas por una de nuestras compañeras, otra Carmen, que siempre consigue hacernos pasar un buen rato y pasamos de las zarzuelas a las rancheras y a aquellas canciones que cantabamos cuando eramos crías en los patios del colegio o en el parque.

En resumen otro día estupendo entre amigas, en el que disfrutamos tanto como los niños que visitan la granja que se encuentra allí mismo, y con los que nos cruzamos en distintos momentos a lo largo de la mañana.

De pronto, el cielo se oscureció (no sabemos si influyeron nuestras canciones, pues no siempre dábamos el tono, sobre todo yo que casi nunca lo encuentro), y los nubarrones negros vinieron acompañados de un fuerte viento; recogimos rápido, y cuando caían las primeras gotas nos fuimos a tomar café, para comentar la excursión y muchas otras cosas, que cuando se está a gusto y en buena compañía se pasa el tiempo sin sentir. Y al final no llovió aunque el cielo era de lo más amenazante.

Tengo que confesar que espero estas salidas con ilusión, y agradezco a mis compañeras el buen rato que paso con ellas y sobre todo a Josefina, pues es la principal artífice de las excursiones, quien pone ilusión y su buena disposición para organizarlo todo, además se preocupa y se encarga de que salga bien. Espero que el próximo curso podamos reunirnos para salir al campo y pasarlo igual de bien.
  

De vuelta a casa, cansada físicamente, pero relajada y tranquila, dispuesta a tomar una ducha rápida y salir corriendo para llegar a tiempo a la presentar el último libro de TAF, esa misma tarde y es que hay tiempo para todo.