Graziela


 PARA EL AÑO QUE ESTRENAMOS MI DESEO ES QUE TE SIENTAS CONTENTO POR DENTRO, QUE SONRÍAS A LA VIDA Y LA VIDA TE SONRÍA.

FELIZ 2019
  
Graziela


Graziela



ESTA NO ES UNA FELICITACIÓN AL USO, NI UN REENVIO, COPIO Y PEGO, TAN COMUNES EN ESTOS DÍAS. 
YA SÉ QUE ESTAS FIESTAS NO SON DEL AGRADO DE TODOS Y QUE ALGUNOS INCLUSO LAS DETESTAN. A MI  PERSONALMENTE, ME  HA COSTADO AÑOS APRENDER A VIVIRLAS CON ALEGRÍA Y AHORA ME ENCANTAN.
DISFRUTO UN MONTÓN CELEBRANDO CON AMIGOS Y FAMILIARES. DESAYUNOS Y APERITIVOS CON COMPAÑERAS, TIEMPO PARA CHARLAR, PARA CONOCERLAS MEJOR; CANTAR VILLANCICOS, AUNQUE LO HAGA FATAL; COMIDAS, CENAS. DEGUSTAR DE COSAS RICAS EN BUENA COMPAÑÍA SIEMPRE ES UN PLACER, SIN COMPROMISOS Y CON BUEN TALANTE. BAILAR Y HACER EL GANSO.
LA GENTE DICE QUE SUPONEN MUCHO TRABAJO, MUCHO GASTO, SIN EMBARGO SI SE HACE CON  CARIÑO Y DESDE EL AMOR, NO RESULTA TANTO EL ESFUERZO.
ME GUSTA PREPARAR LOS REGALOS, PENSAR EN LO QUE LE PUEDE GUSTAR A CADA UNO. AUNQUE A VECES ES UN LOCURA, HACIÉNDOLO CON MUCHA ANTELACIÓN NO RESULTA GRAVOSO. TAMBIÉN ME AGRADA QUE ME SORPRENDAN. 
LO MEJOR SON LOS NIÑOS Y LOS QUE SACAMOS ESTOS DÍAS EL QUE AÚN LLEVAMOS DENTRO.
ME HE DADO CUENTA DE QUE LA CLAVE PARA VIVIR MEJOR ESTAS FECHAS, DESDE DENTRO, ESTÁ EN LA ILUSIÓN. POR ESO OS DESEO UNAS FELICES FIESTAS, REPLETAS DE ALEGRÍA E ILUSIÓN Y QUE LAS DISFRUTÉIS EN COMPAÑÍA DE LOS QUE REALMENTE QUERÉIS, SIN APENAROS POR LOS QUE ESTE AÑO YA NO ESTÁN AQUÍ, PORQUE NOS QUEDA SU DULCE RECUERDO PARA SENTIRLOS CERCA.
FELIZ NAVIDAD CON TODO MI CARIÑO. 
Graziela
Graziela

GROUÑIDOS EN EL DESIERTO.

            Odio los días de cierre. La redacción es un hervidero, todos andamos como locos; a mí no me gusta trabajar bajo presión ni con prisas. Esta vez me había pillado el toro, llevaba días sin que se me ocurriera nada y aún me faltaba una página por entregar. Allí no me podía concentrar: los teléfonos, las impresoras y tanto “cliqueteo” en los teclados me estaban poniendo histérico, necesitaba un cigarro más que respirar, así que cogí la chaqueta y salí a fumar.
            La sede de la revista está cerca de un polígono industrial, justo donde comienza la nada, aun así necesitaba dar un paseo, despejarme.  En el descampado de atrás hacía un viento del carajo, se me volaba la corbata y fumar era un suplicio. La bofetada de aire fresco me espabilaría –pensé– y ¿quién sabe? Lo mismo me limpiaba tanto el coco que activaba mis neuronas. Puede que hasta se me ocurra alguna idea.
            1.- De pronto apareció por allí un señor gordo con smoking. El viento le había arrebatado su chistera y el señor corría desesperado tras ella. Sin duda llegaba tarde a la boda o a la celebración, pues por allí no había ninguna iglesia. Le perdí de vista.
            2.-  Seguí caminando en dirección contraria a la del padrino y  para mi sorpresa, vi correr a un paisano tras su boina, que también se la había levantado el vendaval, y parecía tan desesperado como el padre de la novia por recuperar su sombrero.
            No es que aquello inspirase la historieta que me faltaba, es que solo tenía que reproducir esas dos imágenes encarnando yo mismo el personaje de Groucho. Podía ver el resto de las viñetas. Era genial. Estaba emocionado.
            3.-  Aquel desierto era paso de personajes de lo más variopinto y el siguiente en aparecer fue el mismísimo obispo, que sin importarle llevar la casulla a la altura de las rodillas ni el cíngulo al viento, trotaba veloz tras su mitra, con las ínfulas como enorme mariposas revoloteando a su lado, aunque estas no las pensaba dibujar.
            4.- Un jefe indio, sin apenas pisar el suelo intentaba alcanzar el penacho de plumas que volaba más rápido que cualquier pajarraco extraño.
        5.- Permanecí a la espera, pues todos ellos habían pasado por allí y ninguno había vuelto a aparecer. Los minutos se hicieron largos hasta que les vi a lo lejos.
          6.- Caminaban en fila india. Muy dignos, orgullosos de su hazaña.  Primero el padrino de boda, elegante, luciendo una boina en la cabeza, le seguía el paisano, que en esta ocasión iba tocado por la enorme chistera; tras él,  el jefe de la tribu, imponente,  cubriendo su cabellera con la enorme mitra y por último el señor obispo, que pese a llevar el penacho de plumas del indio no había perdido su aspecto altivo.
            Ahora solo me faltaba rellenar los cinco “bocadillos”, aunque no era necesaria mucha explicación. Está claro que el sombrero no hace al monje, o mejor dijo al hombre.