INESPERADO ENCUENTRO
Puse música, saqué hielo para el wiski y antes de
llegar al dormitorio ya nos habíamos arrancado la ropa. Hacía años que no disfrutaba
de una noche de sexo salvaje como aquella.
La mañana nos encontró abrazados en la cama y entre risas y juegos nos duchamos juntos. A
los dos nos cogió por sorpresa la pasión desatada y los sentimientos que nos
embargaban en esos momentos. No era un arrebato. Mientras seguía besándome bajo
el agua, enjabonándonos, surgían flashes en mi mente para encajar lo sucedido.
Cuando salimos del baño, yo con mi albornoz y él con
el de Marc, este apareció en la puerta. Se le cayó el maletín al suelo al
vernos y yo me puse rígida como una farola del jardín. Ni siquiera recogió la
valija, se dejó caer en la butaca del buró, tenía la cara roja y los ojos tan
abiertos que parecían querer escapar de su rostro; con su habitual flema, dijo:
“Después de tantos años, no deberíais vender el piso, se os ve bien juntos y seguro
que vuestro hijo hasta se alegra de que volváis”.