Graziela

 



INESPERADO ENCUENTRO

 Me enrollé con la persona menos indicada en el peor momento. Surgió sin más. Quedamos para hablar de la compraventa del piso, pedimos una copa, luego otra y nos fuimos a cenar. Con los postres ya estábamos los dos contentos y tonteando como críos. Me acompañó a casa, el niño se había quedado con un compañero del cole y Marc, mi pareja, estaba de viaje y no vendría a dormir esa noche;  le invité a entrar para ultimar detalles sobre las condiciones de la transacción.

Puse música, saqué hielo para el wiski y antes de llegar al dormitorio ya nos habíamos arrancado la ropa. Hacía años que no disfrutaba de una noche de sexo salvaje como aquella.  La mañana nos encontró abrazados en la cama y  entre risas y juegos nos duchamos juntos. A los dos nos cogió por sorpresa la pasión desatada y los sentimientos que nos embargaban en esos momentos. No era un arrebato. Mientras seguía besándome bajo el agua, enjabonándonos, surgían flashes en mi mente para encajar lo sucedido.

Cuando salimos del baño, yo con mi albornoz y él con el de Marc, este apareció en la puerta. Se le cayó el maletín al suelo al vernos y yo me puse rígida como una farola del jardín. Ni siquiera recogió la valija, se dejó caer en la butaca del buró, tenía la cara roja y los ojos tan abiertos que parecían querer escapar de su rostro; con su habitual flema, dijo: “Después de tantos años, no deberíais vender el piso, se os ve bien juntos y seguro que vuestro hijo hasta se alegra de que volváis”.