Graziela

HOY 27 DE MARZO ES EL DÍA MUNDIAL DEL TEATRO Y AUNQUE LA MEJOR MANERA DE CELEBRARLO ES ACUDIENDO A VER UNA OBRA...

TEATRO

La radio estaba conectada y un bolero llenaba la cocina con la voz cálida y romántica de Olga Guillot, entremezclada con el ruido del vapor que despedía la plancha.
“Teatro, la vida es puro teatro...”
– Es verdad, nunca me había parado a pensarlo, qué razón tiene esta canción; cualquier vida es puro teatro y la mía no iba a ser menos -murmuraba Elisa afanándose en planchar el pantalón de algodón.- Si alguien me hubiera dicho que iba a estar como estoy ahora después de todo por lo que he pasado, no lo habría creído. Yo, que parecía tan dispuesta a comerme el mundo... Sin embargo, casi muero devorada por él. Una ilusa, eso es lo que yo era.
Me sentí la reina del universo cuando Jaime me propuso que me casara con él. Ni siquiera había terminado la carrera, menos mal que mi padre fue inflexible en eso: “Hasta que no termines tus estudios no hay boda.” Cuantas veces me he acordado de aquello. Entonces le odié y, no obstante, ahora me siento muy agradecida, lastima que él muriera sin que se lo pudiera decir. Tampoco llegué a agradecerle que nos comprara esta casa y su empeño en ponerla sólo a mi nombre, aquello me pareció una falta de delicadeza y la de quebraderos de cabeza que me ha evitado después. Por lo visto, mis padres tenían más claras las cosas de lo que yo las he tenido nunca.
– ¿Está ya el pantalón, mamá?
– No, hija, todavía no. Estoy en ello.
– Por tu culpa voy a llegar tarde y ya sabes qué mal humor se le pone a papá cuando tiene que esperar –protestó Lorena mientras sacudía su melena mojada, salpicándolo todo, sujetándose al mismo tiempo la toalla que la cubría y con la contrariedad dibujada en el rostro juvenil.
– Claro que sé que tu padre no soporta la falta de puntualidad; he estado casada quince años con él y hay cosas que no cambian nunca. No es culpa mía que se te haya ocurrido a última hora ponerte esto, podías habértelo pensado antes y no tendríamos que andar con agobios, como siempre. ¡Esta tela es un martirio! ¿Por qué no te pones otra cosa hija?
– No puedo, es el único que me va con la camiseta nueva.
– No me acuerdo cual es la camiseta que dices.
– Es que no te la he enseñado, es como una blusa, me lo ha regalado el otro día Carlota.
– ¡Acabáramos! Por qué no te vas secando el pelo y arreglando mientras termino; estás poniendo el suelo perdido de agua.
– Vale, pero que yo sepa el agua no mancha.
– Conociéndote, con lo que te falta aún tienes para media hora larga.
– Termina rápido y no me pongas más nerviosa. Espero que papá se haya pasado antes a recoger a Gonzalo.
– ¿También va tu hermano?
– Sí. En cuanto esté planchado me lo llevas al cuarto.
– Claro, no te preocupes “lo que usted mande” –contestó Elisa en tono irónico.
– Venga mami, no seas borde.
– No, si encima la borde soy yo. Si le hubiera hablado así a mi madre con tu edad, mi padre me saca los dientes.
“Falsedad bien ensayada / estudiado simulacro”
Parece que han hecho la letra de esta canción a mi medida. A Jaime nunca le gustó que yo saliera, ni que me relacionara con nadie fuera del periódico, y él, siempre lejos de casa. Tanto trabajo, pobrecillo, constantemente viajando con lo aburrido y pesado que resulta. Me sentía sola, nunca estaba cuando le necesitaba, tenía que ocuparme de todo, no podía contar con él para nada y si le decía algo encima teníamos bronca.
“Perdona que no te crea / me parece que es teatro”
Y tanto que era teatro y yo creyendo todos sus embustes hasta aquella tarde fatídica.
Recuerdo que era jueves y mi suegra celebraba su cumpleaños; como allí no hay quien aparque no quise llevar el coche, después ya nos traerían a Lorena y a mí alguno de mis cuñados. Jaime, por supuesto, no estaba en Madrid. Al pararse nuestro taxi en un semáforo, más adelante vi a mi marido sentado en el asiento del acompañante de un coche que no era el suyo. No pude ver con quien iba. Como soy imbécil, creí que habría adelantado su regreso para dar una alegría a su madre. ¡Qué ilusa! No comenté nada por no chafarle la sorpresa. Pasé toda la velada esperando que apareciera en cualquier momento; no sólo no llegó sino que llamó para felicitarla, disculpándose diciendo que estaba en Gijón y que hacía un tiempo horrible. Yo estaba segura de haberle visto y no dejaba de darle vueltas al asunto. Ya en casa, escuchando las noticias, dijeron que el tiempo había sido excelente en toda España, comentando lo inusual que resultaba que la máxima del día se hubiera registrado en Oviedo. Ya no podía seguir dejándome engañar. Confesó que existía otra mujer y después supe que tenían un hijo en común. Llevaba una doble vida desde que Lorena cumplió seis años. Era el mejor actor que he conocido jamás.
¡Qué cosas! Y en mi casa me decían que yo había equivocado la profesión, que debería haber sido actriz, que estaba perdiendo dinero, pero el drama nunca fue lo mío. Mi vida ha sido más de sainete, y mi género la comedia. Desde luego, si no fuera por el humor que siempre me ha salvado en las situaciones más trágicas, me gastaría el sueldo en psicoterapia.
– ¿Terminas de una vez?
– ¡Hija, qué susto me has dado! Sí, ya está.
– ¿Con quién hablabas?
– Con nadie. Sería la radio o que estaba pensando en voz alta.
– Pues se te oía desde la habitación. ¡Estás como la abuela!
– ¿No pensarás salir así a la calle, verdad?
– ¿Qué pasa?
– Que lo que no se te ve, se te trasparenta y vas muy maquillada...
– Bueno, no empecemos como siempre. Te fastidia que la novia de papá me regale cosas, por eso no te gusta la blusa.
– No, Lorena. Es que vas llamando la atención, pidiendo guerra. ¿A tu padre no le importa?
– ¡Qué va! A Carlota también le gusta vestirse así. Algunas veces creen que somos hermanas.
– No me extraña, con la edad que tiene parecerá la hija de tu padre y no su novia –dijo Elisa sonriendo con cara de maldad.
– ¡Mamá! No seas bruja. Mi móvil. Es papá.
–Anda, dame un beso y baja rápido no le hagas espera más.
Se acabó, recojo esto y que baje el telón que yo también tengo alguien que me espera.

Cuento publicado en el nº 2 (Verano 2009) de TAF, Revista Cultural del Colectivo Literario Tirarse al Folio.
Graziela

CON CITA PREVIA


Llegó al ambulatorio con tiempo suficiente. Su médico tardó un rato en llamarla.
- Bueno Teresa, ¿Qué pasa? ¿Es que no estás mejor?
- ¿Mejor? Doctor, cada vez me encuentro peor. No levanto cabeza.
- Cuéntame ¿Te tomas las pastillas como te dije?
- Si claro, pero no me hacen nada. Estoy fatal de las jaquecas. No consigo conciliar el sueño y ahora, además, siento una terrible ansiedad, como sin tino y estoy engordando –dijo haciendo una especie de puchero a punto de echarse a llorar.
- Bueno, bueno. Tranquilízate, ten un poquito de paciencia, verás como todo se soluciona.
- Paciencia. Si es que hay días que no me levantaría de la cama.
- Te voy a tomar la tensión ¿Tienes algún problema en casa o en el trabajo?
- Pues si no fuera porque ahora en la sucursal estoy fatal, mi hijo quiere dejar la carrera; la niña sale con un bailarín de breakdance y no aguanto a mi marido, todo estaría perfecto –respondió irónica mientra notaba el manguito presionándole el brazo.
- Tienes la tensión bajísima. La verdad es que te noto nerviosa, como agobiada y tú siempre has sido una mujer muy fuerte, animada y dispuesta.
- Si es que ya no me reconozco. Es como si fuera otra. Hasta en la oficina me lo han dicho. He perdido la alegría y me sale una tristeza de aquí –dijo presionándose el plexo solar- Pienso barbaridades. No aguanto a nadie. Todo me afecta muchísimo. Lo mismo me tiene que mandar al psiquiatra. Creo que me estoy volviendo loca. ¡Estoy tan preocupada…!
- No mujer, es todo por la edad.
- ¿Qué pasa, que cumples los cincuenta y pierdes la razón? –preguntó abriendo los ojos desmesuradamente y sujetándose las manos.
- No, Teresa, ni mucho menos. Tengo el resultado de tus análisis y todo parece normal. Un poco alto el colesterol, pero nada preocupante. Lo único que te pasa es que tus hormonas están alteradas y con ellas, todo el organismo. Estás entrando en el climaterio.
- ¿Qué? Y yo que pensaba que era un retraso. ¡Solo me faltaba estar embarazada! Me está diciendo que estar menopaúsica produce el mismo efecto que si se te hunde el mundo.
- En tu caso parece que sí.
- Ahora si que pienso definitivamente que debo estar volviendo loca y usted también si cree que me voy a creer eso.
Salió despacio de la consulta, más deprimida que cuando entró. No llegó a su casa, se encontraba tan mal que se lanzó a cruzar la calle en el mismo momento que pasaba a su altura una moto, que no puedo hacer nada para evitar arrollarla.
Graziela



OTRO MUNDO

Recordaba Julia que aquel siempre había sido su refugio; desde niña, cuando los gritos y los llantos se hacían insoportables, ella corría y corría, para alejarse de casa. Huía y, despavorida, como azuzada por el fuego, atravesaba el pueblo amurallado hasta ese rincón. Una vez allí, se empinaba para poder mirar a través de aquel agujero. Estaba situado en un lugar estratégico de la villa medieval y como luego supo ese orificio se utilizaba para sacar parte de los cañones y disparar al enemigo. Ella sólo quería ver lo que había al otro lado, y una vez que lo conseguía la belleza de la campiña sosegaba su ánimo. Con la contemplación de aquellos campos, que se le antojaban preciosos, se iba calmando y una vez tranquila regresaba al hogar.

Esta vez era diferente, había vuelto a su refugio después de bastante tiempo y llevaba con ella a su hija Sofía; sin embargo, la historia se repetía, no había podido dejar el llanto atrás, le dolían los golpes y el silencio retumbaba en sus oídos. Venía a despedirse del lugar, no quería que su pequeña tuviera que refugiarse allí, ni en ningún otro sitio, por eso esta era su última visita antes de abandonar la región de Senigalia para siempre.
Ya no tuvo que ponerse de puntillas para mirar a través de aquella ventana a la tranquilidad, aquella abertura le mostró otro mundo lleno de matices y dejó que los ojos se le llenaran con su luz. Sintió su reconfortante bálsamo y solo entonces se sintió preparada y segura para partir.