Graziela


 PARA EL AÑO QUE ESTRENAMOS MI DESEO ES QUE TE SIENTAS CONTENTO POR DENTRO, QUE SONRÍAS A LA VIDA Y LA VIDA TE SONRÍA.

FELIZ 2019
  
Graziela


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ESTA NO ES UNA FELICITACIÓN AL USO, NI UN REENVIO, COPIO Y PEGO, TAN COMUNES EN ESTOS DÍAS. 
YA SÉ QUE ESTAS FIESTAS NO SON DEL AGRADO DE TODOS Y QUE ALGUNOS INCLUSO LAS DETESTAN. A MI  PERSONALMENTE, ME  HA COSTADO AÑOS APRENDER A VIVIRLAS CON ALEGRÍA Y AHORA ME ENCANTAN.
DISFRUTO UN MONTÓN CELEBRANDO CON AMIGOS Y FAMILIARES. DESAYUNOS Y APERITIVOS CON COMPAÑERAS, TIEMPO PARA CHARLAR, PARA CONOCERLAS MEJOR; CANTAR VILLANCICOS, AUNQUE LO HAGA FATAL; COMIDAS, CENAS. DEGUSTAR DE COSAS RICAS EN BUENA COMPAÑÍA SIEMPRE ES UN PLACER, SIN COMPROMISOS Y CON BUEN TALANTE. BAILAR Y HACER EL GANSO.
LA GENTE DICE QUE SUPONEN MUCHO TRABAJO, MUCHO GASTO, SIN EMBARGO SI SE HACE CON  CARIÑO Y DESDE EL AMOR, NO RESULTA TANTO EL ESFUERZO.
ME GUSTA PREPARAR LOS REGALOS, PENSAR EN LO QUE LE PUEDE GUSTAR A CADA UNO. AUNQUE A VECES ES UN LOCURA, HACIÉNDOLO CON MUCHA ANTELACIÓN NO RESULTA GRAVOSO. TAMBIÉN ME AGRADA QUE ME SORPRENDAN. 
LO MEJOR SON LOS NIÑOS Y LOS QUE SACAMOS ESTOS DÍAS EL QUE AÚN LLEVAMOS DENTRO.
ME HE DADO CUENTA DE QUE LA CLAVE PARA VIVIR MEJOR ESTAS FECHAS, DESDE DENTRO, ESTÁ EN LA ILUSIÓN. POR ESO OS DESEO UNAS FELICES FIESTAS, REPLETAS DE ALEGRÍA E ILUSIÓN Y QUE LAS DISFRUTÉIS EN COMPAÑÍA DE LOS QUE REALMENTE QUERÉIS, SIN APENAROS POR LOS QUE ESTE AÑO YA NO ESTÁN AQUÍ, PORQUE NOS QUEDA SU DULCE RECUERDO PARA SENTIRLOS CERCA.
FELIZ NAVIDAD CON TODO MI CARIÑO. 
Graziela
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GROUÑIDOS EN EL DESIERTO.

            Odio los días de cierre. La redacción es un hervidero, todos andamos como locos; a mí no me gusta trabajar bajo presión ni con prisas. Esta vez me había pillado el toro, llevaba días sin que se me ocurriera nada y aún me faltaba una página por entregar. Allí no me podía concentrar: los teléfonos, las impresoras y tanto “cliqueteo” en los teclados me estaban poniendo histérico, necesitaba un cigarro más que respirar, así que cogí la chaqueta y salí a fumar.
            La sede de la revista está cerca de un polígono industrial, justo donde comienza la nada, aun así necesitaba dar un paseo, despejarme.  En el descampado de atrás hacía un viento del carajo, se me volaba la corbata y fumar era un suplicio. La bofetada de aire fresco me espabilaría –pensé– y ¿quién sabe? Lo mismo me limpiaba tanto el coco que activaba mis neuronas. Puede que hasta se me ocurra alguna idea.
            1.- De pronto apareció por allí un señor gordo con smoking. El viento le había arrebatado su chistera y el señor corría desesperado tras ella. Sin duda llegaba tarde a la boda o a la celebración, pues por allí no había ninguna iglesia. Le perdí de vista.
            2.-  Seguí caminando en dirección contraria a la del padrino y  para mi sorpresa, vi correr a un paisano tras su boina, que también se la había levantado el vendaval, y parecía tan desesperado como el padre de la novia por recuperar su sombrero.
            No es que aquello inspirase la historieta que me faltaba, es que solo tenía que reproducir esas dos imágenes encarnando yo mismo el personaje de Groucho. Podía ver el resto de las viñetas. Era genial. Estaba emocionado.
            3.-  Aquel desierto era paso de personajes de lo más variopinto y el siguiente en aparecer fue el mismísimo obispo, que sin importarle llevar la casulla a la altura de las rodillas ni el cíngulo al viento, trotaba veloz tras su mitra, con las ínfulas como enorme mariposas revoloteando a su lado, aunque estas no las pensaba dibujar.
            4.- Un jefe indio, sin apenas pisar el suelo intentaba alcanzar el penacho de plumas que volaba más rápido que cualquier pajarraco extraño.
        5.- Permanecí a la espera, pues todos ellos habían pasado por allí y ninguno había vuelto a aparecer. Los minutos se hicieron largos hasta que les vi a lo lejos.
          6.- Caminaban en fila india. Muy dignos, orgullosos de su hazaña.  Primero el padrino de boda, elegante, luciendo una boina en la cabeza, le seguía el paisano, que en esta ocasión iba tocado por la enorme chistera; tras él,  el jefe de la tribu, imponente,  cubriendo su cabellera con la enorme mitra y por último el señor obispo, que pese a llevar el penacho de plumas del indio no había perdido su aspecto altivo.
            Ahora solo me faltaba rellenar los cinco “bocadillos”, aunque no era necesaria mucha explicación. Está claro que el sombrero no hace al monje, o mejor dijo al hombre.

Graziela



 Una nueva excursión organizada por Josefina, la profe de gimnasia, para disfrutar del otoño saliendo de Madrid.
En esta ocasión la hicimos con "Gente Senderista", que organiza muchas rutas de senderismo por la Comunidad de Madrid. 
 El día era luminoso y aunque había nubes las previsiones del tiempo no daban lluvia por la zona de Somosierra hasta la tarde.  Salimos de Madrid temprano, no tanto como habíamos deseado, pues el autocar era demasiado grande para el grupo y una vez montadas y con las mochilas, palos, etc. debidamente acomodado en el maletero, llegaron nuestros guías Sara y Jorge y nos dijeron que teníamos que cambiar a un autobús más pequeño, que llegó a recogernos casi inmediatamente. E iniciamos el viaje sin ninguna incidencia. El trafico de salida a esa hora es terrible y durante el trayecto Jorge nos fue contando características y curiosidades de la parte que íbamos a recorrer.
Paramos a desayunar en Buitrago de Lozoya, y como hacía fresco el café nos templó, algunas aprovecharon para comprar pan para sus bocadillos.
Comenzamos nuestro camino desde Somosierra, localidad más al norte de la Comunidad de Madrid. Es un pueblo reconquistado por Alfonso VI, y  que ostenta relevancia histórica debido a que fue escenario de una épica batalla que tuvo lugar durante la invasión napoleónica, la llamada Batalla de Somosierra en 1808, momento clave de la Guerra de la Independencia,  como testimonia la placa situada ante la Ermita del Puerto de esta localidad.
La ruta senderista se realiza por una pista forestal de aproximadamente 8 km. de longitud, más un kilómetro que hay que recorrer para llegar a la Cascada.
Disfrutamos de un camino por el bosque de robles, hayas, acebos, serbales de los cazadores, abedules,  avellanos, etc. y que tiene algunos preciosos ejemplares de árboles, clasificados como singulares por distintas características.

Al poco de comenzar a caminar tuvimos que cruzar un arroyo, que debido a las abundantes lluvias venía bastante caudaloso, y tras este primer escollo, la senda era cómoda y con poco desnivel. 











Nos admiró la belleza otoñal con abundantes avellanos, que crean un bosque en galería y que a veces, con sus ramas y hojas amarillas, formaban una especie de túnel por el que es una placer caminar. Una delicia pararse a escuchar los ruidos del bosque:  el canto de sus pájaros, el susurro del agua del arroyo cercano y sentir el crujir de las hojas secas que se extienden como singular alfombra ante nosotros y el olor a humedad a frescor. Todo un lujo y un disfrute para los sentidos. 
Vimos el abedular de la Sierra de la Cabrera y el Pico de Miel, llamado así por la abundancia de colmenas de abejas.
Nos detuvimos a observar los musgos que cubrían las piedras, troncos y algunas rocas del suelo.  

También pudimos ver líquenes que solo se abundan en zonas donde el aire es muy puro.


















Visitamos árboles singulares, admirando su grandiosidad y belleza.

  Acebos 

 Avellanos y abedules con su corteza blanca

 


Vimos el abedular de la Sierra de la Cabrera y el Pico de Miel, llamado así por la abundancia de colmenas de abejas.









Encontramos plantas de violetas, aunque sin flor pues florecen en inviernos; una especie de azafrán silvestre, muchos escaramujos silvestres o rosa canina y algunos majuelos con las hojas amarillas ya.


Incluso nos cruzamos con un caballo, que se aproximada al trote hacia nosotras y al vernos se quedó parado al lado del camino. 




Nos estuvo observando hasta que desaparecimos de su vista. Luego se quedó comiendo plácidamente.

En esa zona abundas los cambroños, planta propia de nuestro país que suele florecer a finales de primavera y principios de verano, con su característico color amarillo y que adorna la Sierra de Guadarrama, pero en esta ocasión lucía un color verde. Había muchos helechos secos, supongo que quemados por el intenso frío.










caminando cómodamente, sin dejar de deleitarnos con el precioso paisaje que nos rodeaba, llegamos hasta el mirador de la Dehesa Bonita, en el que nos sorprendió una maravillosa explosión de colores otoñales: amarillos, ocres, marrones, verdosos, rojizos...

Fuente, de agua helada

 Y cerca de la fuente, una foto testimonial en un curioso árbol, con un tronco que ha crecido en vertical desde casi el suelo, en paralelo a la tierra y sin tocarla, aunque con nosotras  delante no se puede observa bien.
 Desde allí el camino se volvió más abrupto, pues teníamos que ir sorteando arbustos que ocultaban en algunas zonas casi totalmente el sendero y que para suavizar la subida íbamos caminando en zig zag, apartando las ramas, guiados por Jorge, cuya experiencia en estas lides data de hace más de 19 años.  
Lloviznaba a ratos, sin embargo no nos molestó la lluvia pues el agua intensificaba el color del bosque.
Así fuimos llegando arriba y recorrimos el último tramo del camino, cada una a su paso y tranquilas, pues al parecer pocos se animaron ese día a pasear por allí, hasta el refugio viendo las vacas que fuimos encontrando a nuestro paso.
Al volver de una curva nos esperaba la sorpresa de encontrar un grupo de caballos, una yegua y su cría que ni parpadeó cuando le tomamos fotografías y nos fue siguiendo con la mirada sin moverse hasta que nos alejamos de ellas, para proteger a su cría.

 Siempre es agradable saber que hay un sitio protegido y con techado donde comer, por si acaso, aunque otras prefirieron hacerlo fuera, al abrigo del refugio. Para entonces había empezado a soplar el viento y el frió se hizo patente, cuando nos paramos para reponer fuerzas. Fruta, tortilla de patata, bocadillos, frutos secos, galletas, chocolates y dulces y un poquito de licor de cerezas y ron-miel para entrar en calor.
Desde lejos pudimos observar La Chorrera de los  Litueros, también conocida como Chorro de Somosierra o Cascada de los Litueros, es un torrente situado entre enormes rocas, que pudimos ver desde lejos y al que luego nos aproximamos por otra ruta. 

El agua procede de manantiales de las cumbres, que crean el arroyo del Caño, cayendo en forma de cola de caballo por los tres escalones de piedra de la Chorrera. Al descender este arroyo se funde con el de Las Pedrizas, y da origen al nacimiento del Duratón, conocido río segoviano.  Es una de las Cascadas más alta de la Comunidad de Madrid.












El último tramo de la excursión para llegar a la Cascada fue opcional, pues algunas estaban ya cansadas y prefirieron esperarnos sentadas y calentitas.
Tras cruzar un paso canadiense (parrilla de barras paralelas colocadas sobre un pequeño foso sobre el suelo, para que no salga el ganado), el camino estaba anegado, y era incómodo y tuvimos que pasar otro arroya, con más agua que el anterior, pero afortunadamente más estrecho, después triscamos como cabras por peñascos mojados hasta el angosto sendero. Sin embargo llegamos bien y al ver el espectáculo del agua cayendo se nos olvido el barrizal y las resbaladizas rocas.
En la carretera cortada nos esperaba el autocar, y menos mal, pues ya para entonces llovía con ganar. Pasamos a recoger a las que nos esperaban en la cafetería del pueblo y emprendimos el regreso.
Un camino alegre amenizado con canciones y risa. Regresamos cansadas pero muy contentas, con los ojos llenos de otoño, energía renovada y la mente en paz.

Mi agradecimiento a Josefina por este estupendo día en la naturaleza; a nuestro guías: Jorge y Sara, que supieron trasmitirnos su amor por la montaña y la pasión que ponen al hacer su trabajo; estuvieron pendientes en todo momento del bienestar del grupo y dispuestos a ayudar, informarnos y resolver nuestras dudas. Agradezco a todos los que gentilmente habéis querido compartir vuestras fotos conmigo, entre las que he elegido las que hoy podéis ver. GRACIAS POR ESTA PRECIOSA JORNADA DE OTOÑO.






Graziela



TODO NEGRO

            Martina no paraba de dar vueltas en la cama. Me despertó un par de veces y aunque dejó de moverse la sentía inquieta, sabía que tenía los ojos abiertos y algo le rondaba la cabeza.
            - ¿Qué te pasa mujer? ¿Estás preocupada?
            - Nada. Todo. Lo de siempre.
            Después fui yo el que no conseguía conciliar de nuevo el sueño y cuando lo hice una pesadilla horrible me atormento el descanso. Sonaban las sirenas, la gente corría. Algunas mujeres no podían evitar las lágrimas y otras se restregaban nerviosas una mano con otra hasta hacerlas enrojecer. Llovía. A ratos se escuchaban cuchicheos que rompían el silencio denso que rodeaba la escena. La espera era infinita. Anochecía cuando sacaron al primero, malherido. Después fui yo. Me veía inconsciente. Martina me abrazaba, empapada. No notaba la humedad, estaba frío.  
            Aquella mañana el cielo era más plomizo, parecía que se nos iba a caer encima. Supe que no veríamos el sol. Tuve un barrunto. Mientras ella preparaba el desayuno la rodee con mis brazos por la espalda, besé su cuello, como hacía cuando éramos jóvenes. Martina  no  dijo “quita bobo”, sonriendo y apretándose contra mí, como parte del juego. Se volvió y me abrazo con fuerza, escondiendo su cara entre mi cuello.  Comimos en silencio, mirándonos como si nos viéramos por dentro. Los  chicos seguía en la cama, aun les quedaba media hora de sueño. No me quise marchar sin despedirme de ellos, aunque se despertaran. Quizás sería la última vez que podía hacerlo.
            Había electricidad en el aire, el ambiente era denso. Comenzó a llover. Vi algunas caras preocupadas entre mis compañeros. Seguro que también había tenido el mal palpito.
            Cuando casi se había hecho la hora de salir se escuchó un estruendo. En esta ocasión tampoco nos salvó la campana. Se apagaron las luces y todos corrimos.
            Había sido en la sexta galería. Intentamos llegar hasta los compañeros. Los de la quinta ya estaban apartando las piedras para rescatarlos. Sonaban las sirenas. Salimos a la superficie.  Fuera se agolpaba la gente, expectante. Anochecía cuando sacaron al primero, le sujetaban entre dos hombres, desmadejado, arrastrando los pies. Después aparecieron con Agustín,  malherido, como en mi sueño. Todo negro, con hilos de sangre brotando de su boca y un oído. Su mujer se acerco corriendo, con las manos rojas, descarnadas.
            Martina me abrazó llorando. Había sido un día negro. Sentí pena, rabia, culpa por esa alegría infinita de saber que no había sido yo.


Graziela


DESEOS

            Estaba decidida, había llegado el momento de que alguien alborotara mi vida, que rompiera en añicos el muro de cristal que durante años había levantado a mí alrededor. La rutina y el aburrimiento me asfixiaban. Quería salir de la rueda que giraba impulsada por la desgana, que como la esfera de un reloj solo esperaba ser recorrida por las manillas, a intervalos exactos.
            Fije mi mirada en aquél profesor que sacaba libros de botánica. Era amable, cuando venía a devolverlos, sin dejar de mirarme a los ojos, charlábamos un roto. No nos conocíamos mucho, aunque intuía que él también se sentía solo. En varias ocasiones me había invitado a tomar café. Yo necesitaba  algo más que una taza humeante y aromática entre mis manos, acompañada de interesante conversación.
            Dos noches locas fueron todo lo que conseguí con el botánico, aunque dejo el pabellón bien alto. Después comencé a sentirme mal. La falta de costumbre, pensé. Aquello no se me pasaba, estaba agotada. Tenía que ausentarme del trabajo con frecuencia, yo que no faltaba nunca. Mis compañeras, preocupadas, insistían en que visitara un médico, tenía muy mala cara, había perdido peso. Estaba fatal.
            Bueno, dijo el doctor después de preguntarme cuantos años tenía, no me extrañaría que esto fueran los síntomas de que ha entrado en esa edad. Le vamos a hacer una analítica completa y un par de pruebas diagnosticas, para descartar otras cosas. 
             Este hombre es imbécil, pensé al escucharle.
            Una semana después, no podía creer lo que me había dicho, miraba y remiraba los resultados de los análisis  sin poder evitar  que se me cayeran las lágrimas.
            No era esto a lo que me refería al desear que alguien me alborotara la vida. Ahora tenía cinco meses por delante para hacerme a la idea.

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Resultado de imagen de besos en Venecia

UN BESO PERFECTO

Joanna quedó fascinada al leer el guión de su próxima película. No haría el papel de  protagonista, de hecho aparecería en pantalla casi a la mitad de la cinta, sin embargo, su  presencia no pasaría desapercibida, era la oportunidad que llevaba años esperando. Le encantó el personaje y sabía que no le costaría meterse en la piel de Lucrecia, una mujer joven, hermosa y soñadora, que vivía un amor romántico con el actor principal. El rodaje comenzaría en Lisboa, se rodarían exteriores en Coimbra y Roma, lugar en el que ella se  cruza por primera vez en la vida de Paolo, el protagonista del film. Luego volverían a encontrarse en Venecia, y la historia daba un giro inesperado. 
Lo que más ilusión le hacía a Joanna es que este trabajo le daría la oportunidad no sólo de mostrar sus dotes interpretativas, sino de compartir pantalla con el gran Manuel D'Silva, al que siempre había admirado.  Estaba segura de que habría un antes y un después en su carrera a partir de aquel trabajo.
El papel era más complicado de lo que en principio parecía. Nada tenía que ver con los personajes de adolescente rebelde o jovencita alocada que estaba acostumbrada a interpretar y en los que notaba que la estaban encasillando. Sus intervenciones estaban llenas de giros y matices que  la obligaron a estudiar en profundidad sus diálogos, para conseguir llegar a una interpretación que, además de creíble, dejara ver la complejidad del carácter de Lucrecia.
Cuando viajó a Roma para incorporarse al rodaje nada fue como esperaba. Manuel D´Silva era mucho más impresionante al natural. Tenía una personalidad arrolladora y su presencia llenaba la pantalla sin ni siquiera abrir la boca. Esto la incomodó y le hizo sentirse un tanto insignificante a su lado. Él la miraba con indiferencia y se mostraba displicente, aunque era tan buen actor que cuando interpretaba podría hacer creer a cualquiera que se debatía en un terrible dilema al conocerla y quedar totalmente prendado de aquella joven. Sus malos modos, su altanería y su desprecio por los compañeros, le apearon del pedestal en el que ella le había subido. 
La belleza de Venecia la envolvió, y la presencia de Lucrecia iba cobrando relevancia con cada escena, aunque no consiguió sustraerse a los desprecios fuera de plano de Paolo, su partener. No comprendía cómo ese hombre, tan guapo, y a la vez tan engreido, en la vida real  terminaba teniendo un romance con todas sus las protagonistas de sus films. El rodaje siguió su curso sin problemas, según lo previsto; Joanna conoció a gente estupenda,  y cuanto mejor conocía la ciudad más la maravillaba.
Se aproximaba el final y la preocupaba la última escena en la que Lucrecia y Paolo tenían que fundirse en un beso largo y maravilloso, "muy de película". Siempre había soñado interpretar una escena como aquella con un actor como Manuel, sin embargo ahora no le apetecía en absoluto. El director  insistía una y otra vez en que el beso tenía que resultar perfecto. La escena era idílica y lo más romántico de toda la película. Lucrecia y Paolo estaban en una góndola, en un pequeño canal, habían mantenido momentos antes una larga discusión; era de noche, llovía y por primera vez, ajenos al mundo él la abrazaba con ternura, ella cerraban los ojos mientras se estrechaban con fuerza, sus bocas se buscaban ansiosas, se encontraban, y se besaban primero con suavidad, luego apasionadamente, para separarse, mirarse y sonreír. “Corten”. Ella se sobresaltaba al escuchar la voz de trueno del director, cada vez más enfadado, pues aquello no era lo que él quería. Tiene que ser un beso perfecto, argumentaba, y repetían toda la escena de nuevo. Tuvieron que dejarla para el día siguiente. Era imposible  conseguir el beso perfecto cuando no existía niguna complicidad entre sus protagonista; el agua les chorreaba por el rostro y el pelo, estaban empapados, helados de frío y el hedor del canal era insufrible. Al día siguiente Manuel se mostró más atento y simpático con Joanna, no llovía tanto y el olor tampoco llegaba a ser molesto. La primera escena resultó del agrado del director, aunque grabaron una segunda toma, y la mejoraron. Todo había terminado, aunque ninguno de los protagonistas calificarían aquel beso de perfecto.
No habían visto la cinta una vez montada y el día del preestreno se encontraron de nuevo. Algo había cambiado entre ellos. Fuera de los escenarios Manuel era un hombre mucho más agradable, casi encantador. Se sentaron juntos y sus manos se rozaron de forma casual, y ninguno  de los dos se apresuró a separarla, al contrario. A Joanna la película le estaba encantado y se sentía orgullosa de su interpretación. Se veía espléndida. En un par ocasiones él se aproximó y en voz queda alabó su trabajo. Los dos se miraron y sonrieron complacidos, cuando estaba a punto de aparece en la gran pantalla la última escena, y ya se escuchaba la música de fondo. Aquella escena que tanto tiempo les había costado, estaban ansiosos por ver el resultado final de sus esfuerzos. 
El fundido negro y la palabra fin es lo único que alcanzaron a ver al separarse, después de lo que ambos calificarían como un verdadero beso perfecto.

Graziela


 A LAS SEIS EN EL TRASTA

Añoro tu risa chisposa y burbujeante, tu entereza y esa capacidad para encontrar algo positivo en las situaciones más adversas.
Optimista, divertida, simpática, risueña y fantasiosa;  empática con los niños, amante de los animales y sin ninguna mano con las plantas.
Resistente, hasta la extenuación;  pertinaz, perseverante. Te costó conquistar esa libertad interior que te hizo independiente, decidida y valiente. Sabías bien lo que querías en cada momento y no estabas dispuesta a ceder terreno conquistado.
Parece que el destino te situó una y otra vez en la línea de salida para iniciar una carrera de obstáculos, con meta incierta. Tanto esfuerzo te iba pasando factura y aún así, te mantuviste firme, decidida a seguir adelante con el viento azotando tu cara, por senderos cubierto de guijarros, arañando minutos al inexorable reloj.
Anhelabas los años de infancia y adolescencia, con recuerdos compartidos en la sierra: las bicis, los teatrillos improvisados que te encantaba dirigir, los juegos infantiles en nuestra terracita o en la parte de atrás de tu jardín. Luego, cuando fuimos más mayores, las quedadas en el Trasta con las motos, la pandilla. Tiempo de amigas y risas, alegría, despreocupación y felicidad. Te gustaba rememorar aquella época con frecuencia, como los momentos previos al encuentro en que se escuchan los ruidos de los ciclomotores aproximándose desde muchos lugares de La Colonia.
En los últimos años hemos compartido confidencias, temores y muchas risas en charlas interminables. En algunas de mis visitas a tu casa, si no te había dado antes la sesión, después de la cervecita y esas galletas saladas que te encantaba comer, con Patxi acurrucado entre las dos o haciendo cucamonas, me decía "el reiki, que se nos ha olvidado", y es que se nos pasaban las horas sin sentir y siempre nos faltaba tiempo. 
Supiste mantener la ilusión por las pequeñas cosas, hasta que la dura realidad se impuso, ansiando sobre todo ver crecer a "tu pequeñaja" y disfruta de ella y de tu hija. 
Me entristezco y casi de inmediato esbozo una sonrisa cuando veo los esmaltes de las uñas, desde el rosa perla hasta el burdeos, pasando por el malva o el coral, que te gustaba lucir y cuando te iba a ver me comentabas, "este ha causado furror" y escogías otro tono que llamaba la atención en tus preciosas manos.
No querías entristecernos ni que lloráramos, sin embargo al terminar la bonita ceremonia de tu adiós, y escuchar en la pequeña capilla los primeros compases de la canción que elegiste para despedirte, "Sin documentos", ya siempre e inevitablemente unida a ti, los que te conocimos y te queremos, no pudimos evitar que los ojos se nos llenaran de lágrimas. 
Piluca en estado puro, así eras tú. 
A mi me sigue doliendo tu ausencia, por eso el sábado dí un paseo por la urbanización contigo: La avenida, El Mesón Trastamara, la cuesta y el Palacete y así callejeando llegué hasta El Alameda, y volví caminando siempre acompañada de tu recuerdo y viendo lo mucho que ha cambiado todo desde aquellos maravillosos años. 
Al final, siempre nos quedará El Trasta, ya sin motos ni pipas o helados, seguiré quedando contigo allí, Pilukiti, AMIGA.


      SIN DOCUMENTOS

Déjame atravesar el viento sin documentos, 
que lo haré por el tiempo que tuvimos. 
Porque no queda salida, porque pareces dormida, 
porque buscando tu sonrisa estaría toda mi vida. 

Quiero ser el único que te muerda en la boca, 
quiero saber que la vida contigo no va a terminar. 

Déjame que te cierre esta noche los ojos, 
y mañana vendré con un cigarro a la cama. 
Porque no tengo más intenciones que seguir 
bebiendo de esta copa que no está tan rota. 

Quiero ser el único que te muerda en la boca, 
quiero saber que la vida contigo no va a terminar. 

Porque sí, porque sí, porque sí, 
porque en esta vida 
no quiero pasar un día entero sin ti. 
Porque sí, porque sí, porque sí, 
porque mientras espero 
por ti me muero y no quiero seguir así. 

Déjame atravesar el viento sin documentos, 
que lo haré por el tiempo que tuvimos. 
Porque no queda salida, porque pareces dormida, 
porque buscando tu sonrisa estaría toda mi vida. 

Quiero ser el único que te muerda en la boca, 
quiero saber que la vida contigo no va a terminar. 

Porque sí, porque sí, porque sí, 
porque en esta vida 
no quiero pasar más ni un día entero sin ti. 
Porque sí, porque sí, porque sí, 
porque mientras espero 
por ti me muero y no quiero seguir así. 

Quiero ser el único que te muerda en la boca, 
quiero saber que la vida contigo no va a terminar. 
Quiero ser el único que te muerda en la boca, 
quiero saber que la vida contigo no va a terminar. 

Porque sí, porque sí, 
porque en esta vida 
no quiero pasar más de un día entero sin ti. 
Porque sí, porque sí, 
porque mientras espero 
por ti me muero y no quiero seguir así.

https://www.youtube.com/watch?v=GhxwOtVXQ7U