Graziela


UN REGALO ORIGINAL


Mateo estaba preocupado, faltaban solo un par de días para la Noche de Reyes y todavía no había encontrado un regalo adecuado para su nieto Ismael. El niño tenía esa edad en la que aún no había perdido la inocencia y la candidez infantil; sin embargo, ya era capaz de entender muchas cosas y pensar con lógica.

No resultaba tan fácil encontrar el regalo original para el benjamín de la casa; como era el único hijo de su hija mayor y el primer nieto, no le faltaba de nada desde que nació. Además, su padre se encargaba de comprarle las últimas novedades en juguetes y muchas de ellas, a entender de Mateo, ni siquiera eran adecuadas a su edad. A él personalmente le parecía que le estaban mal criando con tanta pamplina, pero no quería decir nada para evitar molestar a su yerno.

Pese a todo, el crió era una maravilla, la alegría de la familia y su debilidad.

El orgulloso abuelo no podía evitar que una sonrisa se dibujara en su rostro cada vez que recordaba cuando hacía unas semanas le dijo al pequeño:
-Ismael voy a escribir mi carta a los Reyes Magos de Oriente y me gustaría saber qué quieres que les pida para ti.
El niño se quedo un poco pensativo y, abriendo mucho los ojos, contestó a su abuelo que le miraba intrigado y expectante.

-¿Sabes qué “Abu”?

-¿Qué hijo? -Preguntó Mateo con ternura.

- Pues... pídeles un charco.

-¿Un charco? ¡Pero nene, cómo voy a pedirte un charco! Además, para qué lo quieres.

- Pues... tú lo pides, quiero que tenga mucho barro y cuando me lo traigan yo puedo pisarlo, jugar y saltar, salpicando con las botas de agua nuevas, ¡verás que bien lo pasamos “Abu”! – le explicó el niño convencido.

Mateo no pudo evitar emocionarse ante la naturalidad y los razonamientos del pequeño, por eso no quería comprarle un juguete convencional y como cuentos le regalaba con frecuencia prefería que fuera algo más, algo especial que le hiciera ilusión, importante para el niño, pero no conseguía imaginar qué podría ser.

Había recorrido jugueterías y grandes almacenes sin encontrar nada que le convenciera. Finalmente, desesperado porque se le agotaba el tiempo, decidió ir a uno de esos inmensos centros comercial para niños, pese a no gustarle nada porque siempre estaban abarrotados de gente que tanto le agobiaba, había que ir en coche por encontrarse en las afueras de la ciudad, sin poder evitar los grandes atascos y retenciones a la salida y a la entrada y, además, aparcar allí se convertía en poco menos que una hazaña ímproba. Esperaba que el esfuerzo valiera la pena y poder conseguir el preciado obsequio. Sin embargo, no consiguió encontrar más que una caja grande decorada como si fuera una selva, que contenía unos lápices de colores muy gordos y cada uno de ellos llevaba el dibujo de un animal diferente. En su desesperación la compró adquiriendo también algunos cuadernos para colorear, después de esperar la interminable cola para pagar. Pensó que si no era para Reyes, ya se lo daría en otra ocasión. Tardó más de lo previsto en llegar a casa porque había empezado a lloviznar y la circulación estaba imposible.

El día de Reyes, cuando Ismael llegó, después de los besos y abrazos, su abuela le dio un paquete con la chaqueta que había tejido para él; después Mateo cogió al niño en brazos y le llevó a la ventana para enseñarle a través del cristal el patio en el que se había formado un enorme charco, ya que la noche anterior no había dejado de llover. Nunca olvidaría aquel momento al ver la mirada y la sonrisa de su nieto cargadas de agradecimiento.

- ¿Has visto “Abu”? ¡Me lo han traído! Decía el chaval entusiasmado mientras le abrazaba.
Mateo miró al cielo, dando gracias por haber podido mantener aquella ilusión infantil y disfrutar de aquel momento.


" Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, colorín colorete, por la chimenea salia un cohete y colorín colorón, si te ha gustado, canta una canción."
Graziela




















OS DESEO UNAS ALEGRES FIESTAS NAVIDEÑAS, EN LAS QUE REINE EL AMOR Y LA FELICIDAD. ADEMÁS, ESPERO QUE EN EL AÑO NUEVO MANTENGÁIS LA ILUSIÓN PARA HACER REALIDAD VUESTROS PROYECTOS.

CON TODO MI CARIÑO
GRAZIELA
Graziela

Como los primeros de año suelen ser fechas que nos animan a iniciar nuevos proyecto y buenos propósitos, he pensado que una agradable manera de empezar el 2010 sería dando un Segundo Nivel de Reiki (sistema Usui y Tibetano). Es un curso de profundización, que os capacitará para poder aplicar Reiki a distancia, abriendo un amplio abanico de posibilidades que además, os ayudará en vuestro crecimiento personal.
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Graziela


CON OTRA MIRADA
Notaba la presión de su pequeña mano cuando entrábamos en el subterráneo y recorríamos el largo pasillo de tonos marinos que nos conducía a las taquillas.
Todo le sorprendía abriendo mucho sus grandes ojos castaños; una maquina en la que metes dinero y te sale un papelito; otra que se lo come y lo escupe por otro sitio para dejarte pasar.
Bajamos las escaleras despacio mientras va escudriñando con mirada atenta los carteles, los anuncios, las paredes. Se siente inmediatamente atraído por el gran espacio que separaba un andén del otro y mira con precaución la negrura absoluta del túnel, que como enormes bocas se abren a cada extremo.
– Esto son las vías del tren -le explico indicándole los brillantes raíles pateados- Son cuatro, dos para cada tren. Verás que largos son, tienen tantos vagones que llegan de un lado al otro.
– ¿Y cuando viene?
– Pues el rótulo luminoso ¿Lo ves? Dice que en dos minuto. Así que ya pronto.
– Escucha, oye. Mira. ¿Ves las luces?
– Si, es nuestro tren que se va acercando. Esas son las luces de los faros ¿Tienes miedo?
El mueve la cabeza hacia los lados, sin hablar, pero un sobresalto le recorre entero cuando el coche entra rápido en la estación, haciendo un ruido tremendo. Estaba extasiado. Se fija en todo, las puertas que se abren, la gente que sale y entra. Otro susto. Intentó tranquilizarle.
– Es el pitido que avisa de que van a cerrarse las puertas para ponerse en marcha
– ¡Que suerte! Hay dos asientos libres ¿Nos sentamos?
Está viviendo una experiencia única y no quiere perder detalle. Su mirada inquieta, atenta recorre todo el tren sin dejar de observar la oscuridad del túnel, como si quisiera ver algo en ella. Asiente con la cabeza a mis comentarios y explicaciones.
Seguimos nuestro trayecto mientras su oído infantil se va acostumbrando poco a poco a los ruidos propios del metro hasta conseguir no dar un respingo con cada sonido. El pitido que anuncia la salida, el ruido estridente al entrar en la estación, el chirrido de las ruedas al frenar, el cruce entre dos trenes dentro del túnel viendo como las ventanilla de los otros vagones entremezclan luz y sombra, en décimas de segundos, sin permitirle ver nada.
Cada nueva estación es la entrada en un mundo desconocido; los alegres colores llaman mucho su atención. Esta amarilla, ahora una roja. Azul.
“Metro de Madrid informa...” la enlatada voz femenina, inesperada que le coge por sorpresa nada más bajar del tren, anunciando un retraso en otra línea, consigue asustarle de pronto, sacándole de su abstracción.
– ¿Dónde está la señora? ¿Qué quiere?
– No se donde está, ella habla por un micrófono, como los cantantes y nosotros la escuchamos aquí por esos altavoces. Está avisando que en otra estación el tren tardará un poco. Vamos que ya tenemos que salir a la calle.
– No espera, mira. Se va –dice admirado.
Esperamos mientras el conductor le saluda con la mano sonriendo y vemos como uno tras otro todos los vagones son engullidos por la boca negra que parece ir tragándoselos hasta desparecer totalmente las dos pequeñas luces rojas.
– Me gustan las escaleras que andan solas
– Pues es una suerte porque vamos a subir muchas más.
Por fin llegamos a la calle. Los niños son increíbles, está encantado con su primer viaje en metro, una aventura, un descubrimiento del que ha disfrutado cada momento. Me gustaría que la mayoría de los usuarios habituales pudiéramos verlo con sus ojos inocentes, tal vez así tendríamos esa otra mirada.
– Mira un bus azul, otro rojo allí ¿Los cogemos?...