Graziela


La idea de este viaje surgió de manera inesperada, llevaba tiempo recibiendo información sobre "Viajes al Corazón", y si bien Bali me parecía un destino interesante, nunca soñé con visitarlo. De pronto aquel mensaje: "Si estás Dispuesta a Embarcarte en una Fabulosa Aventura que Expandirá tu Consciencia al mismo tiempo que Transforma tu Vida, este Viaje es para Ti". me llamó la atención, entré en la página, miré las fotografías, el itinerario, las actividades y el deseo de conocer aquel país tan alejado de nosotros y de vivir la experiencia fue creciendo en mi. Lo comenté con personas de mi entorno y me animaron a apuntarme. No lo pensé demasiado, pues la salida era en unas semanas, hice la reserva y empecé con los trámites. Para los billetes de avión y el seguro conté con la inestimable ayuda de Virginia, mi hermana, y el resto fue saliendo rodado. Cada vez me sentía más ilusionada, estaba convencida de que era el momento de hacerlo y ni siquiera me sentía nerviosa.
El primer contacto con mis compañeras de viaje fue a través de un grupo de whatsApp en el que me incluyó Montse Ceide, la organizadora, y sin más me lancé a la aventura sola desde Madrid. 
Volé hasta Estabul, escala y tomé otro avión a Bali, este último de 12 horas y desembarqué en el Aeropuerto de Denpasar (Bali) cuando ya era de noche, me recogió un conductor, amable y sonriente, que me llevó hasta Ubud, y el lugar donde nos alojaríamos los primeros días. 

En el hotel Om Han Retreat me esperaba Montse, con un collar hecho de flores de frangipani, y por fin nos conocimos personalmente aunque en varias ocasionas había participado en cursos y actividades organizadas por ella a través de internet, fue un encuentro muy agradable, la conocía de vista pero me impresionó lo alta que es.  Fui la última en llegar y no pude conocer a todas mi compañeras de viaje esa noche.

















En el hotel me hicieron la ceremonia de bienvenida, consistente en un pediluvio, en un balde de madera con agua muy fría y flores y pétalos flotando, que la verdad, después de tantas horas de avión fue un alivio y un descanso para mis pies, una delicia mientras tomaba una bebida que nunca había probado antes.  Después, ante el altar instalado bajo la gran estatua de Ganesha del jardín, me pasaron un incienso y colocaron una pulsera de protección. 








La habitación era estupenda y mi compañera, Macarena una malagueña muy simpática, también. 

SEGUNDO DÍA. El segundo día iba a ser muy relajado, pues como el primero hasta reunirse el grupo había sido de viaje y traslados, estaba pensado para  que tomáramos contacto con Bali y con el grupo, para ir conociéndonos. 













Desperté casi al amanecer y salir a pasear por el precioso jardín, disfrutar del entorno, admirar los arrozales, los lotos, la zona de piscina, el tempo, fue una delicia. Es un lugar donde podría pasar días sin necesidad de salir de allí. 
Antes de desayunar tenía hora para un breve masaje, gentileza del hotel. Durante el desayuno nos reunimos todo el grupo integrado por Montse, Macarena, Alejandra procedente de Texas, aunque es de México, y Carolina de Colombia.
Nos recogió nuestro conductor y la primera visita era toda una incógnita para nosotras. Más que una incógnita una sorpresa que nos llevaran al Hotel Royal Pita Hajam, sin entender el motivo.

  La entrada y la recepción tenían una decoración preciosa y nos sentamos un rato en los cómodos sofás hasta que vino a recogernos un empleado que nos acompañó, todavía no sabíamos adonde. 



Llegamos al ascensor, que olía deliciosamente a café y bajamos un par de plantas. 
Atravesar aquel umbral que nos permitía ver el paisaje exterior resultó impresionante, era como entrar en otra dimensión,  no en vano estábamos allí para trabajarnos la belleza. 





Seguimos caminando por unas escaleras, senderos llenos de flores, y con una vegetación que a mí me tenía boquiabierta, pues me daba la impresión de que con la vista no era capaz de abarcar tanta belleza. 

Llegamos a la piscina sagrada, llena de agua procedente de distintos manantiales que llegaban desde la montaña; estaba rodeada de una jungla tropical, acompañadas del sonido del agua y los pájaros. 

Hacía calor y el agua fresca y totalmente transparente nos acogió. Nos quedamos solas en la piscina y su entorno, todo aquel paraíso para nuestro disfrute. Tras presentarnos y contar un poco nuestra historia, saber nuestras motivaciones y los propósitos que nos habían hecho coincidir allí procedentes de lugares tan dispares. Después celebramos la ceremonia de apertura y cohesión del grupo, que culminó formando un círculo. 
Lo viví de forma muy especial, pues en aquel momento se estableció un vínculo entre todas nosotras, una conexión al ver reflejados aspectos de mi misma en ellas, reconociéndome en las demás.  








Nos secamos y caminamos un rato, por un sendero jalonado por un pequeño estanque, con peces de colores, que nos acompañaron en el recorrido, que terminaba en el rió, zona de rápidos por el que pasaban piraguas y barcas siguiendo los saltos. Allí mismo estaba situado el restaurante. Comimos y después, nos bañamos en una piscina que tenía forma de río y un largo recorrido que hicimos nadando tranquilamente disfrutando del paisaje.
 

   Y así, casi sin darnos cuenta, fueron pasando las horas y llegó el momento de marcharnos, despedirnos de aquel entorno maravilloso.  
















Para terminar de relajarnos y descansar del largo viaje en avión, teníamos reserva para una sesión de spa, se denominan así los centros de masaje, aunque no tengan piscinas ni chorros, como a los que estamos aquí acostumbrados.
Era uno de los más prestigiosos de Ubud. Esperamos en un salón de peluquería hasta que nos asignaron a las masajistas, que nos llevaron a las pequeñas cabañas con una o dos camillas, ducha y bañera. Parecía que en aquel centro también estábamos nosotras solas. Se escuchaban los pájaros por encima de la suave música, pues entre las paredes de madera y el techo, también de madera había un espacio abierto, por donde además veía atardecer.
El masaje fue estupendo, terminó con un pelling y un baño de agua muy caliente en la bañera llena de flores, mientras tomaba un té con exquisitas pastas. 

No sé podía pedir más. Entramos de día y salimos de noche totalmente relajadas.











Como al parecer no íbamos a tener otra oportunidad, sacamos entradas para un espectáculo de danza balinesa que nos recomendaron. Estaba anunciado para las 19,00, pero medía hora después de esa hora seguía sin comenzar. Fue muy esperado, aunque un tanto decepcionante. A mi después de la tercera canción todas me parecían iguales y aunque las bailarinas iban ataviadas con  trajes muy coloristas y complementos, el baile tenía movimientos bruscos, posturas forzadas,  sobre todo de manos y muñecas, y gestos con los ojos. Al cabo de un rato algunas ya querían irse y nos quedamos solas Carolina y yo, que tampoco pudimos aguantar hasta el final. 
Así que nos reunimos para buscar un lugar donde cenar y durante la sobremesa repasamos lo acontecido, y como lo habíamos vividos. Fue un buen trabajo de grupo para cerrar un día inolvidable.















TERCER DÍA. Nos levantamos temprano y nos dimos cita a las 7,30 bajo el tempo del hotel Om Ham. Un entorno precioso, con su altar y vistas espectaculares a un arrozal, con palmeras al fondo.
Hicimos nuestra primera meditación grupal, centrándonos en el corazón. Después practicamos unos ejercicios de medicina energética antes de desayunar, una manera excelente de comenzar el día. 
A las puertas del hotel nos esperaba el conductor para llevarnos a conocer Kemenuv y Barijan, donde vivía nuestro guía acompañante, Putu. 

Durante el paseo por el pueblo, Putu nos explicó que su religión era hinduista y las bases de la misma, que comparte con el budismo el dharma, como parte central de sus enseñanzas;  que la comunidad tiene un mínimo de 3 templos para Brama y Siba. Nos mostró el Ayuntamiento y la casa del pueblo.
Estuvimos en una casa típica balinesa en la que el edificio o construcción mas importante es el templo. Hay un lugar donde desayunan, se sientan a comer y a charlar.
En los altares que vimos y en las puertas de los templos había ofrendas, que no solo consistían en cestitas con flores y comida e inciensos, sino también cigarrillos y nos explicó el motivo, que me pareció muy curioso, pues tratan de satisfacer y honrar a los dioses, a los antepasados, a los santos y a los demonios.
Llegamos a un lugar para aprender a preparar las ofrendas que luego llevaríamos al Tempo de Tempak Siring, lugar que visitan los balineses para rezar y recoger agua de sus fuentes para  las ceremonias diarias en el hogar, por sus propiedades curativas y holísticas, y al que acudiríamos para hacer el ritual típico de depuración.
Antes de enseñarnos como realizar las ofrendas, una mujer amable y sonriente nos vistió con un sarón de colores que combinaban perfectamente con nuestros atuendos y un fajín, ceñido a la cintura. 
A continuación, ya con el atuendo de las  balinesas, nos explicaron en que consisten las ofrendas y el modo de prepararlas, mientras tomamos un té y unos saquitos de arroz envuelto en hojas. 


Primero preparamos una grande con frutas que se van clavando en un tronco con pequeñas estacas y se remata con flores en la base de la cúspide entre Carolina, Macarena y yo. 
Luego cada una hicimos una ofrenda pequeña, a mi me enseñó a hacerla la misma mujer que nos vistió, explicando como había que doblar las tiras de hoja de palma e ir fijandolas con pequeños palillos hasta tener unas bandejas cuadradas y sobre ella se depositaban las flores y pétalos de distintos colores (blanco, rosa, rojo, amarillo) siguiendo un determinado simbolismo. 
 
Fue un rato estupendo, que pasamos concentradas tratando de hacer lo que nos enseñaban, bajo la atenta mirada de nuestra maestra, aunque ellas no hablaban español, si entendían, así que charlábamos y reíamos. Yo me sentía como si estuviera haciendo algo a lo que estaba acostumbrada. Me encantó, estaba feliz con aquellas desconocidas que parecían tan cercanas, comiendo mango y escuchando a los pájaros.
La familia de Putu, aunque en principio se dedicaban a trabajar el hierro, ahora tenía un taller de talla en madera. Vimos como tallaban las piezas y el padre nos explicó, en perfecto español, las cualidades de las maderas que utlizaban:  teca, ébano, árbol de cocodrilo, con una corteza como la piel del cocodrilo, etc. así como los distintos trabajos que hacían, y el tiempo que dedicaban aproximadamente a cada pieza, algunas de ellas espectaculares. También dimos una vuelta por la tienda que era como una exposición inmensa. 
Hacía ya mucho calor y aún teníamos que visitar el tempo, no quise entretenerme, pero me habría gustado comprar alguna de aquellas figuras o una caja como recuerdo. 


Al llegar al tempo de Tempak Siring me di cuenta de que me había olvidado coger el sarón que nos regaló Montse y tuve que tomar prestado uno de los que tenían en la entrada, pues no se debe entrar sin cubrirse las piernas. 
Es el templo del agua, construido sobre manantiales de agua sagrada. Me pareció impresionante y tuvimos que cambiarnos y ponernos un vestido verde o azules sobre el bañador para poder meternos en las piscinas. 
La ceremonia de depuración consiste en pasar por al menos once fuentes, también puedes mojarte en 13, sin hacerlo en la primera y las dos últimas, pues una es para coger agua y llevarla a casa para los rituales de los balines y otra para lavar a los muertos.
Hacía mucho calor y había bastante gente para hacer el ritual,  en los vestuarios, todos ellos turistas, mucho alboroto que poco llamaba al recogimiento. 
Primero depositamos nuestras ofrendas en un altar y luego nos dirigimos a la piscina. 
El agua estaba gélida y había bastantes peces grandes que nadaban por ella, entre los pies de la gente, por un momento creí que no podría meterme, pero como era la primera, no me lo pensé dos veces.
No sé porqué me costó contactar con la parte más espiritual, tenía la sensación de que se realizaba el ritual de manera mecánica, sin darle un sentido más profundo. Había demasiadas cosas que me distraía y en cada fuente creo que tragué agua, sin conseguir disfrutarlo plenamente al no llegar al punto de recogimiento que necesitaba.
















Terminado el ritual volvimos a cambiarnos para recibir la bendición del sacerdote local, en otra parte del templo.
Al terminar ya teníamos hambre y fuimos a un restaurante de montaña, con unas vistas impresionantes sobre los arrozales. Comimos  en la terraza.



Había un columpio pequeño sobre el arrozal y no pude resistir la tentación de sentarme en el, dado lo mucho que me gusta columpiarme. 





















       Un poco más arriba, en la misma zona había un lugar donde practicar tirolina, montar en una bici que estaba colgada sobre el vacío para pasar de lado a lado y un columpio que te hacía volar con un abismo verde, y pese a lo mucho que me gusta columpiarme hacerlo suspendida en el aire con la hierba a muchos metros de los pies no me llamaba en absoluto, aunque mis compañeras, más valientes y osadas, lo probaron todas, algunas incluso con unos vistosos vestidos que alquilaban para hacer más"bucólico el paseo".














Allí comenzó a atardecer y cuando llegamos al hotel, y por si hubiéramos tenido poco agua, me di una baño maravilloso en las tibias agua de la piscina. 

Por la noche baje con Macarena a Ubud, a dar una vuelta por la ciudad y ver tiendas, aunque volvimos pronto, estaba cansada.







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1 Response
  1. tafpilar Says:

    Vaya aventura. Y cómo la has vivido y disfrutado a tope.
    ¡Felicidades!