Graziela

CUARTO DÍA.  
Nos levantamos temprano e hicimos la meditación y un ratito de medicina energética cerca de la estatua de Ganesha, en el jardín.
Un estupendo desayuno antes  de salir hacia Kintamani, un pueblo de montaña situado a 1400 metros de altura sobre el nivel del mar.


Desde el pueblo pudimos contemplar el Volcán Batur de 1717 metros, que se mantiene activo y el Lago Batur a sus pies, aunque el día no estaba claro y no pudimos verlo bien.  
Visitamos Besakih, el Templo Madre, es el más grande de la isla, compuesto por 22 templos diferentes, y el más antiguo. Los balines acuden a rezar y depositar sus ofrendas, la parte central es para todos los hinduistas, luego cada uno puede dirigirse a la zona que le corresponde dentro del complejo de templos, según al clan que pertenecen, en base a la dedicación o al oficio que ha ejercido su familia. Es el tempo más sagrado de Bali. 
Está reservado para sus ritos religiosos y por eso no se puede entrar y nos quedamos en "las puertas del cielo". 
Se sitúa en el Monte Agung, el más elevado de la isla.  




Los templos son impresionantes, resalta mucho el color oscuro de la piedra, la tierra, la madera y el cañizo de los tejados, que sufre mucho deterioro y los tienen que estar arreglando o renovando constantemente, por eso alguno estaban en obra. 

Me llamó la atención la altura que alcanzan las construcciones.
Me encantó la energía que había en este lugar, era muy especial, y arriba del todo, aunque el día no era muy claro cuando subimos, las vistas eran espectaculares; ver todos los tempos desde allí, con el silencio solo roto por los trinos de los pájaros y el sonidos musicales de los móviles que colgaban del techo de la tienda, me pareció muy relajante. Es un recuerdo muy grato que me traslada a aquel momento.

No solo lo noté yo, nos sentimos tan a gusto todas, que al bajar decidimos hacer una meditación y Putu nos buscó un lugar tranquilo y un poco alejado. Apenas había gente por la zona. Nos colocamos formando un círculo, con una de nosotras situada en el centro, tocándonos las demás pies con pies, como si formaremos una estrella a su alrededor, y así fuimos trabajando lo que necesitábamos en ese momento cada una, para sanarlo "Lo siento, perdóname, gracias, te quiero". Fueron momentos mágicos, en los que creo que el grupo estuvo más conexionado que nunca antes. Toda una experiencia.
Después bajamos hasta el lago Batur, disfrutando de sus preciosas vistas mientras comíamos y nuestro guía, nos explicaba curiosidades e historia de esta zona. 

Tuvimos mucha suerte con el guía, no en vano fue elegido por Montse, personalmente, pues Putu es un hombre culto, estudió perito agronomo y además sabe mucho de historia y tradición de Bali, habla perfectamente español y es una bellísima persona, siempre dispuesto a contarnos cosas y satisfacer nuestras dudas respecto a todo lo que nos llamaba la atención en las visitas y paseos. 















Al terminar de comer nos sumergimos en las piscinas termales. Cada una tenía una temperatura que iba desde caliente y muy caliente,  hasta achicharrante. A mi que me encanta el agua calentita las probé toda y me instalé en la que está situada más abajo, con el agua a menos grados, en una sombra y era una delicia estar allí, viendo el lago de frente.

Coincidimos en las piscinas con un grupo de hombres españoles, de Cataluña, que eran moteros y estaban recorriendo Bali, nos explicaron que cada año se reunían para conocer un país en moto. Eran simpáticos, aunque a mí, en ese momento me apetecía más disfrutar del entorno y escuchar el agua que charlar, así que me fui a otra piscina a estar conmigo.
De regreso al hotel pasamos por caminos entre aldeas y campos de arroz y nos detuvimos en un mirador a ver caer la tarde sobre el lago, con unas vistas maravillosas. Fue el único sitio en el que me sentí agobiada por el acoso de los vendedores, que a toda costa querían colocarnos algo (sarones, pulseras, colgantes, etc) 
Antes de llegar al hotel paramos en un supermercado para comprar fruta y otras cosas que algunas necesitaban, además queríamos algún cuaderno para escribir, yo encontré un montón en el mostrador, con portadas muy monas, que fuimos eligiendo, lo curioso es que todos tenían nombre y alguna página escrita, fue un momento muy divertido, pues estábamos dispuestas a comprarlos aunque estuvieran empezados, sin embargo no estaban a la venta, y las risas nos duraron un buen rato, de hecho cuando lo recordábamos volvíamos a reír a carcajadas.

Esa noche decidimos bajar a cenar a Ubud, y tomar una copa, pues no nos quedaba mucho tiempo en la ciudad. Elegimos una pizzería, por variar y salir de los sabores balines y después caminamos por la calle del Bosque de los Monos hasta los locales de copas que conocía Montse, donde tocaban música en vivo, entramos en unos y otros y como lo que nos apetecía era bailar había uno en el que tocaban salsa y nos quedamos allí hasta que se despidieron  los músicos. Me llamó la atención que la gente bailaba muy bien,  había profesores de baile y ellos iban sacando a las chicas, que seguro eran sus alumnas, pues estaban muy compenetrados.
En la misma calle, mas arriba, había una discoteca enorme, que tenía hasta piscina y allí seguimos bailando. Lo hacíamos formando un circulo, que se estaba convirtiendo en una seña de identidad del grupo, algunas chicas se unían y el círculo se iba agrandando,  llegó un momento en que todas las mujeres que había bailando lo hacíamos dentro del mismo circulo, turnándonos entre unas y otras para hacerlo en el centro, fue muy divertido y curioso ver la complicidad de tantas mujeres desconocidas. 

QUINTO DÍA

 












Teníamos el día libre, después de la meditación matutina y el magnífico desayuno del hotel, mi comida preferida en Bali, al aire libre, disfrutando de los arrozales y viendo a unos hombres bajar cocos de las palmeras, elegimos acudir a una sesión de terapia con sonido. Duraba hora y media y se realizaba en una pirámide, en un centro especial, preparado para ese fin, otras clases y terapias.

Allí se respiraba calma. Salimos muy relajadas.
Fue toda una experiencia, al salir Montse nos esperaba en la cafetería, pues íbamos a ir a comer a Ubud y allí cada una decidiría lo que quería hacer esa tarde.
Yo tenía muy claro que no quería irme de la ciudad sin visitar el Santuario de los Monos, y aunque nadie más quiso apuntarse fui sola. 
Caminar tranquila, llegar al "Monkey Forest. Sanctuary" (Bosque de los Monos), fue lo mejor para bajar la comida. Y ya fuera pude observar a los traviesos primates caminando por los cables de la luz, saltando los tejados e incluso paseando por las tapias. 
Dentro del Bosque hacía fresco y vi en los folletos que era enorme, así que me lo tomé con calma.

El objetivo principal del Santuario Sagrado del Bosque de los Monos es conservar el área basándose en la corriente filosófica del Hinduismo Tri Hita Karana, cuyo significado es ("tri" tres; "Hita" felicidad y "Karana" manera) "tres maneras de obtener bienes físico y espiritual".  La esencia de esta doctrina es conseguir una relación en armonía con la vida: entre los seres humanos y su medio ambiente y entre los humanos con el Dios supremo.






Este Santuario Sagrado es un destino turístico creado para divulgar paz y armonía entre los visitantes, estando en el corazón de la ciudad también posibilita la conservación de plantas y especies, tal como plantas para rituales y es utilizado como laboratorio natural para instituciones educativas.


Los monos que habitan este Santuario son conocidos como Monos Balines de cola larga. Viven unos 900 monos, divididos en siete grupos: en frente del templo principal, Michelin, zona este, zona central, zona cementerios, nuevos bosques y sur. 






Yo recorrí todas estas zonas y la verdad es que notaba que unos eran más tranquilos que otros, y los que había cerca de la sala de exposiciones eran muy agresivos entre ellos, o lo mismo estaban defendiendo su territorio, no lo sé, pues asistí a alguna pelea, bastante violenta.

















Me encantó verles jugar, llevar a los bebes a su espalda, saltar, colgarse de lianas y hacer mil monerías. Siempre me ha gustado observarles, me parece que hay algo humano en su mirada, cosas mías, aunque aquí advertían que no se les debe mirar directamente a los ojos, así que tuve cuidado, y me divertí con ellos. 

Es un lugar precioso, lleno de rincones encantadores en los que es un placer perderse, si os gustan los monos y  los parques no dejéis de visitarlo si alguna vez estáis en Ubud.






Pase horas caminando por el Santuario Sagrado del Bosque de los Monos, disfrutando del paseo, y también vi como les ponían la comida y a que velocidad se la comían.  


Cuando me quise dar cuenta, empezaba a caer la tarde y yo había quedado con Alejandra y Carolina para tomar algo después de sus compras y volver al hotel juntas.  Al volver a la zona comercial para encontrarme con ellas vi a los chicos moteros de las piscinas termales y me invitaron a unirme a ellos en su fiesta particular, pero se les veía "demasiado animados" de tanta cerveza y decline amablemente su invitación.

Antes de volver al hotel tomamos algo y así terminó nuestra última noche en Ubud, pues al día siguiente salíamos hacia el Norte de la Isla, vía Bedugul.

1 Response
  1. tafpilar Says:

    Una crónica estupenda, con esas fotos tan bonitas.
    Un reportaje precioso.
    My bien, Ángela