Graziela
CASTILLO DE LA ADRADA Y VALLE DEL TIÉTAR (ÁVILA)

No hay mejor manera de c
elebrar la primavera que hacer una excursión al campo, eso pensó Josefina, la profe de gimnasia del C.C. Buenavista, y yo que nunca puedo apuntarme a estas salidas por tener que trabajar, en esta ocasión al ser viernes pude unirme al grupo y conocer el Castillo de La Adrada y el Valle del Tietar (Ávila).

Salimos temprano en dirección a Sotillo de la Adrada, donde paramos a desayunar unos deliciosos churros. Continuamos camino y visitamos el Castillo de la Adrada. Nos explicaron la historia del castillo, y caminamos por él, observando las maravillosas vistas que ofrecía desde cualquier punto.

El campo estaba precioso lleno de jaramagos, margaritas y retamas en algunas zonas.

Desde allí iniciamos la marcha por una ruta, que según uno de nuestros guías, es poco conocida. Es una zona de dehesas que tradicionalmente ha estado dedicada al ganado, aunque ahora ya no es explotada como antaño.

Atravesamos el Puente Mosqueda y el Puente Chico y fuimos bordeando el río, disfrutando del susurro de las aguas, los trinos de los pájaros y del maravilloso paisaje.

Nos apartamos de la senda en algunas ocasiones para observar una encina centenaria, curiosas especies de la flora propia de la zona o las parideras que se conservan en buen estado, en las que los pastores dejaban a las cabras a punto de parir o con los chivines recién nacidos, mientras acompañaban a su rebaño por las dehesas. Pasa por allí la cañada real eran muchos los pastores que transitaban la zona con su ganado.

Hacía un día casi veraniego y sufrimos el sol de plano durante casi todo el camino, protegiéndonos en cuanto podíamos bajo la sombra fresca de las encinas, los pinos piñoneros y negros y los fresnos, muy abundantes en la segunda parte de nuestra ruta.


Paramos a comer tras atravesar un prado lleno de vacas, que se mostraron de lo más amigables al ignorar nuestra presencia. Allí bajo las encinas y sobre las rocas disfrutamos del merecido descanso y de nuestros almuerzos, compartiendo risas, agua y unos sorbitos de orujo que había llevado una compañera.


Cansada, sudorosas y con mucho esfuerzo por pesarnos el sol y el calor de la tarde llegamos a Fresnedillas, que era donde terminaba nuestra marcha, que en principio nos haría recorrer nueve o diez kilómetros, pero que según mi podómetro ya habíamos pasado los once.
Fue en una terraza donde dimos por terminado "el paseo", mientras tomábamos un refrigerio, tan deseado como necesario.

Acabamos la excursión visitando una quesería especializada en quesos de cabra.

Pero como vale más una imagen que mil palabras...
3 Responses
  1. Espléndidas fotografías en las que nos habéis dado la oportunidad de acompañaros en esa salida. Evidentemente, no hay mejor manera de celebrar esta época del año.


  2. PILARA Says:

    Muy bonito, cultural, bucólico y ecológico paseo, pero... ¿dónde está el queso?


  3. Cruz Says:

    Estupendo día, un poco larga parece la caminata,pero seguro que valió la pena.