Estaba desayunando sentada en el salón, frente a la
ventana. Cuando termine mi tostada de aguacate y con la taza de té humeando
entre más manos, de pronto, me fije en una mujer que tendía la ropa en la
azotea de la casa de enfrente. En aire movía las sábanas, las toallas, un
colorido mantel…
Por un momento volví a ser una niña, a darle a mi
madre las pinzas cada vez que cogía una prenda y la colgaba bien estirada en la
cuerda, mientras correteaba a a su alrededor. Noté el sol en la cara, el aire
alborotando mi melena y el aroma de la ropa limpia. Sentí de nuevo la alegría
de los días que huelen a felicidad.