Graziela

 


SOPRENDENTE REVELACIÓN

 Cuando se busca entablar una relación todos solemos mostrar lo mejor de nosotros, con fotos de hace tiempo, retocadas o procurando ocultar aquellas zonas de nuestra geografía de la que nos sentimos poco orgullos o directamente no aceptamos. Así maquillamos la realidad. Por eso, después de otros desengaños no quise arriesgarme, y antes de hacerme ilusiones, tras unos cuantos mensajes,  decidí aceptar la propuesta de Martín para vernos en vivo y en directo.

La verdad es que la primera impresión fue muy buena. No era tan alto como imaginé, pero estaba proporcionado, tenía un rostro agradable y unas manos preciosas.

Desde el principio noté que había química entre nosotros. Martín me parecía muy culto, aunque casi toda la charla versó sobre historia y en especial de la Grecia Antigua. Ya en el bar empezamos con algunos “piquitos”. Al salir, mientras decidíamos donde cenar, seguimos “acercando posturas” con caricias y arrumacos. Apoyados en su coche, charlando, nos abrazamos y besamos apasionadamente, así que optamos por saltarnos los preliminares y primeros platos y pasar directamente al postre, que fue en su casa. Era un hombre muy tierno, atento, dulce y encantador. Fue una experiencia muy gratificante, tanto que nos quedamos dormidos, exhaustos y el domingo amanecí en su cama.

Antes de levantarnos volvimos a enrollarnos y cuando él se incorporó para ir al baño vi que en su espalda tenía tatuada la Grecia Clásica al completo: Apolo, la Acrópolis, las cariátides, Platón, un mapa, el Partenón, el Discóbolo… entendí hasta donde llegaba la pasión que sentía por esa civilización, de la que me había estado hablando durante mucho rato. Mientras me vestía observé su estantería llena de libros y videos relacionados con el mismo tema y comprendí que aquello era más que una afición. Pensé que aprendería mucha historia con él siempre que el sexo entre nosotros siguiera siendo tan bueno.