Graziela

 


 LA HORA DE LOS MURCIÉLAGOS

             Cuando se empieza a esconder el sol, cuando los pájaros vuelven a sus árboles para dormir, con gran algarabía, aunque no canten de alegría sino de miedo porque llega la noche, cuando todo es sombra, es la hora de los murciélagos.

            Aparece primero uno, volando en círculo, batiendo con rapidez sus alas, mostrando su silueta que se recorta en negro. Después viene otro y  se elevan y bajan de forma inesperada,  entrecruzándose. Su vuelo es como ver las ondas que se  crea en el agua al arrojar una piedra, concentricas, de pequeñas a grandes y luego, otros se suman a la extraña danza.

            Me parecía que esa era la hora más triste del día. Es realmente cuando muere la luz, sin embargo, contemplar el baile de los murciélagos, como un ritual diario, que surgen precisamente para alimentarse de de los mosquitos que pululan por el aire buscando sangre dulce, la ha convertido en un momento agradable que a medida que avanza el verano se va adelantando en el reloj.  

            Es curioso, como cambian las cosas según la forma de percibirlas. Por eso me ha parecido un buen título para la mi próxima novela, aunque todavía no puedo precisar mucho sobre sus personajes o la trama, pero estoy segura de que una tarde de estas, mientras disfruto del vuelo alocado e irregular de los murciélagos empezaran a tomar forma y cobraran vida.