Graziela



 Una nueva excursión organizada por Josefina, la profe de gimnasia, para disfrutar del otoño saliendo de Madrid.
En esta ocasión la hicimos con "Gente Senderista", que organiza muchas rutas de senderismo por la Comunidad de Madrid. 
 El día era luminoso y aunque había nubes las previsiones del tiempo no daban lluvia por la zona de Somosierra hasta la tarde.  Salimos de Madrid temprano, no tanto como habíamos deseado, pues el autocar era demasiado grande para el grupo y una vez montadas y con las mochilas, palos, etc. debidamente acomodado en el maletero, llegaron nuestros guías Sara y Jorge y nos dijeron que teníamos que cambiar a un autobús más pequeño, que llegó a recogernos casi inmediatamente. E iniciamos el viaje sin ninguna incidencia. El trafico de salida a esa hora es terrible y durante el trayecto Jorge nos fue contando características y curiosidades de la parte que íbamos a recorrer.
Paramos a desayunar en Buitrago de Lozoya, y como hacía fresco el café nos templó, algunas aprovecharon para comprar pan para sus bocadillos.
Comenzamos nuestro camino desde Somosierra, localidad más al norte de la Comunidad de Madrid. Es un pueblo reconquistado por Alfonso VI, y  que ostenta relevancia histórica debido a que fue escenario de una épica batalla que tuvo lugar durante la invasión napoleónica, la llamada Batalla de Somosierra en 1808, momento clave de la Guerra de la Independencia,  como testimonia la placa situada ante la Ermita del Puerto de esta localidad.
La ruta senderista se realiza por una pista forestal de aproximadamente 8 km. de longitud, más un kilómetro que hay que recorrer para llegar a la Cascada.
Disfrutamos de un camino por el bosque de robles, hayas, acebos, serbales de los cazadores, abedules,  avellanos, etc. y que tiene algunos preciosos ejemplares de árboles, clasificados como singulares por distintas características.

Al poco de comenzar a caminar tuvimos que cruzar un arroyo, que debido a las abundantes lluvias venía bastante caudaloso, y tras este primer escollo, la senda era cómoda y con poco desnivel. 











Nos admiró la belleza otoñal con abundantes avellanos, que crean un bosque en galería y que a veces, con sus ramas y hojas amarillas, formaban una especie de túnel por el que es una placer caminar. Una delicia pararse a escuchar los ruidos del bosque:  el canto de sus pájaros, el susurro del agua del arroyo cercano y sentir el crujir de las hojas secas que se extienden como singular alfombra ante nosotros y el olor a humedad a frescor. Todo un lujo y un disfrute para los sentidos. 
Vimos el abedular de la Sierra de la Cabrera y el Pico de Miel, llamado así por la abundancia de colmenas de abejas.
Nos detuvimos a observar los musgos que cubrían las piedras, troncos y algunas rocas del suelo.  

También pudimos ver líquenes que solo se abundan en zonas donde el aire es muy puro.


















Visitamos árboles singulares, admirando su grandiosidad y belleza.

  Acebos 

 Avellanos y abedules con su corteza blanca

 


Vimos el abedular de la Sierra de la Cabrera y el Pico de Miel, llamado así por la abundancia de colmenas de abejas.









Encontramos plantas de violetas, aunque sin flor pues florecen en inviernos; una especie de azafrán silvestre, muchos escaramujos silvestres o rosa canina y algunos majuelos con las hojas amarillas ya.


Incluso nos cruzamos con un caballo, que se aproximada al trote hacia nosotras y al vernos se quedó parado al lado del camino. 




Nos estuvo observando hasta que desaparecimos de su vista. Luego se quedó comiendo plácidamente.

En esa zona abundas los cambroños, planta propia de nuestro país que suele florecer a finales de primavera y principios de verano, con su característico color amarillo y que adorna la Sierra de Guadarrama, pero en esta ocasión lucía un color verde. Había muchos helechos secos, supongo que quemados por el intenso frío.










caminando cómodamente, sin dejar de deleitarnos con el precioso paisaje que nos rodeaba, llegamos hasta el mirador de la Dehesa Bonita, en el que nos sorprendió una maravillosa explosión de colores otoñales: amarillos, ocres, marrones, verdosos, rojizos...

Fuente, de agua helada

 Y cerca de la fuente, una foto testimonial en un curioso árbol, con un tronco que ha crecido en vertical desde casi el suelo, en paralelo a la tierra y sin tocarla, aunque con nosotras  delante no se puede observa bien.
 Desde allí el camino se volvió más abrupto, pues teníamos que ir sorteando arbustos que ocultaban en algunas zonas casi totalmente el sendero y que para suavizar la subida íbamos caminando en zig zag, apartando las ramas, guiados por Jorge, cuya experiencia en estas lides data de hace más de 19 años.  
Lloviznaba a ratos, sin embargo no nos molestó la lluvia pues el agua intensificaba el color del bosque.
Así fuimos llegando arriba y recorrimos el último tramo del camino, cada una a su paso y tranquilas, pues al parecer pocos se animaron ese día a pasear por allí, hasta el refugio viendo las vacas que fuimos encontrando a nuestro paso.
Al volver de una curva nos esperaba la sorpresa de encontrar un grupo de caballos, una yegua y su cría que ni parpadeó cuando le tomamos fotografías y nos fue siguiendo con la mirada sin moverse hasta que nos alejamos de ellas, para proteger a su cría.

 Siempre es agradable saber que hay un sitio protegido y con techado donde comer, por si acaso, aunque otras prefirieron hacerlo fuera, al abrigo del refugio. Para entonces había empezado a soplar el viento y el frió se hizo patente, cuando nos paramos para reponer fuerzas. Fruta, tortilla de patata, bocadillos, frutos secos, galletas, chocolates y dulces y un poquito de licor de cerezas y ron-miel para entrar en calor.
Desde lejos pudimos observar La Chorrera de los  Litueros, también conocida como Chorro de Somosierra o Cascada de los Litueros, es un torrente situado entre enormes rocas, que pudimos ver desde lejos y al que luego nos aproximamos por otra ruta. 

El agua procede de manantiales de las cumbres, que crean el arroyo del Caño, cayendo en forma de cola de caballo por los tres escalones de piedra de la Chorrera. Al descender este arroyo se funde con el de Las Pedrizas, y da origen al nacimiento del Duratón, conocido río segoviano.  Es una de las Cascadas más alta de la Comunidad de Madrid.












El último tramo de la excursión para llegar a la Cascada fue opcional, pues algunas estaban ya cansadas y prefirieron esperarnos sentadas y calentitas.
Tras cruzar un paso canadiense (parrilla de barras paralelas colocadas sobre un pequeño foso sobre el suelo, para que no salga el ganado), el camino estaba anegado, y era incómodo y tuvimos que pasar otro arroya, con más agua que el anterior, pero afortunadamente más estrecho, después triscamos como cabras por peñascos mojados hasta el angosto sendero. Sin embargo llegamos bien y al ver el espectáculo del agua cayendo se nos olvido el barrizal y las resbaladizas rocas.
En la carretera cortada nos esperaba el autocar, y menos mal, pues ya para entonces llovía con ganar. Pasamos a recoger a las que nos esperaban en la cafetería del pueblo y emprendimos el regreso.
Un camino alegre amenizado con canciones y risa. Regresamos cansadas pero muy contentas, con los ojos llenos de otoño, energía renovada y la mente en paz.

Mi agradecimiento a Josefina por este estupendo día en la naturaleza; a nuestro guías: Jorge y Sara, que supieron trasmitirnos su amor por la montaña y la pasión que ponen al hacer su trabajo; estuvieron pendientes en todo momento del bienestar del grupo y dispuestos a ayudar, informarnos y resolver nuestras dudas. Agradezco a todos los que gentilmente habéis querido compartir vuestras fotos conmigo, entre las que he elegido las que hoy podéis ver. GRACIAS POR ESTA PRECIOSA JORNADA DE OTOÑO.