Graziela

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UN BESO PERFECTO

Joanna quedó fascinada al leer el guión de su próxima película. No haría el papel de  protagonista, de hecho aparecería en pantalla casi a la mitad de la cinta, sin embargo, su  presencia no pasaría desapercibida, era la oportunidad que llevaba años esperando. Le encantó el personaje y sabía que no le costaría meterse en la piel de Lucrecia, una mujer joven, hermosa y soñadora, que vivía un amor romántico con el actor principal. El rodaje comenzaría en Lisboa, se rodarían exteriores en Coimbra y Roma, lugar en el que ella se  cruza por primera vez en la vida de Paolo, el protagonista del film. Luego volverían a encontrarse en Venecia, y la historia daba un giro inesperado. 
Lo que más ilusión le hacía a Joanna es que este trabajo le daría la oportunidad no sólo de mostrar sus dotes interpretativas, sino de compartir pantalla con el gran Manuel D'Silva, al que siempre había admirado.  Estaba segura de que habría un antes y un después en su carrera a partir de aquel trabajo.
El papel era más complicado de lo que en principio parecía. Nada tenía que ver con los personajes de adolescente rebelde o jovencita alocada que estaba acostumbrada a interpretar y en los que notaba que la estaban encasillando. Sus intervenciones estaban llenas de giros y matices que  la obligaron a estudiar en profundidad sus diálogos, para conseguir llegar a una interpretación que, además de creíble, dejara ver la complejidad del carácter de Lucrecia.
Cuando viajó a Roma para incorporarse al rodaje nada fue como esperaba. Manuel D´Silva era mucho más impresionante al natural. Tenía una personalidad arrolladora y su presencia llenaba la pantalla sin ni siquiera abrir la boca. Esto la incomodó y le hizo sentirse un tanto insignificante a su lado. Él la miraba con indiferencia y se mostraba displicente, aunque era tan buen actor que cuando interpretaba podría hacer creer a cualquiera que se debatía en un terrible dilema al conocerla y quedar totalmente prendado de aquella joven. Sus malos modos, su altanería y su desprecio por los compañeros, le apearon del pedestal en el que ella le había subido. 
La belleza de Venecia la envolvió, y la presencia de Lucrecia iba cobrando relevancia con cada escena, aunque no consiguió sustraerse a los desprecios fuera de plano de Paolo, su partener. No comprendía cómo ese hombre, tan guapo, y a la vez tan engreido, en la vida real  terminaba teniendo un romance con todas sus las protagonistas de sus films. El rodaje siguió su curso sin problemas, según lo previsto; Joanna conoció a gente estupenda,  y cuanto mejor conocía la ciudad más la maravillaba.
Se aproximaba el final y la preocupaba la última escena en la que Lucrecia y Paolo tenían que fundirse en un beso largo y maravilloso, "muy de película". Siempre había soñado interpretar una escena como aquella con un actor como Manuel, sin embargo ahora no le apetecía en absoluto. El director  insistía una y otra vez en que el beso tenía que resultar perfecto. La escena era idílica y lo más romántico de toda la película. Lucrecia y Paolo estaban en una góndola, en un pequeño canal, habían mantenido momentos antes una larga discusión; era de noche, llovía y por primera vez, ajenos al mundo él la abrazaba con ternura, ella cerraban los ojos mientras se estrechaban con fuerza, sus bocas se buscaban ansiosas, se encontraban, y se besaban primero con suavidad, luego apasionadamente, para separarse, mirarse y sonreír. “Corten”. Ella se sobresaltaba al escuchar la voz de trueno del director, cada vez más enfadado, pues aquello no era lo que él quería. Tiene que ser un beso perfecto, argumentaba, y repetían toda la escena de nuevo. Tuvieron que dejarla para el día siguiente. Era imposible  conseguir el beso perfecto cuando no existía niguna complicidad entre sus protagonista; el agua les chorreaba por el rostro y el pelo, estaban empapados, helados de frío y el hedor del canal era insufrible. Al día siguiente Manuel se mostró más atento y simpático con Joanna, no llovía tanto y el olor tampoco llegaba a ser molesto. La primera escena resultó del agrado del director, aunque grabaron una segunda toma, y la mejoraron. Todo había terminado, aunque ninguno de los protagonistas calificarían aquel beso de perfecto.
No habían visto la cinta una vez montada y el día del preestreno se encontraron de nuevo. Algo había cambiado entre ellos. Fuera de los escenarios Manuel era un hombre mucho más agradable, casi encantador. Se sentaron juntos y sus manos se rozaron de forma casual, y ninguno  de los dos se apresuró a separarla, al contrario. A Joanna la película le estaba encantado y se sentía orgullosa de su interpretación. Se veía espléndida. En un par ocasiones él se aproximó y en voz queda alabó su trabajo. Los dos se miraron y sonrieron complacidos, cuando estaba a punto de aparece en la gran pantalla la última escena, y ya se escuchaba la música de fondo. Aquella escena que tanto tiempo les había costado, estaban ansiosos por ver el resultado final de sus esfuerzos. 
El fundido negro y la palabra fin es lo único que alcanzaron a ver al separarse, después de lo que ambos calificarían como un verdadero beso perfecto.

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