Graziela


CENA ESPECIAL

                Candela no entendía el inesperado afán de su marido por cenar solos la última noche del año. Solían celebrar la nochevieja con amigos, en casa de unos y de otros, al principio con fiestas de mucha gente y baile hasta la hora del chocolate. Con el tiempo se convirtieron en cenas más tranquilas, divertidas, con los que se mantenían fieles a la cita: el socio de Rodrigo y su mujer; Susana y Héctor, y los Riaño.
            - No comprendo esta manía que te ha dado. Aquí los dos solos va a ser un aburrimiento, pudiendo hacerlo en casa de Susana, que le tocaba organizarlo este año y prepara esas cenas tan ricas...
            - No sigas con eso, ya lo hemos discutido. Simplemente, no tengo ánimo para salir.
            - Pues bien que saliste la otra noche, con los de la oficina. ¡Estás muy raro!
            - Candela, tengamos la fiesta en paz, no empieces con tus reproches.
            Mientras se comían el cóctel de marisco en silencio, ella rememoró otra nochevieja, la del primer año de casados, y nada tenía que ver con esta. Fue una cena romántica; estaban tan enamorados que después de las uvas y el champagne, bailaron pegados, y el amanecer les sorprendió en el sofá, inaugurando el año con un amor que creían sería eterno. El recuerdo la entristeció. Pensó que lo mismo se estaba equivocando, y un relámpago de mala conciencia cruzó su mente.
            Rodrigo se mostró amable,  y se hizo el simpático, aunque sus chistes y anécdotas habían dejado de resultarle graciosos a su mujer. Fue una velada rara. Los dos se terminaron las uvas a tiempo, brindaron por el nuevo año y se besaron en las mejillas como dos extraños, por compromiso.  “Año nuevo, vida nueva”, dijo ella chocando su copa otra vez. El silencio se impuso entre ambos y nerviosa empezó a recoger la mesa,  él se fue a la alcoba. Cuando terminó en la cocina, su marido seguía en el cuarto y ella se sentó en el sofá, ante la tele, sin prestarle la más mínima atención. Habló por teléfono con su hija, con familiares y amigos mientras ojeaba una revista.
            Aburrida fue al dormitorio y vio que su marido estaba cerrando una maleta grande y tenía sobre una de las camas una bolsa de viaje.
-          ¡Qué haces? ¡No pretenderás hacerme creer que tiene un viaje de negocios…!
-          Yo no pretendo nada. Me marcho. Hace tiempo que pienso que los dos nos merecemos algo mejor que esta vida juntos.
Candela abrió mucho los ojos y se echó a reír con ganas. Sus carcajadas retumbaban en las paredes y Rodrigo la miraba atónito.
-          Espera una escena, pero esto… ¿Debes estar borracha?
-          No, ¡qué va! por una vez en muchos años estoy de acuerdo contigo. He solicitado el divorcio, pronto te llegará la demanda.
           



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