Graziela



GRACIAS, MUCHAS GRACIAS

El discurso fue largo y escabroso, tocó temas difíciles y que incomodaron a más de un oyente, sin embargo el orador, que tenía fama de frío e insensible, estaba contento con su intervención. Recogió los folios del atril mientras la sala se llenaba de aplausos, un papel se resbaló y cayó al suelo. Se hizo el silencio y todos observaron cómo el insigne economista se agachaba a recogerlo cuando se le escapó una sonora ventosidad que recorrió la sala llenando el aire de un aroma fétido. Él quería morirse, no se atrevía a incorporarse para evitar que toda la audiencia pudiera observar su turbación y el tono encarnado que había adquirido su serio semblante. Una mujer de la primera fila se puso en pie y comenzó a aplaudir sin dejar de reír. Su risa fue contagiando a otros, que se unieron al aplauso que terminó en ovación cerrada. El conferenciante, más relajado y sonriente ante la incómoda e inusual situación se acercó de nuevo al micrófono, agradeciendo los aplausos y a modo de disculpa argumentó "como ven, pese a lo que dicen mis adversarios, también yo soy humano".

3 Responses
  1. PILARA Says:

    Si es que hay incidentes que se escapan a nuestro control, aunque seas una eminencia.
    Muy gracioso.


  2. Una incómoda situación, superada, sin embargo, con elegancia.


  3. Arvikis Says:

    El final lo dice todo, hay cosas que nos humanizan. Un estornudo, no estaría tan mal visto y es una necesidad fisiológica análoga. Divertido y reflexivo.
    Javier