Graziela

AMARILLO REAL

Se levantó temprano. Quería comprar pintura y dar una manita a las puertas del garaje, avivar el amarillo real, que ahora estaba desvaído como un vainilla. No le costó conseguir el color que quería en la tienda de pinturas del polígono P-29, el chico la reconoció, siempre adquiría lo mismo.
Cargada con el bote de cinco kilos para exteriores de esmalte sintético, rodillo, brochas, aguarrás y guantes desechables; se encaminó a su coche, pero cuando llegó donde creía haberlo aparcado su Ford Fiesta no estaba allí, el lugar era ocupado por una furgoneta. Desconcertada miro a su alrededor, intentó recordar. Se estaba poniendo nerviosa. Empezaba a hacer calor, iba muy cargada. Dejó las bolsas en el suelo y tomó aire pero no encontró su coche. Se sintió mareada, estaba angustiada. El chico del taller mecánico la vio allí parada, balancearse peligrosamente con los ojos cerrados y corrió hacia ella, recorriendo la pequeña distancia que les separaba en el momento exacto en el que las piernas de la mujer se doblaban y a punto estuvo de caer al suelo, si no la hubiera sujetado con las manos grasientas el fornido joven.
Cuando la señora recobró el sentido estaba totalmente desorientada, no recordaba lo ocurrido. Una chica vestida de blanco le preguntaba su nombre. Avisaron y en solo unos minutos llegó su marido en un Ford Fiesta a recogerla, recriminándola cariñosamente.
– Elvira por Dios, otra vez caminando tres kilómetros casi de madrugada para comprar pintura... ¡Cualquier día te va a pasar algo malo!
Ya podemos pintar toda la colonia en amarillo real. Gracias por avisar.
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3 Responses
  1. ¡Que obsesión por el color!... eso de salir de madrugada...


  2. pilara Says:

    Si las obsesiones, la mala memoria o el sonambulismo no son buenos para nada... Bien Ángela


  3. Arvikis Says:

    No se porqué, este relato me dejó un poso de tristeza.
    No tenemos ni idea, de lo que la vida puede hacer con nosotros.
    Javier