Graziela




II-SOLIDARIDAD

Al salir del despacho me encamine hacía la Plaza de Colón por calles que no parecían las de siempre: solitarias, sin tráfico, silenciosas.
A medida que me acercaba a la Puerta de Alcalá veía grupos de personas que andaban en silencio, con paso rápido y semblante grave. Cada vez había más gente hasta que fue imposible transitar sin dificultad, entonces me detuve entre mujeres y hombres de distinta condición, jóvenes, viejos y niños se daban cita a esa hora. La muchedumbre era impresionante, callada, con la pena dibujada en los ojos brillantes o anegados por el llanto, la tristeza impresa en el cuerpo y la rabia pugnando por salir. Todos éramos uno, unidos en el dolor, en la repulsa, no sólo los allí congregados, también participaban otros desde su casa en la concentración. Habían asesinado a Miguel Ángel Blanco.
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1 Response
  1. Javier Says:

    Es triste que el ser inhumano no comprenda el valor de la vida de los demás. ¿Hasta cuando la tierra deberá teñirse de rojo con la sangre de sus hijos?
    Javier