Graziela

 


 AROMAS 

Estaba desayunando sentada en el salón, frente a la ventana. Cuando termine mi tostada de aguacate y con la taza de té humeando entre más manos, de pronto, me fije en una mujer que tendía la ropa en la azotea de la casa de enfrente. En aire movía las sábanas, las toallas, un colorido mantel… 

Por un momento volví a ser una niña, a darle a mi madre las pinzas cada vez que cogía una prenda y la colgaba bien estirada en la cuerda, mientras correteaba a a su alrededor. Noté el sol en la cara, el aire alborotando mi melena y el aroma de la ropa limpia. Sentí de nuevo la alegría de los días que huelen a felicidad.