Graziela

 



REAJUSTES


Los reajustes de la empresa tenían en vilo a toda la plantilla, daba igual el departamento y el cargo. Sabíamos que las cosas no iban bien y los despidos eran un goteo mensual, una especie de rifa para la que todos llevábamos boletos sin comprarlos.

La noticia de que íbamos a ser absorbidos por una  multinacional muy poderosa no sé si nos causó más preocupación que alivio.

Ordenaron al departamento de recursos humanos que entrevistara a todos y cada uno de los empleados acogidos a la subrogación laboral, supongo que para valora los trabajadores que les interesaba mantener y aquellos de los que debían prescindir.

Estábamos nerviosos, expectantes ante el momento en que seríamos recibidos por la Jefa de personal, una mujer de aspecto anodino, siempre con trajes oscuros, zapatos planos carísimos y blusas preciosas según las compañeras más entendidas en moda, ella tenía nuestro futuro en sus manos.

Salí muy contento de la entrevista, me pareció una señora muy agradable que hasta tenía humor, por algunos comentarios jocosos que hizo para darme confianza o tranquilizarme, no sé bien. Claro que otros también habían salido con buena impresión del encuentro y un mes después recibían la carta de despido, finiquito e indemnización, al menos en eso podíamos estar tranquilos, no tendríamos que pleitear para conseguir lo que nos correspondía.

Pasado un mes llegó la notificación, como era de esperar. Fue algo inesperado saber que no solo querían seguir contando conmigo, sino que me incluían en el nuevo organigrama con un puesto de mayor responsabilidad, ¡un ascenso! Acompañado del correspondiente incremento salarial.  

Sí, como decía mi mujer, definitivamente era un tipo con suerte, aunque siempre lo decía por estar casado con ella.

 


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