CONTIGO
Hoy han florecido los jacintos de forma inesperada. Entré en la habitación y me sorprendió su perfume.
Están preciosos y tienen ese color que tanto te gustaba. Al verlos me he
acordado de ti. He sacado el mantel
naranja que bordaste, que me traje de tu casa el otro día. Me encanta, me he sentado un rato para compartir un café
contigo.
Cuesta mucho llenar el vacío que dejas, y eso que no hace
ni un mes que no estás.
Aunque la muerte sea esperada y hasta deseada, no por
ello resulta menos dolorosa. Me has
acompañado toda mi vida, ahora, vuelvo a sentirme huérfana. Siempre has estado
cerca, si me ponía mala, rápidamente venías a verme con una croquetas recién
hechas o esas deliciosas pechuguitas que hacías; siempre pendiente de todos. Y es
que has sido un apoyo muy importante para mí. Daba igual que te llamara para intentar
montar el puzle de la historia del
abuelo o plantearte dudas al respecto; te preguntara por un libro que
necesitaba, tú consultabas ese fichero
al que ibas añadiendo títulos para decir si lo tenías, o que me dijeras cómo
podía hacer algún guiso, aunque nunca me quedara como a ti. Tu voz siempre sonaba
fuerte y animosa al otro lado del teléfono, con el consejo oportuno, dispuesta
a secundarme con el plan que te propusiera.
Hemos compartido muchas cosas: alegrías y disgustos;
cenar, reuniones; nacimientos y despedidas; tertulias, salidas, risas y cuentos;
paellas en la Finquilla, y charlas en el jardín; historias familiares o esas
partidas de cartas de las que disfrutábamos de vez en cuando, entre bromas y
merienda hasta poco antes de que te fueras. Han sido muy importantes para mí
tus lecciones de templanza y fortaleza, donde yo me desmoronaba y tú
permanecías fuerte y serena sin dejarte desbordar por la emoción.
Siempre fuiste muy pertinaz, parece que es un rasgo que conlleva el
apellido, te propusiste llegar a año nuevo y lo conseguiste. No cumpliste los
noventa y nueve por unos días, pero cuando el cuerpo ya no da más de sí, aunque el ánimo acompañe hay que rendirse y
admitir que es el final, por mucho que nos apene.
Queda el enorme agradecimiento por todo lo que me has enseñado, por tu ayuda incondicional, lo mucho que me has dado, el tiempo, y las experiencias compartidas. Por eso sé que tu recuerdo seguirá vivo en mí mientras exista y como ya me conoces, ¿quién sabe? lo mismo hasta volvemos a encontrarnos en nuestra próxima vida. Mientras tanto, te seguiré echado de menos querida tía Celia.
GRACIAS.
Que bonitas y sentidas palabras amiga Graziela. Celia las habrá recibido con una inmensa alegría allí en el lugar donde van los que han sido buenos y sabios. Yo me uno a tu recuerdo de todo corazón ❤