UN ADIOS
Cesan las intensas dentelladas que te
arrancaron las ganas de vivir. Despojado, al fin, de la pesada vestidura que
arrostrabas con talante animoso te despido.
Ya no hay lucha. Solo queda el silencio.
Serenidad.
Se abre un inmenso vacío que
llenaremos de imágenes, recuerdos y anécdotas del tiempo compartido.
Optimista y vital me parece
escucharte en los boleros que solías cantar. Te veo sonriente, con o sin
delantal, ante un arroz sabroso o un asado especial.
Rodeado de gente, contándonos
historias y con ese afán tuyo por entablar discusión. Siempre dispuesto a echar
una partida de cartas.
Rememoro tus visitas, disfrutando de una buena comida, el menú daba igual. Y para terminar, nunca
despreciabas un dulce o un bombón.
Te dedico aperitivos: vermut, patatas fritas y esas aceitunas que te gustaba tomar.
Te dedico aperitivos: vermut, patatas fritas y esas aceitunas que te gustaba tomar.
Dejas un grato recuerdo en cuantos te
conocimos, y pienso ¿ahora quién probará
mi pacharan? Resignada a no escuchar tus: “hola peque”, con que me solías
saludar.
Sonrío al evocarte, sin poder evitar
cierta tristeza y siento que me inundo de paz.
Gracias Poncho.
Muchas gracias de verdad.