Graziela



NUESTRAS PIEDRAS.

            Cuando escuché a la doctora decirnos inoperable y metástasis, el resto de las palabras dejaron de tener sentido para mí. No sé dónde me llevó mi mente durante el resto del tiempo que duró aquella primera consulta. Ese rato te dejé totalmente solo, pues aunque permanecía a tu lado, temblona  a punto de las lágrimas, no estaba allí, hasta que aquella mujer seria respondió a tu pregunta, que ni siquiera escuche, aunque fue fácil deducir. “Entre tres  y seis meses”.
            Cuatro meses no es mucho para digerir aquella sentencia de muerte, cuatro meses que he vivido con el miedo habitando mi mente: escuchando tu respiración, interrogándote con la mirada a cada gesto tuyo. Ya sé que este es el final. Tú no dejas de repetírmelo “se me ha agotado el tiempo”. Nunca creí llegar a pensar esto, viéndote ahí tendido, como una sombra triste, inerte, sabiendo que sufres, se me hace interminable y quiero que acabe ya. Me siento impotente; tan solo puedo estar a tu lado, cogerte la mano y  hablarte.
            Siempre fuiste muy responsable y sé que nos dejas todo arreglado, que no debo preocuparme. Que absurdo, me distraigo con tonterías ¿será el miedo? Estoy pensando en nuestra colección de piedras ¿Te acuerdas? Aquellos cantos rodados, conchas de playa o piedrecitas que cogías o comprabas para traerme de cada ciudad que visitabas en tus viajes de trabajo. Un recuerdo de cada sitio, que en mi memoria quedaba unido al lugar del que provenían y a alguna anécdota que me contabas.  Entre los dos elegimos las que utilizamos como arras en la boda. Tu madre decía que estábamos locos ¡Pobrecilla! Qué disgusto se llevó cuando le dijiste que no llevaríamos sus moneditas de plata. Es verdad que entonces estábamos locos: el uno por el otro, por estar juntos; por tener hijos. Y pese a los malos tragos y los problemas, haciendo ahora balance, disfrutamos de una vida feliz, dentro de lo que cabe.
            Es como si esas piedras hubieran sido el comienzo de nuestra vida en común.       Hemos tenido suerte con los chicos. María está muy contenta en la empresa, y Susana en cuanto termine el master se pondrá a trabajar en el banco donde está haciendo las prácticas. Jaime se ha enderezado, le ha costado más que a las chicas madurar, lo mismo es que le hemos consentido demasiado.
            Verás, lo que quería que supieras es que he tomado una decisión. Voy a hacer dos partes de la colección de piedras y conchas, que tanto valor sentimental tienen para mí, bueno, para los dos, y las voy a compartir con ellos. ¡Ojala, tengan tanta suerte con sus parejas como hemos tenido nosotros!
            Sí, he notado que aprietas mi mano, entiendo que te parece bien.
            ¿Cariño, mi amor...?
           



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