Graziela




UN REGALO ESPECIAL


- I -

Fue el regalo de mi abuela cuando cumplí quince años. Era su única nieta y me adoraba. Yo espera algo especial y por eso al ver el contenido de la preciosa caja sentí una desilusión tremenda. ­ ¡Pero si a mi no me gusta escribir...! -fue todo lo que pude decir ante aquel libro con hojas de grueso papel ahuesado, encuadernado en piel, con aspecto de viejo.
­ Nena, no es un diario, sino un libro. Es mi bien más preciado y quiero que lo tenga tú.
Después me explicó que debía activarlo. Se trataba de seguir un largo ritual para que mi alma sintonizara con el libro y pudiera leer en el lo que más me convenía en cada momento. Yo no entendía nada, tampoco cómo mi abuela, una mujer ejemplo de coherencia, me hablaba de esas cosas, que francamente, me sonaban como a brujería. No era propio de ella.
De todos modos, seguí los pasos indicados y deje el libro en mi mesilla de noche, lugar en que supuestamente debía permanecer siempre. No empecé a utilizarlo inmediatamente, hasta que sufrí mi primer desengaño amoroso al enterarme que el chico que me gustaba salia con una compañera de clase. En mi desesperación, entre lágrimas e hipos cogí el libro y al abrirlo quedé perpleja. Sus páginas ya no estaban en blanco, sino totalmente escritas. Leí el título y mi sorpresa fue en aumento “Primer amor primer dolor”. Aquella noche a penas dormí al no poder dejar de leer. A ese libro de Martín Vigil, le siguieron muchos otros de literatura juvenil de la época y obras clásica. Cuando me recomendaban algún título, siempre lo acaba de leer. Devoraba los libros con avidez y sin necesidad de elegirlo. Solo tenía que abrir sus viejas tapas de cuero para sumergirme de lleno en sus páginas y descubrir otros mundos, viajar, aprender; conocer historias y aventuras emocionantes. Me sentía tan bien recorriendo esas vidas de ficción...

- Rocío, hija, ha llegado el momento de pasarte el testigo. De que lo hagas tuyo. Te acompañará, te dará consejos cuando yo no esté contigo.

- Mamá, sabes que me encanta leer y prefiero elegir mis propios títulos –protestó molesta.

                                                                       - II ­-

No me gustaba que nadie dirigiera mi vida y menos aún que me dijeran lo que tenía que leer en cada momento. Como mi madre hizo en su día, activé el libro, que permaneció en mi mesilla cogiendo polvo durante muchos meses, sin que me apeteciera abrirlo.
El mismo día que mi madre falleció, presa de una fulminante enfermedad, lo abrí por primera vez buscando consuelo y leí sorprendida “la muerte, un amanecer”.



Cuento finalista del II Concurso de Relatos Cortos Libros Cris Cassi


1 Response
  1. PILARA Says:

    MERECIDA FINALISTA, UNA HISTORIA MUY TIERNA Y BONITA, ÁNGELA