Graziela

EL GRAN VIAJE


Camarote 503 del S.S. Bremen, jueves 13 de marzo de 1931.


Al principio no pensaba traerte, pero realizar la larga travesía sin tenerte cerca, y sin la posibilidad de desahogarme contigo me resultaba deprimente. Tendré mucho cuidado con la señorita Gerda. Ya sabes que es una metomentodo y le gusta fiscalizar lo que hago en cada momento. Necesito preservar mi intimidad de su mirada escrutadora. Mi padre sigue confiando en ella, pero dentro de poco ya no podrá inmiscuirse en mis asuntos, aunque presiento que será precisamente entonces cuando más la necesitaré a mi lado, como ya me ha ocurrido en otras ocasiones. A ti puedo confesártelo. Tengo miedo.


Sábado 15 de marzo.

Este viaje es muy emocionante, ayer conocí al capitán del barco. Es un hombre apuesto y aunque parece serio, una chica americana de mi edad con la que compartimos mesa, me ha comentado que es un señor muy agradable. Ella ya ha realizado esta travesía en tres ocasiones, de ida y vuelta. Su padre tiene negocios en Alemania y cuando su madre le acompaña, que es germana como nosotras, siempre va con ellos. Dice que es lo más excitante que hay en su vida y ¿quién sabe? lo mismo en uno de estos viajes encuentra marido. Ella es muy simpática, pero yo no me he atrevido a confesarle porqué estamos aquí. Supongo que en los próximos días habrá tiempo para las confidencias, aunque de momento me da vergüenza. Me ha contado que tiene un pretendiente en Nueva York, pero que no está enamorada de él. Me parece que es una chica romántica y soñadora y en cierto modo esa forma de ser me produce envidia.

Hemos coincidido con algunas personalidades y actores famosos a bordo, y ella, mi nueva amiga, que se llama Elsa, se sabe la historia de todo el mundo. Le encanta conocer sus vidas, sus romances.... Nos lo pasamos muy bien juntas. Me sorprende, pero parece que la señorita Gerda aprueba esta amistad.


Domingo 16 de marzo.


Este transatlántico es como una pequeña ciudad, somos más de 2000 pasajeros, 800 viajan en primera clase, y hay casi 1000 hombres en la tripulación, que hacen que todo funcione. Hoy la mañana estaba preciosa, con el cielo totalmente despejado y como apenas corría el viento hemos estado en cubierta leyendo al sol, aunque mi institutriz se ha empeñado en que debía taparme con una manta. !Siempre está detrás de mí, menos cuando más la necesite! Luego se nos ha unido Elsa y la señorita Gerda ha tenido el detalle de dejarnos solas, últimamente parece que está menos severa conmigo. Pensará que dentro de poco no tendrá que velar por mi, al menos del mismo modo en que lo viene haciendo desde yo apenas era un bebé.

Me habría gustado tener una madre como la de Elsa, que se ocupa de ella con cariño y poder vivir sin tanta disciplina, o al menos haber conocido a mi madre. También su padre es un hombre agradable, aunque siempre parece estar pensando en otras cosas. Se que mi padre tiene sus razones para alejarme de casa, y de las largas manos del tío Barend, pues estoy segura de que llegó a sospechar que mis constantes indisposiciones ante sus visitas no eran normales, como tampoco lo era mi nerviosismo y azoramiento cuando estaba en casa y es que había algo que no era natural en ese cariño suyo. Tiemblo al revivir esos recuerdos y me siento mareada.

Puedo pasar horas mirando el mar, que cambia de color con frecuencia y eso me ayuda a olvidar y a no pensar en lo que me esperará cuando llegue a Nueva York.


Lunes 17 de marzo.


Por fin le he confesado a Elsa el motivo de mi viaje, aunque no le he contada nada de lo otro. Yo tengo asumida la situación hace tiempo, pero ella dice que debería hacer algo, revelarme, negarme. Le he enseñado su retrato y ha dicho que le parece un hombre muy guapo, pero demasiado serio y muy mayor para mi. Me ha hecho reír con sus bromas.

Durante este viaje he tenido tiempo para pensar y aunque todavía siento temor por mi futuro, estoy tranquila de saber que hay tanto agua entre mi tío y yo. Es como si tuviera la sensación de que a partir de ahora todo va a salir bien. Elsa y yo nos hemos prometido seguir en contacto. Me reconforta saber que ya cuento con una amiga en la ciudad.


Martes 18 de marzo.

Hoy me he levantado triste. Me apena pensar que faltan horas para llegar a puerto. Que cuando atraquemos se cerrará para siempre una etapa de mi vida. Elsa también parece apenada, aunque sigamos siendo amigas nada será igual. Durante el desayuno casi no hemos hablado. La señorita Gerda también tenía un semblante menos duro esta mañana y su voz me pareció hasta dulce cuando dijo – Una mujer casada no debe tener secretos con su marido, creo que no debería seguir escribiendo ese dichoso diario­-.

Los equipajes ya estaban preparados y no he querido guardarte en mi baúl. He subido contigo a cubierta para escribir un rato mientras nos aproximamos al puerto. Una nueva ciudad, una nueva vida...

Mientras atracábamos Elsa y yo, nerviosas, escrutábamos a la gente que esperaba abajo para recibir a los pasajeros, pero no le hemos reconocido entre ellos.


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