Graziela
Antes de que comenzaran los fríos y aprovechando para disfrutar del otoño he ido de excursión con las chicas de gimnasia, lideradas por Josefina, como no podía ser de otro modo.
José Luis, un compañero de nuestra clase se había ofrecido como guía y nos dirigió durante todo el trayecto.

Al llegar al Puerto de Cotos en el autocar aún era temprano y hacia frío, que intentamos paliar con un buen chocolate con picatostes para ir abriendo camino.


Desde Cotos, a 1848 metros del altitud comenzamos la marcha.

La mañana era espléndida y el terreno escapado y pedregoso, pero triscando seguimos la Senda del Batallón Alpino, hasta Peñacitoles, situado a 2.181 metros.

Como lo habíamos cogido con ganas empezamos a un ritmo fuerte y resultó un tanto cansado, aunque la deliciosa vista que nos ofrecía palió la dureza de la subida.


Me sorprendió el cielo, limpio, sin una sola nube y que allí tenía un azul tan intenso que parecía pintado.

Deteniéndonos de vez en cuando para disfrutar de la maravillosa mañana, hacer fotos y dejar que el aire nos acariciara el rostro continuamos por el Camino de las Trincheras hasta el Pico de Dos Hermanas, desde donde pudimos contemplar una preciosa panorámica, llenándonos los ojos de verde y los pulmones de aire fresco y puro a 2.285 metros de altura, que nos llenó de energía.

Tomamos un descanso que aprovechamos para beber; el sol estaba alto y con la subida y el esfuerzo se notaba calor, también compartimos galletitas, frutas, chocolate o frutos secos en un ambiente jovial y divertido, en armonía con la naturaleza que nos rodeaba.

Arriba corría un vientecito traicionero que nos hizo a todos volver a ponernos los jerséis e incluso algunos tuvieron que sacar los guantes.

Bajamos por la senda sur y pista forestal, desviándonos para llegar hasta el Refugio Zabala, donde nos detuvimos a recobrar fuerzas, comiendo nuestros bocadillos sin dejar de admirar el paisaje. Así entre risas y dulces terminamos de comer y nos acercamos a ver la Laguna de Peñalara, en la que ya no permiten bañarse, aunque ese día de octubre tampoco invitara a probar sus aguas.
















De regreso por la senda sur y pista forestal pasamos por el Mirador de la Gitana y acabamos la excursión sentados en el bar, comentando la experiencia ante un café o un refresco, dispuestos a regresar cansados pero llenos de energía y con la mente tan limpia como el cielo bajo el que pasamos el día, un maravilloso día de montaña.
2 Responses
  1. Cuánta envidia, Graziela. Preciosas fotografías. No es mala idea disfrutar de la naturaleza antes de que el frío invernal nos lo impida. Tomo nota para mi próxima y cercana visita a los pirineos.


  2. PILARA Says:

    Un estupendo día campestre, o montañés. Ese cielo es el que entusiasmaba a Velázquez, que decía que no había otro igual de limpio y azul.