Graziela

AUSENCIAS
Al principio era fácil distinguir aquellos instantes, cuando sus ojos mostraban esa mirada vacía, como si ella no estuviera, y en realidad no estaba; con el tiempo las ausencias se alargaron más, con la consecuente tristeza que producían en todos. A ratos se sentía tan perdida que se quería ir a su casa y de nada me servía intentar convencerla de que su casa era esa, pues no la reconocía; lo pasaba muy mal, quería escapar, se enfadaba y se desesperaba pensando que la estaba engañando.
A medida que la enfermedad avanzaba le cambió la expresión y en su rostro se reflejaba la impotencia por encontrar desesperadamente una conexión, una referencia que le uniera de nuevo a este mundo, a su vida, a su entorno; cuando lo lograba volvía a ser ella: dulce, cariñosa, amable con esa luz tan suya en la mirada, que me hacía albergar esperanzas que nunca acabaron de esfumarse, aguardando el momento mágico que la hiciera regresar.
Microrrelato publicado en el Cuaderno Literario nº 3 de Tirarse al Folio, "Cuentos de Invierno entre la nieve y el fugo", que aparece como V de Vivencias.
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4 Responses
  1. Anónimo Says:

    Hay ausencias insoportables, todos lo sabemos. Pero también sabemos que podemos encontrarnos con los ausentes en ese lugar pequeño de luz chiquita que nos hace sonreír cuando abrazamos el recuerdo.
    Con cariño a todas mis ausencias y a las vuestras.
    JB


  2. pilara Says:

    Y cuanto le gustaba bajar a la cala para ver atardecer y hacerse fotos en cada rincón del jardín.


  3. Cruz Says:

    Esas vivencias son tan ricas y están tan llenas de verdadero amor, que saben a regalo. Gracias por compartirlas.


  4. Juan Says:

    Cuando ya no se puede tocar la piel, lo mejor que nos queda es el recuerdo, sobre todo cuando la conciencia está tranquila y se sabe que se ha dado el mejor amor.