EL BOLSITO GRIS
–
Roxan, te he llamado porque tengo un trabajo para ti. Sé que además de una
cara guapa y bailar como para levantar a un moribundo, eres lista y ambiciosa.
–
De qué se trata.
–
Tienes que llevar una cosa a “El Abuelo”. ¿Sabes quién es?
–
He oído hablar de él. Dicen que es muy peligroso.
–
Sí, aunque no para ti. Será un encargo fácil. Mañana te daré mil euros y un
sobre. Recibirás otros dos mil cuando hagas la entrega. No atravieses el barrio
chino y viste discretamente, deberás llevar este bolsito gris. Hay muchos
interesados en interceptar este envío, y no quiero mandar a nadie con quien me puedan
relacionar.
Roxan aceptó de inmediato, y recogió el encargo como
acordaron. Quería acabar
cuanto antes,
ignoró la advertencia y atajó por el barrio chino. No supo de dónde
salió aquella mujerona que se
interpuso en su camino y la amenazó con una
navaja para que le entregara el sobre. La chica, era
buena karateca y le propinó
un yoco-gari, desarmándola, que remató con un oi-zuki, y la dejó
tambaleándose.
Aquello que parecía un encargo sencillo se iba complicando por momentos. ¿Cómo
habrían descubierto que era ella la encargada de hacer la entrega? ¿El Buitre
tendría un topo en su
organización?
Ya había perdido
bastante tiempo, y salió de barrio chino.
No tuvo ningún
problema para encontrar el local del Abuelo dando el largo rodeo. En cuanto
llegó
la hicieron pasar a una sala enorme, ostentosamente decorada; una
mezcolanza de estilos con
muebles antiguos y objetos valiosos combinados sin
ningún sentido estético. Tumbado en un sofá
había un hombre.
– Así que tú eres Roxan... Un nombre muy bonito para una mujer esplendida
–dijo recorriéndola con la mirada.
Ella sonrió, sorprendida por la
apariencia aún joven del capo.
– Anda guapa, dame el sobre y márchate.
– Antes tendrá que pagarme.
El supuesto Abuelo esbozó una media sonrisa. Se abrió una puerta entrando
la mujerona del
callejón y Roxan apenas tuvo tiempo de reaccionar. Los hombres
que estaban detrás de ella la
inmovilizaron quitándole el sobre. La condujeron
a un sótano a empujones, donde la ataron y
amordazaron. Allí había un hombre
mayor, tirado en el suelo, al que habían propinado una paliza.
Cerraron la
puerta.
- Tú debes ser Roxan, la mujer enviada por el Buitre para hacerme llegar el
pendriver.
Se escucharon
muchos ruidos, estruendo de cristales rotos, carreras y finalmente un
intercambio
de disparos. La chica estaba muy asustada, y dudaba si saldría con
vida de ese agujero.
- Tranquila, mis hombres no me abandonaran. Saldremos de aquí.
En ese momento
alguien reventó la puerta y los liberó. Ayudaron a incorporarse al verdadero
Abuelo, que pareció repuesto de pronto. Les dijeron que habían intentado recuperar
el sobre, pero
estaba quemado, sus adversarios lo habían destruido junto con su
contenido. Ya no tenía las
pruebas con que hundirlos para siempre. El anciano
soltó una maldición y la chica sonrió.
– No se preocupe. Soy una mujer precavida y saqué una copia de la
información. Será suya en cuanto me entregue tres mil euros. Necesito mi
bolsito gris.
– ¡Tenía razón el Buitre, eres una chica lista y ambiciosa! Llegarás muy lejos…
¡Vaya, vaya! Menuda aventura y menuda aventurera.
My Bien.