Graziela
AL OTRO LADO
Nuestras manos se
rozaron y la sensación me resultó agradable.
Lo pasábamos bien
juntos, compartíamos aficiones, nos gustaba la historia y nos veíamos cada
jueves en clase. Ni siquiera me di cuenta de que existía una
estrecha línea entre nuestras vidas cuando ya estaba al otro lado de
la misma. Los encuentros se sucedían con mucha frecuencia. De las
miradas furtivas y los roces accidentales pasamos a las caricias
intencionadas; los besos y abrazos llegaron de forma natural y la
vida en casa se volvió difícil.
Me sentía como en una ratonera en mi
propio hogar. Hasta que no pude más y me marché.
Cuando renuncié a
todo para vivir aquel amor, tomando el tren en marcha y sin
preocuparme de comprar billete, él se asustó. Desapareció y yo me
quedé sola en una estación desconocida, sin equipaje ni destino, al
otro lado de mi vida.
Graziela
TODO
VALE
(BINOMIO
MÁGICO)
Pera-estropajo
El peral estaba muy viejo. Cada vez daba frutas más
esmirriadas. Nada en ellas hacía recordar a sus antecesoras: de suave textura, dulces
como melaza, crujiente mordisco y agua, mucha agua. Las de ahora parecían de
madera, y si se dejaban madurar mucho por dentro estaban negruzcas y
blandengues, o hasta criaban gusanos.
Teníamos que renovar los frutales y el peral sería el
primero, aunque la decisión no era fácil. En el vivero había gran variedad de
árboles, y aunque las peras de agua nos han dado buenas cosechas durante muchos años, lo mismo
había llegado el momento de cambiar y plantar uno de ercolinas, conferencia o
limonera. Al final cambiamos la
jugosidad y dulzura de la blanquilla por las peras conferencia. Sin embargo,
cuando conseguimos recoger elprimer fruto, y quise morderla nada más arrancarla
de su rama, la piel era como un estropajo de esparto de los antiguos, una vez deshecha su carne un
poco grumosa, aunque ciertamente dulce, siguió dando vueltas en mi boca. Tenía
la sensación de que me estaba dando un fregado a la boca, raspándome los
dientes y la lengua. Me recordaba cuando
mi madre me amenazaba de pequeña con lavarme la boca con esparto si me
escuchaba decir una palabrota, aunque nunca llegó a hacerlo.
Me acostumbre a estas frutas y estaban ricas de sabor,
así que idee una forma de aprovechar su piel y el corazón dada su
característica de dura y rasposa, no se me ocurrió mejor forma de hacerlo que
usándola como exfoliante, que en realidad era como pasarse una luffa por el
cuerpo, consiguiendo arrastras con el frote todas las células muertas y
dejarte, además de un agradable aroma en el cuerpo que perduraba después de la
ducha, una epidermis suave e hidratada.
No dio mal resultado el cambio, pues terminé aprovechando
bien las nuevas peras, que cada año eran más hermosas. En compota y mermelada
quedaba exquisitas, siempre y cuando se pelarán previamente para evitar la
desagradable sensación estropajosa, pues al
hervir se iba depositando el pellejo en los bordes de la cazuela y luego había
que afanarse con el rascador de aluminio para conseguir volver a dejarla
limpia.
Ahora estoy pensando qué podría hacer con las pepitas.