MAL VIENTO
Este viento es mal presagio, vaticino la anciana entre diente. Recogió apurada la ropa blanca, que se enredaba en la cuerda de tender, sin dejar de mirar aprensiva el baile de hojas y el batir de las copas de los árboles, que se inclinaban hacia ella de manera amenazante, como grandes soldados en formación. La ropa limpia sacudía golpeándole el rostro mientas trataba de descolgarla apresuradamente. Escuchó un golpe seco y ruido de cristales rotos. Salió corriendo hacía la casa soltando el balde. La corriente había cerrado la ventana abierta con tal brusquedad que se quebró el vidrio. ¡Maldito vendaval! Masculló. Barrió el suelo y recogió con cuidados los cristales. Trozos y esquirlas estaban diseminados por todo el comedor. Se sentó después a esperar. Alguna desgracia más traería aquel aire, se dijo. Pasaban las horas y el pálpito se hacía más grande, creciendo a cada minuto.
No preparó la cena. Salió al porche para ver si le veía venir. Cuando amainó el viento llegó Crescencio con el boticario, lo traían tumbado en el carro. Ella corrió a su encuentro.
- Ha sido el viejo olmo, ya sabes que estaba medio seco, lo tenía que haber echado abajo hace años. ¡Mira que se lo dije veces…! Cayó de lleno sobre el tractor, no hemos podido hacer nada por él.
- ¡Lo sabía! Ha sido este mal viento –dijo la anciana mientras se frotaba con fuerza las manos secas con el delantal como si quiera limpiárselas del aire, contemplando inmóvil con sus ojos de agua, el cuerpo inerte.
Sólo se escuchaba el silencio.
"Con sus ojos de agua"... me ha gustado mucho. Un relato muy descriptivo. Más que leerlo, lo he podido ver.
me gusta, evocador, entrañable.
Preciosa la presentación de la historia,pero ¿por qué has corrido tanto para terminarla? Me dejas con la miel en los labios, vamos, que se me ha hecho corta,corta...
Precioso, cada día me gusta más lo que leo, Graziela me encanta.
Los pálpitos a veces son aterradores. Ese olmo...
My bien, Ángela