EL FIN
Todo era extraño. Ya debía ser de mañana y, sin embargo, no había amanecido. En el agua flotaba un olor fuerte. Me envolvía una tupida oscuridad.
Dejé el fondo y nadé hacia arriba. Los demás también parecían desconcertados, algo malo estaba ocurriendo y ninguno sabíamos de qué se trataba.
A medida que nadaba, cada vez más rápido, azuzado por el pánico que me invadía, encontraba más compañero flotando inertes. Sin vida. Tortugas, calamares, y toda clase de congéneres mecidos por el suave oleaje, mientras la corriente los arrastraba.
Al llegar a la superficie quise tomar una bocanada de aire y algo denso de sabor fuerte penetro en mi boca. Mis branquias tampoco pudieron filtrar aquel fluido que cubría toda la superficie de un océano opaco, que no reconocí.
Sabía que dentro de poco yo también flotaría atrapado entre la capa grasienta y mis irisadas escamas nunca más volverían a espejar entre aguas trasparentes.
No sólo él, todos nosotros acabaremos siendo víctimas de nuestros propios inventos. El progreso, a veces, es engañoso.
Abrazos, Graziela.
Triste la ficción. Mucho más triste la realidad.
Trsite y realista relato. Todavía recuerdo aquellas imagenes de aves marítimas cubiertas de petróleo... "Víctimas de nuestros propios inventos", muy buen apunte el de Juan.
Es muy lamentable que se sigan produciendo estos desastres de consecuencias irreparables y que los gobiernos, las petroleras, etc. no tomen medidas para evitarlas. Parecen no darse cuenta que todo ese mal que originamos en nuestro planeta, termina repercuentod de todos.