Este trabajo versa sobre un tema que a muchos puede parecer banal, carente de intereses, sin embargo lo he elegido por que a mí me resulta, cuanto menos, curioso.
He buscado documentación al respecto, sin embargo en ninguno de los libros consultados he hallado respuestas a mis dudas, es más, ni siquiera se contempla la cuestión, claro que es lógico, pues no se traba más que de una apreciación mía, una observación no científica que realmente ha sido corroborada posteriormente por muchas otras personas, respaldando mi hipótesis incluso un especialista en oftalmología animal.
Bueno no quisiera cansar a los lectores, en este caso oyentes, antes de empezar mi exposición.
¿Alguna vez se han planteado ustedes si los gatos pueden ver la televisión? Supongo que si no tienen como animal de compañía un felino esta simple cuestión les parecerá totalmente absurda y fuera de lugar; también cabe la posibilidad de que ahora y al hilo de mi pregunta se den cuenta, que en algunas ocasiones han observado como un gatito se quedaba extasiado delante la pantalla del televisor, sin perder detalle de la emisión.
Bien pues yo he querido ir más lejos llegado a la conclusión, con mis observaciones y pesquisas, de que los gatos no solo ven la televisión, sino que únicamente se interesas por determinados espacios de la programación.
Nada he hallado al respecto en los libros consultados sobre la vida y comportamiento de tan enigmático animal, en cambio he aprendido, por ejemplo, con la lectura de “Gatos” escrito por Alison Jones, que las zonas del celebro relacionadas con las emociones son iguales en las personas que en los gatos y que ellos no pueden detectar el sabor dulce debido a una mutación que sufren y muchas otras curiosidades, pero nada con respecto a sus aficiones televisivas.
Manuel Villagrasa es veterinario especializado en oftalmología, reputado cirujano en este campo; goza de gran prestigio incluso fuera de nuestras fronteras, atendiendo en su consulta los casos más difíciles y extraordinarios de animales de toda Europa y del que la mayoría de sus compañeros de profesión han oído hablar debido a su dilatada y brillante carrera; además es un hombre jovial, amable y abierto al que le gusta conversar. En una ocasión cuando acudimos a su consulta con el perro para un control rutinario, él me estaba explicando algo relativo a un caso que había atendido en esos días y hablando de la agudeza visual de los gatos, se me ocurrió preguntarle si éstos podían ver la televisión. Él sonrió, sin percatarse de la mirada cortante que me lanzaba mi marido inmediatamente, ya que sabía que aquella pregunta nos retrasaría conociéndonos a Manuel y a mí. Tampoco se me escapó la expresión de impotencia que ponía el pobre perro al ver que yo seguía interrogando a su veterinario y que éste no escatimaba en explicaciones privándole de salir inmediatamente a la calle.
Él, complacido, me comentó su experiencia al respecto, para terminar diciendo que cuando operaba a un gato de los ojos aconsejaba a sus dueños que le colocaran frente al televisor para comprobar si fijaran su mirada y si seguían a animales o personas en movimiento, lo que supondría que podían ver perfectamente las trescientas veinticinco líneas.
Él, complacido, me comentó su experiencia al respecto, para terminar diciendo que cuando operaba a un gato de los ojos aconsejaba a sus dueños que le colocaran frente al televisor para comprobar si fijaran su mirada y si seguían a animales o personas en movimiento, lo que supondría que podían ver perfectamente las trescientas veinticinco líneas.
Posteriormente al leer los libros de Antonio Burgos “El alegato de los gatos” y “Gatos sin fronteras”, también pude constatar que había llegado a la misma conclusión que yo: los gatos pueden ver la televisión. Claro que no todas nuestras mascotas tienen las mismas preferencias de programación, pues al igual que las personas ellos muestran sus gustos como posteriormente me han contado otros observadores de la conducta felina, que comparten su vida con uno de estos animales en su hogar.
A Nala, la gata romana de María Arriba, le gusta seguir las retrasmisiones de opera, sin embargo es más aficionada a la radio; a Duende, el persa de Borja Zafra le encantan las películas de acción y los documentales del mundo submarino, es un gran admirador de Jacque Custóo; Poker, el siamés de Antonio Requejo, se inclina más por las películas de suspense y las que se desarrollan en África mostrando la selva, con toda su vegetación, sus sonidos característicos y sus animales; a Noël, el blanquísimo angora de Rosa Ortega le gustan los deportes, sobre todo el fútbol; y a Coco, la gata que yo he heredado de mi madre le encanta ver los documentales de “la 2” y los de caza y pesca, como “Jara y Sedal”, a veces no puede contener su emoción y cada vez se va aproximando más a la pantalla, llegando a tocarla con la pata en un intento de capturar algún pajarillo que revolotea.
Sin embargo todos muestran gran desinterés por las tertulias, los culebrones, los reality show y sobre 0todo la tele-basura, lo que me lleva a pensar que no solo ven la televisión, sino que, además, son más selectivos, exigentes y listos que muchas personas y prefieren dormir, jugar, tomar el sol o pasear antes que estar todo el día tirados en el sillón o en brazos de sus amos tragándose obnubilados cuanto aparece en la pequeña pantalla.
¡Que gata tan bonita...!
Además de bellos, selectivos. Sólo les falta hablar. Muy interesante este artículo
Tendríamos que aprender mucho de ellos. Buen trabajo, Ángela
Increible, curioso, soprendente. La verdad menudo trabajo de investigación me he quedado sin habla. Graziela no me dejas de sorprender nunca. Muy buen trabajo.
Entretenido y curioso tu trabajo. Me ha resultado interesante leerlo y me han hecho mucha gracia los nombres de los gatos y sus gustos televisivos (supongo que en sintonía con sus dueños). Cierto que son demasiado listos para según qué cosas. Bien, Angela
Me parece genial, pero no son los únicos. Nuestro perro se ponía frenético con las corridas de toros y se tiraba a la pantalla. Cuando en una película de vaqueros o de bandidos, enfocaban a alguno disparando hacia el espectador, consideraba que nos estaban atacando y se tiraba como un loco. El antiguo televisor estaba todo mordido de estas "defensas". Un loro, no el mío, que una amiga mía nos dejaba cuando se iba de viaje, era un fan absoluto de la serie de televisión "Alf": se quedaba mirando encantado. Pero ¿por qué ponen en duda que los animales puedan ver la tele, y entender, y reirse, y llorar, e ir al cielo si es que nosotros vamos?
Me ha gustado mucho tu texto. Tengo tres gatos en casa, como tu sabes y a ninguno le gusta la tele (no me extraña, por otro lado)así que tendré que llevarlos al oculista. Sin embargo el dulce les encanta y cuando ven un pedazo de chocolate en mi mano se vuelven locos para comerselo. Definitivamente mis gatos son raros, raros, raros. Como su amo, supongo.