EL DISGUSTO DE SUSI
Cuando Lidia pasó delante de la pecera y vio que Glupi flotaba inerte en la superficie del agua, se disgustó. Sabía cuánto apreciaba su hija Susi aquél pececillo rojo y plateado. Desde que se lo compraron pasaba largo rato observándole, siguiendo sus movimientos con mucha atención, viéndole comer; a veces la sorprendían hablando con él, que seguía nadando despacio, ajeno al discurso infantil, sin escuchar las historia que la niña le contaba con denodado afán.
No quiso deshacerse del pequeño cuerpo sin vida y decidió esperar a que llegara Susi, para que viera por primera vez y de forma natural lo que ocurría cuando un ser vivo se moría, en vez de hacerle desaparecer y contarle un cuento.
Al ir a recogerla al colegio la fue preparando para lo que se encontraría al llegar a casa. Como todos los días, la niña fue a ver a su mascota nada más llegar; su mamá le había dicho que había muerto, pero no sabía que eso significaba que ya no le vería nadar y que tampoco tendría que volver a echarle comida.
Con mucho cuidado Lidia depositó a Glupi entre las manos menudas de su hija, y esta lloró sin apartar los ojos del escamoso cuerpito.
- No se mueve, está frió y no brilla tanto.
- Si cariño, eso ocurre cuando alguien muere –trato de explicar Lidia.
- Mami no quiero que muera Glupi, es mi pececito.
- Ya, pero no tiene solución. Tendrás que despedirte de él y le enterraremos en una de las jardineras de la terraza.
La niña quedó pensativa y de pronto dejó de llorar mirando el pececillo muerto.
- Mami ¿nos lo comemos?
La mente práctica de los niños resulta terrible a veces para una visión adulta. Me gusta.
Es duro perder una mascota; por suerte, los niños, con su lógica sencilla, nos sorprenden. Muy buen final.
El final es simplemente bárbaro. Besitos
Muchas veces echa uno de menos poder afrontar la realidad y ver el mundo a través de los ojos de un niño.
Jajaja, qué gracioso!
me ha gustado mucho.
Un beso!
Me ha encantado