UN SOPLO DE AIRE
Me sentía presa. Nos
habíamos dejado llevar por la fuerza de la inercia y nuestra relación se había
convertido en rutinaria y tediosa.
A veces, sentada en el sofá, a su lado,
notaba que me costaba respirar, como si me faltara el aire. No me atrevía a
dejarle, tampoco tenía motivos para hacerlo. Le amaba.
Añoraba poder
volar, salir sin rumbo, sin ataduras ni freno.
Cuando le dije que no podía más, que me asfixiaba y necesitaba
alejarme de todo, me miró sorprendido, incrédulo. No lo entendió. Tampoco
estaba dispuesto a retenerme si yo quería marcharme.
Por fin era libre. Durante un tiempo disfruté haciendo
cosas que juntos nunca nos planteamos.
Poco después, cuando la soledad me devoraba por dentro, me di cuenta de que la libertad no radica en
estar solo.
Bonito cuento. Quizás la libertad es no necesitar.��