abr
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Tanto tiempo sin poder salir de casa se me estaba haciendo muy cuesta arriba.
Tenemos que cuidarnos, hacer ejercicio, estiramientos, alimentarnos bien; practicar actividades que nos enriquezcan a nivel personal, intelectual, profesional o espiritualmente, para estar contentos y centrados.
También hacer lo posible para que se sientan mejor nuestros familiares y amigos, aunque sea hablando con ellos por teléfono, con palabras de ánimo, consejos y apoyarnos unos a otros. Tenemos que cuidarnos.
Sin embargo, me di cuenta de que empezaba a dejar mella en mi este confinamiento, al sentirme desanimada y triste, pese a querer mantenerme en mi centro, haciendo muchas cosas y disfrutando con actividades para las que normalmente no dispongo de tiempo. Sin ganas de nada, apática.
Y es que lo de salir solo para comprar, por pura necesidad y con sensación de premura, de miedo, incluso de culpa, como si realmente estuviera haciendo una maldad, me estaba pasando factura.
Antes de esta situación por la que estamos pasando, caminaba más de una hora al día. Me encantan los parques y trabajar en el jardín de la Finquilla. Necesitaba estar en contacto con la naturaleza, con la tierra.

Me sorprendió lo preciosos que están los árboles, la intensidad de los colores, el frescor del aire, y yo sola me fui animando.

¡Una maravilla! Incluso me detuve a tomar fotos y un señor se reía al verme. "¡Es que tengo tantas ganas de verde...!" le dije desde la acera de enfrente, y él asintió sin dejar de sonreírme con los ojos.
Os parecerá mentira, lo cierto es que volví como nueva. Necesita asomarme a la primavera, dejar que germinara en mi la ilusión que me produce cada capullo, cada brote o una flor, y sumergirme por unos minutos en su colores y aromas.
Y es que a poco que nos lo propongamos, la primavera y su alegría nos sale al encuentro.