DONDE SIEMPRE
Ya sé que no te gusta que te llame al móvil. Lo siento, pero llevo
muchos días sin noticias tuyas. Contacte con tu consulta y me dijeron que
estabas en un congreso hasta hoy.
Gonzalo: ¡no puedo más! Estoy cansada de mirar todo el tiempo
los mensajes para saber si me has llamado, de esperar a que me hagas un
hueco en tu agenda o me dediques un fin de semana.
Ahora sé que nunca cumplirás tu promesa: primero había que
esperar a que las niñas fueran más mayores; luego necesitabas tiempo para
arreglar el tema económico y que ella no se quedara con todo; y ahora habrá que
dejar pasar la boda de tu hija.
¡Ya ni siquiera me llevas a los congresos...! No estoy dispuesta
a seguir viviendo así; sufriendo, y marchitándome mientras te espero.
Al escuchar la voz de Gonzalo al otro lado de la línea se
sobresaltó, no tuvo tiempo de decir nada.
- Hola cariño. Tengo tantas ganas de
verte, de estar contigo… ¿Te recojo a las nueve donde siempre? –dijo él a modo
de saludo.
- No sé... –dudó unos segundos- Bueno, mejor a las nueve y media, para que me de tiempo a arreglarme.