COMO
AQUELLA VEZ
Mi
padre compró una parcela cerca de Madrid y empezó a construir una casa. La
primera vez fui con mis hermanos, lo hicimos en tren. Desde el apeadero
caminamos con mis padres presidiendo la marcha. Hacía mucho calor, aunque
estábamos en la sierra, no corría el aire aquel luminoso día de junio. El
trayecto se me antojó corto, pues paramos
para descansar y hacer algunas fotos.
Cuando
llegamos, nos sentamos en la piedra del porche, estaba fría, todo nos quedamos
callados. Se respiraba tranquilidad, acostumbrado a vivir con el ruido de la
ciudad, tanta quietud me resultó sobrecogedora. Sólo se escuchaba el trino de
los pájaros y el zumbido de una abeja. Fue un momento inolvidable, esa sensación
de paz que me invadió quedó grabada en mi memoria, asociada para siempre a esa
escena.
De
pronto mi hermana la mayor nos preguntó ¿Dónde está la cámara? La tiene Paquito. Yo no la he cogido. Mi hermano y yo
salimos corriendo: la habíamos dejado colgada en un árbol.
Hoy,
mientras desayunaba en la terraza viendo dormir a mi nieta, he vuelto a
experimentar aquella sensación de calma y armonía, la misma luz; por un momento
me he sentido de nuevo aquel crío.
(Dedicado a mi cuñado Ángel, que inspiró este micro.)
My bien, Ángela; muy visual la escena
campestre.
Que bonito Graziela, como me gusta.