EL JARDÍN DE LAS DAMAS
CURIOSAS
Bonito
título para un cuadro. Parece un jardín francés y dos mujeres
elegantemente ataviadas que pasean juntas, pero ¿porqué la pintora
calificaría como curiosas a estas damas?
Conocí
el jardín, está muy cuidado y es enorme: con setos de boj y
aligustre recortados, hermosos parterres de flores; dicen que hubo
un tiempo en el que incluso tuvo un laberinto, lugar que ahora es
ocupado por un estanque, una pradera de césped y sauces llorones.
Yo
también sentía curiosidad por la historia de esas damas y no pude
evitar preguntar para saber más de ellas.
Las
mujeres se llamaban Beatriz y Silví. Según me contaron la primera
era una mujer muy celosa y posesiva que sospechaba que André, su
marido le era infiel, él sabedor de la obsesión de su esposa y tal
vez, simplemente por fastidiarla, flirteaba con frecuencia ante sus
ojos, aunque no se le conocía amante alguna. En su afán por cogerle
in flagrante, Beatriz a veces le seguía cuando salía de casa y él
lo sospechaba, y consideraba estos des varios de su mujer como un
juego más.
Un
día le persiguió hasta aquel jardín. Desde lejos pudo ver como se
encontraba con Maté, el marido de Silví, que era socio suyo. Aquel
encuentro la resultó sospechosos, no por el hecho de que ellos se
reunieran, lo que resultaba lógico al tener negocios en común, sino
por hacerlo en un lugar tan poco usual para ese tipo de reuniones.
Llevaba por su curiosidad le comentó el asunto a su amiga y ambas
acordaron seguirles para saber el motivo de aquellos encuentros
clandestinos, fuera de sus despachos.
Una
semana después las damas se encontraron en la entrada del jardín
francés y a cierta distancia observaron a los hombres que paseaban
por los senderos floridos, silenciosos, sin mirarse, ni cruzarse con
ninguna mujer. No había mucha gente a esas horas, y ellas procuraron
mantenerse medio ocultas por los setos, por senderos paralelos.
Pronto se dieron cuenta de que no corrían riesgo de ser vista pues
ellos iban totalmente ensimismados, con las miradas fijas en el
suelo, como si solo se juntaran para pensar.
Llegaron
al laberinto y uno de ellos se adentro en él, desapareciendo de la
vista, mientras su amigo se sentaba en un banco y con parsimonia
cargaba su pipa y la encendía, fumando con deleite, dejando escapar
grandes bocanadas de humo. Cuando terminó de fumar, salió André
acomodándose la levita y colocándose el pañuelo. Desde lejos las
mujeres, cada vez más sorprendidas, observaron como sus esposos
intercambiaban una sonrisa cómplice,y sin dirigirse la palabra se
encaminaban hacia el centro del jardín y salían de allí. Ellas
estaban tan desconcertadas con lo ocurrido que no sabían que pensar
y continuaron con sus indagaciones. Una semana después volvieron las
damas a encontrase en la entrada del parque y tras el largo paseo
siguiendo los pasos de sus maridos les vieron de nuevo separarse. En
esta ocasión fue Maté el que se introdujo entre la trampa de altos
setos y André el que pacientemente le esperaba fuera, leyendo un
libro. Su socio salió después de casi una hora y con un gesto de
cabeza le indicó que podían marcharse.
Beatriz
pensaba que aquello no podía ser más que un juego excitante para
André y Martí, no le quedaba ninguna duda de que estaban siendo
engañadas, pero ¿quién se prestaría a hacerlo en aquel lugar, a
riesgo de ser sorprendida por cualquiera...? Entonces se dio cuenta
de que la misión del que esperaba fuera era vigilar. Ellas no habían
perdido de vista la entrada del laberinto y acordaron que Beatriz lo
recorrería en busca de su rival, mientras la otra esperaba en la
entrada por si salia alguien.
Durante
casi hora y media solo salió en joven. Se hizo de noche y su amiga
no volvió a aparecer como si hubiera sido tragada por aquella
intrincada trampa verde. Nadie pasaba por allí, estaba oscuro, Silví
la llamó a gritos, sin que de allí saliera más sonido que el de
los pájaros cuando se van a dormir, por lo que venciendo su temor se
vio obligada a introducirse también ella en el incierto juego de
setos para buscar a su amiga. Nunca las encontraron.
Parece
que a las damas, igual que al gato las mató su curiosidad y lo mismo
también ellas muriendo sabiendo.
Hola Graciela!
Las historias de laberintos sienmpre me han fascinado y aterrorizado. quizá porque la vida se parece tanto. Es un laberinto, donde las pasiones, odios, envidias y amores juegan con nosotros y ponen aprueba nuestras mentes.
Felicitaciones por un bue buen relato.
Busco blogs de relatos. En mi caso, y aunque también me guste, lo prefiero claramente a la poesía. Así que me quedo con tu link.
Un gran abrazo.
José.
Gracias José por tu comentario.