HORA
TRISTE.
Olvido avanza despacio por el viejo pasillo de la iglesia.
Va cogida del brazo de su hijo, con la cabeza baja, arrastrando
su pena, sin querer ver a nadie ni mirar el féretro que brilla
frente ellos. Hace días que libró su última batalla, y las
consecuencias aún se reflejan en su rostro. Le costó trabajo
hacerse a la idea de que su marido nunca volvería a ser el mismo, y
pensó que esta podría ser la última oportunidad para
reconciliarse, para cuidarle con el cariño que antaño le tenía, pues del amor ya no quedaba nada.
Él no se quiso enterar de que la enfermedad que padecía tenía mal
pronostico y siguió llevando la misma vida, la misma mala vida.
Después, encontró en su dolencia el pretexto perfecto para poder
continuar fumando, bebiendo, dilapidando en locales de alterne y
juego los ahorros que habían conseguido durante los años que duró
la instalación de la refinería de Francia, que de otro modo no
tendría tiempo de gastarse. Total, ¡qué más le podía pasar! Como
se consume el humo de un cigarro fue quemando su salud, a grandes
bocanadas; se fue apagando como un mal habano. Cada vez se sentía
más débil, impotente e inseguro y toda la rabia que eso le
generaba la volcaba en su mujer, hasta que apenas tuvo fuerza para
salir, y la hiel le llenó la boca. Para entonces a Olvido sólo le
quedaba el odio y el deseo de liberarse de él de una vez y para
siempre.
Terminó el funeral, al que apenas pudo prestar atención, metida en
su propias cavilaciones. Pensando en lo diferente que era el hombre
con el que se casó del que terminó siendo al regresar a España,
sin reconocer a ninguno de los dos en el cadáver que ahora tenían
delante. La gente comenzó a acercase a ella, a abrazarla y
trasmitirle sus condolencias. Entonces y sólo entonces, comenzó a
llorar, suavemente. Notaba cómo las lágrimas caliente recorrían su
rostro y los pésames se sucedían. Sólo su hijo sabía que no
lloraba por él, era un llanto de alivio.
La verdad que hay muertes que dejan descansos y tranquilidad, a las personas que han sufrido a lo largo de toda una vida con aquellos/as que te la han destrozado, así que Dios los tenga donde se merezcan. Muy real como la vida misma, me gusta.
Nines