LA BOMBÓN
“La Bombón” era el nombre que adopté lejos de mi gente. En esta nueva vida que comenzó cuando abrigada por la noche y el miedo, abandoné el hogar con mi pequeño, huyendo de la miseria y las vejaciones. Así me llamó el primer hombre que se me acercó en España y me susurró al oído “si eres tan dulce como pareces deberías llamarte bombón”. Al escucharle di un respingo, me asustó su proximidad.. Tras sentir el calor de su aliento esperaba que llegara el golpe. Nunca pude ser jinetera, aunque hubiera querido. Escuchaba una voz masculina acompañada del inconfundible olor a ron y esperaba el dolor de la bofetada, o sentir que me agarraba del pelo y me tirara hacia atrás, doblándome hasta dejar mi boca expuesta, que llenaba con sus baba de borracho, y sus palabras sucias.
Todo aquello había terminado, pero no en mi cabeza, donde seguía siendo la esposa de Lucho, el hombre simpático, jovial que con su música cautivaba a la escasa audiencia de aquel viejo cabaret, y se bebía las ganancias antes de llegar a casa. Reservando sólo para mi sus malos modos, los insultos y las palizas. No consigo sacarme el miedo del cuerpo, por eso aún vigilo la puerta y me sobresalto cuando noto que alguien se acerca por detrás, aunque sepa que nunca más estaré al alcance de sus largos dedos.
Tiene sabor agridulce este bombón, y es que hay muchos Luchos por ahí sueltos.
My bien, Ángela
Sobrecogedor relato, Graziela. Impactante. Enhorabuena.
Bonito y triste a la vez.
Besos.
Esperemos que aparezca una nueva mañana en el horizonte de la Bombón y en el de todas las mujeres maltratadas. Buen relato, Graziela, lo importante, no olvidar.
Tiene que ser muy duro vivir una vida impuesta por la situación económica y encima aliñarla con malos tratos.
La marca que deja, no se olvida.
javier