CRÓNICA DE UNA RECUPERACIÓN
Demasiado débil para hacer deporte, al
ver un documental el buceo libre me llamó la atención. Busque un instructor que
me enseñara a controlar la respiración. Aquello no era solo una actividad física.
Controlar las apneas era mucho más, me ayudaba a dejar la mente en blanco; el agua helada activaba mi cuerpo con suavidad. El fondo del mar se
convirtió en un paraíso desconocido,
en el que el tiempo se detenía, sin espejismos.
Bajo el agua, impulsándome suavemente
con la aleta me sentía libre, mejoró mi capacidad pulmonar, prolongando las
inmersiones, perdiendo el miedo. Era como si hasta entonces hubiera sido ciego.