EL REGALITO
Mi
hermana Miriam es estúpida y cuando se confabula con Pilar, mi mujer, mucho
más. Estoy seguro que lo del “regalo especial” fue idea de las dos.
Ya
sé que me sobran unos kilos, y es que ver tanto deporte con amigos, las
cervecitas y las tapas es lo que tienen, que te las llevas puestas. Aunque nunca me ha preocupado el sobrepeso,
entre la tensión alta, el azúcar al límite y el colesterol por los aires me
tienen martirizado en casa. Y encima el dichoso regalito.
Porque
soy un hombre prudente, si no habría lanzado la báscula inteligente por la
ventana, con caja incluida. Sin embargo, me mostré agradecido y el estirado de
mi cuñado, ingeniero informático, metrosexual y calzonazos se ofreció a programarla
con mis datos, dejándola en perfecto estado de uso.
Según
Miriam, si seguía sus consejos en seis meses conseguiría un peso saludable, con
los niveles de colesterol y, azúcar adecuados y la tensión arterial ideal para
mi edad. Ellos la tenían y estaban encantados. Aunque yo solo espero que no se
me queden las piernas de piano como a su marido y la cara de estreñido.
Al
día siguiente, después de ducharme me subí en el artefacto en cuestión y me
sorprendió la agradable voz femenina que brotaba bajo mis pies.
–
Buenos días Fernando. Tu peso es de 99,800 kilogramos, la tensión arterial de ciento
ochenta, noventa, y los niveles de azúcar, colesterol y triglicéridos exceden
de rango. Te recomiendo una hora de ejercicio; desayuno rico en fibra, con alguna
pieza de fruta, tostada de pan integral y te rojo. Debes beber un litro y medio
de agua y una ingesta total de 1200
calorías en cinco comidas, tomando solo
proteína para cenar. Puedes consultar las tablas de alimentos y menús de la
función A. Te deseo un feliz lunes.
Quedé
petrificado sobre la báscula, sin dar crédito a lo que acababa de escuchar, hasta
que la melodiosa voz me sacó de mi ensimismamiento: “Fernando, no te demores, o
llegaras tarde al trabajo, según la DGT en tu ruta existen retenciones”
¡Me
cago en la leche! Este invento está conectado a todo. Voy a tener que andarme
con cuidado.
Durante
el día no volví a acordarme del nuevo elemento que habitaba el rincón de mi
cuarto de baño, hasta el día siguiente.
–Buenos
días Fernando –me saludo la sugerente voz desde abajo– Tu peso continua siendo
99,800 kilogramos, la tensión… Si sigues mis consejos conseguirás rebajar los
niveles que continúan disparados. No dejes de consultar la función A y la tabla
B. Hoy debes beber dos litros de agua e ingerir 1100 calorías, completando con
90 minutos de ejercicio.
¡Será
posible! Me voy a tener que tomar en serio los consejos de “la voz en of” así
que consulte la opción A, y descargué
los menús de la tabla B, para imprimirlos.
Mi
mujer está encantada y Miriam también, me llamaba todas las semanas desde hace
un mes, para ver cómo voy con el regalito. He conseguido perder 1.800 gramos, trago más agua que cuando
aprendí a nadar y como igual que un cartujo. Me he acostumbrado a seguir todos
sus consejos, aunque de vez en cuando no puedo evitar saltarme la diera.
–Buenos
días Fernando. Anoche te has pasado con las cañas y te has tomado un gin-tonic,
muy perjudicial para ti. Aunque compenses levemente con el gasto energético del
ejercicio con tu mujer en la cama. Tu peso hoy es de...
Miraba
anonadado la pantalla y escuchaba la voz chillona sin dar crédito a lo que oía.
Esto me empezaba a parecer peligros. Es un espía encubierto. ¿Y si mi hermana y
mi mujer recibían la información y me controlaban con este endiablado
artefacto? ¿Serían ellas las que hablaban a través del artilugio? Estaba ya un tanto mosqueado. Por supuesto la
dieta cada vez era más estricta, el ejercicio más fuerte y apenas comía porque todo
el día tenía el estomago anegado de agua.
Mis
amigos no me creían cuando les decía que la voz y sus programas estaban
dominando mi vida. Si comía algo que no debía: unas porras con el café,
montado de lomo con pimientos fritos a media mañana, o un cocido completo con algún cliente, al día
siguiente me caía una buena bronca. Mucho peor que las broncas de mi mujer, que
nunca se había mostrado tan amable y cariñosa conmigo.
Creo
que me han instalado un chip en el cerebro y aunque no llega a darme una
descarga eléctrica, como los collares de adiestramiento de perros, me salta un
“pepito grillo” que me amarga la existencia en cuanto incumplo la mierda de
dieta o no puedo ir al gimnasio.
El
otro día, aprovechando que Pilar se había ido el fin de semana con los niños, invité a los amigos a casa a ver el tenis y
tomar unas ensaladas y los tres bastante escépticos por mis comentarios, se
subieron a la báscula.
–Buenas
noches. Tú no eres Fernando. Según tu altura y edad te sobran 7 kilos….
Empezaron
a creerme y el cachondeo fue en aumento.
–Buenas
noches. Tú no eres Fernando. Estás en tu peso ideal, los índices de azúcar y
colesterol son óptimos. Te recomiendo hacerte un control de PSA a la mayor brevedad
posible.
Jaime se quedó lívido. Los cuatro nos miramos y Mateo, se subió en la pequeña plataforma,
para quitar importancia al último comentario.
–
Buenas noches. Tú tampoco eres Fernando. Estas
ligeramente pasado de peso, y debes controlar la tensión sistólica y
diastólica que están muy descompensadas,
aunque no es algo físico, sino emocional. Deberías asumir tu condición
sexual.
Nos
quedamos mudos, sobre todo Mateo. Ninguno quiso una copa y se convencieron de
que les decía la verdad.
Desde
que tengo la báscula inteligente he perdido 12 kilos, mis análisis son de libro.
A mi amigo Jaime le han operado de cáncer de próstata, lo han cogido a tiempo y
tiene buen pronóstico. Martín nos ha presentado a su novio. Y yo soy un hombre
nuevo.